NOTA DE TAPA
Héctor Méndez afirma, en tono autocrítico, que la década del noventa fue un período lamentable para la industria. Ahora reclama la creación de un banco nacional de desarrollo, como el que tiene Brasil. Se presenta como un ferviente defensor del actual programa económico de dólar alto. Dice que es adecuado ajustar los salarios por inflación. Y deja un mensaje para el vecino mayor del Mercosur.
› Por Fernando Krakowiak
Héctor Méndez, flamante presidente de la UIA, asumirá el 26 de mayo la conducción de esa entidad tras un acuerdo entre las dos líneas internas, luego de dos años de fuertes disputas. En diálogo con Cash, reivindicó el modelo económico actual. En materia salarial, se diferenció del ministro de Economía, Roberto Lavagna, al sostener que “ajustar los salarios por inflación le parece un mecanismo adecuado”, aunque aclaró que la “negociación colectiva por sector es la herramienta idónea para discutir posibles subas”. Al analizar la venta de las empresas argentinas a grupos extranjeros justificó la decisión tomada por los empresarios locales con el siguiente argumento: “El capital es cobarde por naturaleza”.
¿La UIA se opone a discutir nuevos aumentos de salario?
–La UIA no negocia salarios. Cuando conversamos con la CGT fue para crear un clima de diálogo entre el sector trabajador y el sector patronal. En ese ámbito se intentaron buscar algunos parámetros dentro de los cuales pudiesen correr las negociaciones sin que las partes intentaran sacar ventajas con argumentos menores y reconociesen que no se puede dar más de lo que permite el alza del costo de vida y que no se puede dar menos de lo que el trabajador necesita para vivir. En todos los casos sin poner en riesgo el programa económico que por primera vez después de muchos años está funcionando a favor de la industria. Nosotros queríamos preservar al sector de grandes conflictos y ese era un camino anticipado para crear un buen clima de diálogo.
¿Por qué no se llegó a un acuerdo?
–Porque la CGT tenía algunos reclamos que nosotros no podíamos manejar. La CGT es la representante de todo el universo de asalariados y la UIA es sólo representante del sector industrial. Me imagino que si hay algún sector postergado dentro de la CGT no va a dejar que avance el acuerdo si no se encuentra incorporado, pero nosotros no podemos entrar en la interna de otros sectores productivos. Nuestra posición había sido clara en pos de buscar el camino para lograr la recomposición futura del salario en función de la inflación y establecer un mecanismo donde quedara claro que el crecimiento se debería compartir con los trabajadores. Eso daba un margen para empezar a negociar.
¿Los salarios se deben indexar por la inflación?
–Ajustar los salarios por inflación nos parece un mecanismo adecuado, pero en el Gobierno no había una posición definida sobre ese punto y las tratativas se fueron enfriando.
El ajuste salarial por inflación permite preservar el ingreso de los trabajadores en términos reales pero no alcanza para revertir la distribución desigual del ingreso que se profundizó en los últimos treinta años.
–Es difícil retrotraerse en el tiempo porque las épocas han sido muy cambiantes. Yo no sé cuál es el punto de inicio de una discusión de ese tipo. Lo cierto es que desde la crisis para acá hubo una inflación de 60 por ciento y la recomposición salarial en algunos sectores industriales alcanzó el 120 por ciento. Yo no digo que eso sea justo, pero es lo posible. No debemos olvidar que las empresas vienen de períodos muy duros donde han sido castigadas por la tasas de interés, la falta de mercado, la importación indiscriminada. Ahora que ganan dinero no se lo guardan. Tienen que recomponer máquinas obsoletas y tecnologías pasadas de moda.
¿Hay sectores con márgenes para dar aumentos salariales en los próximos meses?
–Es muy antipático que yo lo diga. Creo que la negociación colectiva de trabajo es la herramienta idónea para discutir posibles subas porque cada sector sabe cuáles son las perspectivas y posibilidades.
¿Qué perfil industrial cree que debería consolidar la Argentina?
