Domingo, 26 de febrero de 2006 | Hoy
TRAS LA PELEA POR LOS SEIS PUERTOS NORTEAMERICANOS
Un acuerdo avalado por la administración Bush podría colocar seis puertos estratégicos en manos de gente que podría usarlos para hacer entrar material nuclear.
Por Claudio Uriarte
El dibujo muestra a un árabe enturbantado golpeando con el puño el exterior de un contenedor estacionado en el puerto de Nueva York. “Osama, ¿seguís bien?” “Perfecto”, le dicen de adentro. El explosivo chiste muestra la profunda inquietud causada por un acuerdo por 7000 millones de dólares que concede la administración de seis puertos del país a una empresa de Medio Oriente y ha causado una ola generalizada de protestas.
En el caso de la administración Bush, pareciera que la guerra antiterrorista y la amenaza de Bin Laden sirven para ganar elecciones, pero, cuando de negocios se trata, nada hay de sagrado ni prohibido. El malestar por el convenio, que según sus detractores republicanos y demócratas supone una amenaza para la seguridad del país, se desató al confirmarse que la empresa estatal de los Emiratos Arabes Unidos compró la compañía británica Peninsular and Oriental Steam Navigation (P&O), que administra los puertos de Filadelfia, Nueva York, Nueva Orleans, Newark (Nueva Jersey), Miami, Houston (Texas) y Baltimore (Maryland). La amenaza concreta es que los puertos sean usados para hacer entrar a Estados Unidos armas de destrucción masiva. Anteayer, ante las múltiples presiones, la Casa Blanca acordó con la empresa demorar la ejecución del acuerdo, aunque dijo que éste se mantenía en pie, y le reiteró el apoyo del presidente. Previamente, George W. Bush había ido tan lejos como amenazar con el veto a cualquier medida legislativa que prohibiese la ejecución del acuerdo. El viernes, la Casa Blanca evadió las preguntas de los periodistas que querían saber hasta cuándo se demoraría el deal. Conociendo a la administración Bush, no sería nada raro que esperen hasta el receso de verano del Congreso (mediados de año), que les permite poner en vigor legislación polémica sin molestarse por las legítimas preocupaciones de senadores y representantes. De momento, el acuerdo sólo ha sido cajoneado y la administración va a esperar enterrar el asunto en algún oscuro comité. Pero la crisis no está cerrada.
“Yo no estoy preocupado por quién maneja el puerto de Nueva York –dijo a condición de anonimato al New York Times un alto inspector de la Agencia Internacional de Energía Atómica–. Lo que me preocupa es qué llega al puerto de Nueva York.” Ese puerto, junto con los otros cinco que aspira a manejar Dubai Ports, la compañía bajo sospecha, son la última línea de defensa para evitar que un arma de destrucción masiva llegue a Estados Unidos. El problema es cuánto tiempo le ha llevado al gobierno federal poner en vigor nuevas medidas de seguridad en los puertos en el mundo post 11-S, y proveer la tecnología para examinar qué hay adentro de los millones de contenedores que fluyen a través de ellos. Pero sólo del 4 al 5 por ciento de esos contenedores son inspeccionados. Prácticamente no hay un procedimiento de rutina respecto del modo en que los contenedores son sellados, o para certificar la identidad de millones de motoristas que entran y salen de los puertos para cargarlos. De acuerdo con Stephen E. Flynn, un comandante de la Guardia Costera retirado que se desempeña ahora como experto en seguridad portuaria del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, si se coloca un arma nuclear dentro de un contenedor, “probablemente ocurrirá cuando a algún camionero se le haya pagado mucho dinero para tomarse un largo almuerzo, antes siquiera de que llegue cerca de la terminal”. Y aquí es cuando Dubai entra en cuestión. Aunque la compañía en cuestión no ha sido objeto de investigaciones, el diminuto emirato ha sido una vía para el contrabando, parte de él de carácter nuclear. Abdul Qadeer Khan, el ingeniero nuclear de Pakistán, convirtió a Dubai en el punto de reembarque para el equipo que mandaba a Libia e Irán porque sabía que podía operar allí sin preocuparse sobre los investigadores. Dos de los comandos suicidas que atacaron el 11 de septiembre venían de Dubai. Ahora Bush ha sugerido que parte de las críticas al acuerdo tienen un contenido latente de racismo. Ahora, viniendo de W., ése sí que es el chiste más cínico que pudo clausurar la semana.
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