CRITICA DESDE LA
IZQUIERDA
“Una
ausencia estratégica”
Por Fabian Amico y
Alejandro Fiorito *
Un escenario de brutal
regresión económica y derrumbe social, que surge de la aplicación
de las políticas exigidas por el FMI, no puede ser revertido por
planes “alternativos” como el Plan Fénix. Y no se debe
esencialmente a supuestas “inconsistencias técnicas”,
aun cuando pudieran tenerlas. Técnicamente, en sí mismas
muchas de las medidas generales propuestas en el Plan Fénix (o
incluso en el “Plan Carboneto” o en los planes de los economistas
de la CTA) son una necesidad para reconstruir una economía popular,
a saber: una reconversión productiva que abarque a todo el país,
reprogramación con quita incluida del pago de la deuda externa,
reconsideración del sistema de las AFJP, desindexación de
las tarifas de los servicios públicos, redistribución progresiva
del ingreso a favor de los asalariados y el consumo doméstico.
Sin embargo, no es la consideración de alguna medida en particular
lo que define la esencia de estos planes y su factibilidad futura. En
el núcleo de estas propuestas hay implícito un proyecto
de país que supone otro modelo de capitalismo. Un capitalismo “con
equidad y desarrollo económico”. O como escribió Lascano
en este mismo suplemento: “el desarrollo con equidad constituye el
paradigma del Plan Fénix”.
No obstante, un nuevo modelo de capitalismo, opuesto al reinante en las
últimas décadas, tiene como requisito imprescindible la
existencia de una clase empresaria que, conformada como un grupo hegemónico,
sostenga ese programa estratégico con su capital, enuncie claramente
ese horizonte histórico y disponga del poder político para
realizarlo. Y no sólo eso: una clase empresaria con esos rasgos
–resuelta a introducir equidad y proteger su mercado interno como
base para el crecimiento y la acumulación de capital– debe
ser capaz de encolumnar tras de sí a la mayoría de la sociedad
con un proyecto económico mínimamente integrador.
El enorme escollo para propuestas como el Plan Fénix es la imposibilidad
de hallar, en el capitalismo real de la Argentina de hoy, a esa clase
empresaria. Por el contrario, las fracciones de la burguesía local
han utilizado algunos de los postulados del Fénix como simples
excusas para obtener rápidas ganancias financieras o monopólicas,
hacer negocios a expensas del Estado hasta llevarlo a la quiebra, fugar
sus capitales al exterior sin invertir un centavo y compartir las migajas
que les dejan los capitales extranjeros.
Los defensores del Plan Fénix son conscientes de esta ausencia.
“Curiosamente, la opinión pública, decepcionada de
la performance anterior de esa ‘burguesía nacional’,
se muestra poco preocupada por su desplazamiento por el capital extranjero.
Algunos hasta prefieren confiar en que este último sea el promotor
del crecimiento esperado”, explicó no hace mucho Jorge Schvarzer.
Y agregó: “Unos pocos piensan (pensamos) que esa clase empresaria
local es un requisito inevitable del desarrollo capitalista y que si los
grandes actuales no asumen su lugar, habrá que crear (o esperar
que surjan) nuevos grupos dinámicos”. (“Los grandes grupos
económicos argentinos. Un largo proceso de retirada estratégica
poco convencional”, Jorge Schvarzer, 1997).
Como se ve, el Plan Fénix pone como condición “inevitable”
para ese “desarrollo capitalista” a la existencia de una clase
empresaria que, en realidad, debería servirle de sustento real
en la estructura del poder del Estado y de la sociedad para ser viable.
En efecto, ¿qué poder social, económico y político
va a sostener la creación de esa burguesía para “un
desarrollo con equidad”? Por esta razón fundamental, y a la
espera de que surja esa clase empresaria, el Plan Fénix naufraga
en las aulas universitarias, impotente para imbricarse como una opción
de poder. A lo sumo, podría servir de libreto –y cada día
menos– para hacer oposición desde el llano. Pero no más.
Una crítica a fondo de los principales tabúes económicos
de las últimas décadas debe involucrar también al
rol de esa clase empresaria local. Sólo así se abriría
una oportunidad realmente progresista. La crisis argentina ya no admite
soluciones moderadas: o se pone al Estado en el centro de la economía
y la sociedad, apoyado en los sujetos sociales no empresarios y basado
en una profunda transformación de las estructuras de poder, o habrá
que resignarse a que el FMI administre lo que quede del país.