–Quizá quede como un nostálgico, pero me gustaría que la industria vuelva a ser como en los años ’50 y ’60, cuando la Argentina tenía posibilidades extraordinarias de desarrollo. En esa época se podía fabricar un producto de la nada gracias a la gran cantidad de fabricantes de piezas que había en el mercado. Las pymes eran verdaderas constructoras de un futuro fantástico. Es cierto que el mundo moderno exige cambios, pero me gustaría trabajar para reconstruir esa industria nacional.
¿Argentina está en condiciones de competir en igualdad de condiciones en todos los sectores?
–No, luego vendrá la decantación de forma natural. Lo importante es que la lucha se dé en igualdad de condiciones.
Pero en algunos países existe una decisión estratégica de consolidar un determinado perfil a partir del fortalecimiento de ciertos sectores, ¿cuáles deberían ser esos sectores en el caso argentino?
–Deberá surgir de mesas de negociación donde los empresarios tengan la posibilidad de demostrar el potencial de sus sectores para merecer el apoyo del Gobierno.
¿Qué políticas activas debe llevar adelante el Estado?
–Queremos que el Estado genere un clima amigable para el industrial, que se promocione al sector con leyes laborales activas que favorezcan una rápida entrada y salida del mercado de trabajo, que exista un banco nacional de desarrollo que otorgue crédito y una política de apoyo a las empresas nacionales con tasas iguales a las que obtienen otros grupos empresarios mundiales para lograr la recuperación de la industria y, en una segunda etapa, favorecer la transnacionalización para que se puedan conquistar otros mercados. El Banco Nacional de Desarrollo debería ser irrenunciable como pretensión nuestra porque la banca privada tiene otras características. Las empresas brasileñas y españolas que compraron activos en Argentina lo hicieron fondeándose en bancos destinados a promocionar a ese sector. Así es como han conquistado lo que tanto nos duele.
¿Cuáles cree que son las causas que llevan a los empresarios nacionales a vender sus compañías, como ocurrió recientemente con Loma Negra?
–Luego de treinta años de hostilidad es lógico que el empresario no tenga ganas de seguir invirtiendo o de mantenerse en su lugar. Por eso no quiero juzgar a la dirigencia empresaria, más allá de sus mayores o menores responsabilidades.
En los ’90 se decía que no había espacio para la industrialización, ahora el discurso es diferente pero igual muchos empresarios venden sus compañías.
–Si la Argentina pierde todas sus empresas y gran parte va a manos extranjeras algo anda mal. No puede ser que todos sean malos empresarios, tengan problemas económicos o dificultades en la sucesión familiar. No hay un clima adecuado que garantice la inversión. Los de afuera vienen porque acceden a tasas subsidiadas que justifican las compras. Hay empresarios locales que manifestaron que hubieran adquirido algunas de las grandes compañías nacionales que se vendieron en caso de haber tenido acceso a las mismas tasas que consiguieron los inversores extranjeros para concretar esas operaciones.
Más allá de las adversidades, algunos analistas afirman que, a diferencia de Brasil, en Argentina no existe una burguesía nacional con ánimo de desarrollarse porque apenas se complica la situación venden y se ponen a administrar activos líquidos.
–La Argentina ha sido muy volátil y eso predispone a la gente a tener miedo a las inversiones. Hace apenas tres años que salimos de una crisis terminal. Argentina no ofrece atractivos para que el capital, que es cobarde por naturaleza, se coloque acá. Brasil no atravesó crisis de esa magnitud. Por lo tanto, ha tenido menos sobresaltos. Argentina es un país muy particular.
Usted dice que el capital es cobarde, pero también existen empresarios dispuestos a tomar mayores riesgos.
–Los riesgos van siempre de la mano de la tasa de interés. El capital arriesga si el negocio es muy atractivo, si no no arriesga. Si para comprar una compañía tengo que pedir un crédito y pagar una tasa del 14 por ciento ni loco lo puedo hacer. Ahora si me subsidian todo como a muchos empresarios de otros países, entonces invierto.
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