Dom 30.04.2006
cash

NOTA DE TAPA

Chiche nuevo

› Por Claudio Zlotnik

Si la city tiene una virtud, es su capacidad de adaptación para no detener la maquinaria de generar dinero con dinero. Después del colapso del sistema bancario con el corralito, muchos pronosticaban el fin del negocio financiero por la defraudación a la confianza de los inversores. Otros, no tan pesimistas, estimaban que pasarían décadas antes que el sistema volviera a la normalidad. Como en tantos otros presagios catastróficos, los bancos, las empresas que buscan financiamiento para su actividad y también inversores demostraron que la ambición de reproducir el dinero resulta un potente incentivo para la imaginación. Así, sobre las ruinas de los plazos fijos nacieron los fideicomisos, los instrumentos financieros vedettes de la city postcorralito. Pero, ¿qué es un fideicomiso? ¿Quiénes ganan con ese fondo? ¿Cuál es el riesgo? ¿Qué tasas ofrece al inversor?

Para el oído poco especializado de un pequeño inversor, la palabra “fideicomiso” tiene más chances de espantarlo que de atraerlo. Lo mismo a un empresario pyme, más acostumbrado a lidiar con el gerente de un banco para pedirle un crédito que a involucrarse en una operación financiera de cierta complejidad, como un “fideicomiso”. Pero lo cierto es que tanto uno como el otro pueden sacar enormes ventajas de este instrumento financiero que se ha convertido en un boom en la city. El negocio de los fideicomisos totalizó 5147 millones de pesos el año pasado. Y en éste ya suman 1913 millones.

¿En qué consiste la operatoria? En el caso de una cadena minorista o un banco emisor de tarjetas de crédito, por ejemplo, ceden sus carteras de activos (cupones de las tarjetas) a un administrador (en general, bancos). El paso siguiente es que se emite un bono que está respaldado por aquellos activos y que ofrece un rendimiento para los inversores que los compran. A cambio de pagar esa tasa, quien cedió los activos cobra los fondos por adelantado.

El negocio aparece atractivo para pequeños inversores y empresas. Para los primeros, la posibilidad de hacer rendir sus ahorros casi el doble de lo que ofrecen los plazos fijos. Para las compañías, los fideicomisos se convirtieron en un canal alternativo de financiamiento.

La rápida expansión de esa opción financiera está relacionada con el fuerte crecimiento de la economía, y en especial del consumo. Los principales organizadores de fideicomisos son cadenas de electrodomésticos y grandes tiendas. Figuran Garbarino, Frávega, Red Megatone, Ribeiro y la chilena Falabella, que son los que ceden los cupones a cobrar. En los últimos meses se han sumado agentes del sector agropecuario, en muchos casos pequeños y medianos productores, que buscan encontrarse con anticipación con el dinero de su cosecha para financiar otros proyectos o la próxima siembra.

Hay bancos que están aprovechando esta moda para ordenar sus balances. Ese es el caso del Deutsche, que cedió sus Préstamos Garantizados por un total de 1010 millones de pesos. Así los retiró de sus activos. Para los inversores, el atractivo de los fideicomisos radica en que se trata de documentos indexados, que el Gobierno dejó de emitir. Por ese motivo, el Banco Central los incluyó en el control de capitales.

El inicio de este año continuó la tendencia de 2005. Casi la mitad de las emisiones de fideicomisos correspondió al rubro consumo. Esa es una señal clara de que los comercios consolidaron su posición como dadores de financiamiento con tarjetas propias y con plásticos emitidos por bancos. Y utilizan los fondos que recaudan para volver a prestar.

En su última colocación, Garbarino ofreció a los inversores una tasa fija del 11,75 por ciento anual por un título de vida promedio de tres meses y medio. El activo de respaldo del fideicomiso quedó constituido por 72.527 tickets de 64.382 clientes. El hecho de que las cadenas de electrodomésticos y las grandes tiendas lancen instrumentos de corto plazo es un imán para pequeños inversores que están acostumbrados a los plazos fijos. La ventaja para los comercios es que no tienen que esperar que transcurran los 12 a 24 meses a los que prestó con la tarjeta propia para conseguir los fondos. Otro de los supuestos atractivos que mencionan los especialistas se refiere a la seguridad jurídica. Quienes participan de ese negocio recuerdan la solidez mostrada durante la crisis. Mientras los plazos fijos quedaron atrapados en el corralito, los fideicomisos fueron honrados por sus emisores. Esto fue así porque, a pesar de los problemas, la mayoría de los clientes que tenían créditos hizo frente a sus deudas. De todos modos, siempre existe el riesgo de que la morosidad pegue un salto imprevisto y haya inconvenientes para cobrar. Ese es el riesgo que asume el inversor a cambio de un rendimiento que, en promedio, empata o supera por algunos puntos la inflación prevista para este año. En el sector calculan que la mora promedio ronda entre 3 y 4 por ciento.

También puede suceder que cierre sus puertas la empresa emisora. En ese caso el banco o la entidad encargada de administrar el fideicomiso se hace responsable del cobro de los activos (tickets, cupones) y distribuye lo recaudado entre los inversores. Es lo que pasó con un caso emblemático, como la caída del Banco Mayo (ver aparte).

Por fuera de los fideicomisos dedicados al consumo o los diseñados por los bancos para reducir su exposición al riesgo sector público, los especializados en agro también vienen creciendo fuerte. Los más novedosos son los armados por grupos de pequeños productores. Se los conoce como “Secupymes”. Los ruralistas ceden contratos de cosecha y a cambio reciben financiamiento para capital de trabajo. En estos casos existe una Sociedad de Garantía Recíproca que avala la operación. Un sistema similar utilizaron los tabacaleros jujeños de la localidad de Perico para potenciar su trabajo consiguiendo financiamiento por adelantado. A diferencia de los fideicomisos de consumo, en los del agro el inversor ya no recibe una liquidación de renta mensual sino que cobra al finalizar el emprendimiento.

Algo parecido ocurre con otros fideicomisos que también se pusieron de moda: los ligados a la construcción. Muchos inversores se valieron de este instrumento para organizar emprendimientos. En esos casos se trata de fideicomisos privados (sin oferta pública en la Bolsa), y la ventaja es que a los inversores les resulta legalmente más fácil organizar ese tipo de sociedad que si fuera una SA. Otra variedad es la que arman grandes empresas para favorecer a sus proveedores. Es lo que hizo la Aceitera General Deheza. La compañía emite un título que compran inversores. Esos fondos se los presta a sus proveedores, con lo cual consigue insumos más baratos y se asegura la reposición.

Los grandes inversores no quieren perderse el buen negocio que ofrecen los fideicomisos. Las AFJP tienen en su cartera el 8 por ciento de lo emitido. Los bancos lideran la tenencia con el 62 por ciento del total, de acuerdo con los datos del Banco Central. A su vez, se están formando fondos comunes de inversión especializados: es el caso de los Gainvest, que ya acumulan 123 millones de pesos en fideicomisos. Para ingresar a los fideicomisos, las casas de Bolsa cobran una comisión de entre 1,5 y 2 por ciento de la inversión.

¿Cuál es la perspectiva de este boom? De acuerdo con las estimaciones de la consultora financiera Deloitte, en 2006 habrá una expansión muy fuerte del volumen de fideicomisos, en el orden del 40 por ciento, por lo que hacia fin de año el stock escalará a 7500 millones de pesos.

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