* Economistas.
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UNO DE LOS AUTORES
LO DEFIENDE
“Quebrar
el posibilismo”
Por Mercedes Marcó
del Pont *
Sin desestimar la
importancia que tiene la coherencia e integralidad de sus ideas, lo que
me interesa resaltar del Plan Fénix es su vocación por quebrar
con el “posibilismo” instalado en nuestro país por el
pensamiento dominante en materia económica desde hace más
de una década. El posibilismo, acríticamente, es lo que
continúa predominando hoy tanto en la economía oficial como
en gran parte de la dirigencia política, que acepta a libro cerrado
la condicionalidad que impone el FMI aun a sabiendas de que por esa vía
está anclando la recesión y profundizando la exclusión
social.
Precisamente la propuesta del Plan Fénix en esta materia constituye
el ejemplo más valido sobre la viabilidad de un abordaje alternativo
que no comprometa el interés nacional actual y futuro. El plan
no está proponiendo la ruptura con el FMI sino simplemente no negociar
en la condiciones que propone dicho organismo, sino a partir de un proyecto
alternativo. Existen condiciones objetivas para viabilizar una estrategia
que no dependa de tomar más deuda sino generar divisas por la cuenta
corriente. Esta es la condición necesaria, pero la condición
suficiente también prevista por el plan es una política
de administración cambiaria que garantice que ese excedente ingrese
totalmente en la arcas del Banco Central.
Para el mediano plazo el plan propone el replanteo de la negociación
con el FMI en el contexto de un programa de crecimiento sustentable de
la Argentina que demuestre la capacidad genuina del país, no sólo
para refinanciar sus compromisos externos sino para hospedar capitales
externos de riesgo. Nada de esto último es posible en el marco
de la actual condicionalidad, por el contrario aceptar estos compromisos
lleva a una espiral sin fin de ajustes que conducen a planos más
profundos de la depresión económica y la exclusión
social.
Pero el análisis de este tema no se agota en el orden de prioridades
que garantice el interés nacional. Las decisiones que se adopten
no serán neutras en términos de erradicación de la
pobreza y recomposición de los salarios de los trabajadores, evitar
la mayor concentración y desnacionalización de activos,
integrar la trama productiva y ganar competitividad externa. En cada uno
de esos terrenos el plan propone líneas de acción a corto
y mediano plazo consistentes tanto con los objetivos del desarrollo con
equidad como con el manejo soberano de la negociación con la banca
acreedora.
Finalmente cabe subrayar que el Plan Fénix es tanto una construcción
colectiva, que se nutre con el invalorable aporte de los actores económicos
y sociales que han sido convocados o se acercaron a sus autores, como
un proceso en continua elaboración y que está permanentemente
abierto a la incorporación de otras propuestas que comparten el
contexto ideológico del plan. Quizá los ejemplos más
relevantes, en tal sentido, fueron la iniciativa del Seguro de Empleo
y Formación, originada en el Frenapo, y el aporte de las distintas
vertientes de economistas argentinos que en la última década
estudiaron y elaboraron propuestas para salir de la convertibilidad. Todo
ello sin ignorar los frutos del permanente trabajo de investigación
que tiene lugar en distintos medios académicos de nuestro país.
En síntesis este plan, lejos de constituir un catálogo de
vagas propuestas voluntaristas intenta, por un lado, garantizar la coherencia
yla compatibilidad de sus lineamientos con la permanente revisión
de metas e instrumentos en función de las cambiantes circunstancias
argentinas. Más aún, este plan supone el compromiso con
ciertas ideas y viene confrontar con la rutina ideológica del neoliberalismo.
Por lo tanto no está disponible para ser adoptado por cualquier
proyecto político, cualquiera sea su ideología. Pretende
entonces, ser un cuerpo de ideas vivo y no un conjunto de propuestas esclerotizadas,
y constituir un instrumento apto para la construcción política
que debe llevarse a cabo con el propósito de superar esta crisis
sin precedentes, cuyos alcances superan largamente el terreno de lo meramente
económico.
* Directora de FIDE.
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