Domingo, 26 de octubre de 2008 | Hoy
EL BAUL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
El libro Naturaleza del comercio en general, escrito por el irlandés Richard Cantillon (RC), fue, según se ha dicho, la cuna de la Economía Política. Y su autor, por otra parte, construyó una gran fortuna en la Bolsa de París. RC nació en 1680. Pasó a París, para colaborar con su tío, antiguo guerrero convertido en banquero de los jacobitas exiliados, quien al morir en 1717 le legó los activos y los ingentes pasivos de su establecimiento. Nacionalizado francés, y desde su nueva posición de banquero, RC ingresó al mundo de las altas finanzas francesas. Al mismo tiempo, el escocés John Law convencía al regente, el duque de Orleans, que aceptara el proyecto de una Banque Générale, con un capital de 6 millones de libras, dividido en 1200 acciones de 5000 libras cada una. El banco fue facultado a emitir billetes de banco pagaderos a la vista por el peso y valor de su denominación en el día de emisión. En 1717, un decreto habilitó a los billetes de Law para cancelar deudas tributarias. Ese año Law fundó la Compagnie de la Louisiana ou d’Occident, con amplias facultades en el área irrigada por el Mississippi, el Ohio y el Missouri. En 1718, la Banque Générale se convirtió en Banque Royale. En 1719, las acciones de la Mississippi subieron y formaron una burbuja especulativa. Según solía ocurrir, los capitales particulares y públicos se requerían mutuamente: RC, asociado a Law, había hecho ingentes ganancias con tales acciones. Pero al fusionarse el banco y la Compagnie comenzó el pánico, que se acentuó el 21 de mayo de 1720, por un decreto que reducía gradualmente el valor de los billetes a la mitad. RC previó que las acciones caerían bruscamente y, al alcanzar su valor máximo, vendió y ganó una fortuna. Según Jevons, “Cantillon hizo una fortuna de varios millones en pocos días”. Pero el enriquecimiento significó “apostar contra su socio”, Law, por lo que RC debió huir de París, y poco después debió hacer lo mismo Law. No por ello RC abandonó sus negocios en Francia: se asoció con el banquero inglés John Hughes, quien al fallecer fue sucedido por su esposa. RC, que quedó a cargo de los negocios, como el cuento del escorpión, no pudo con su genio y volvió a traicionar a su socio –en este caso, la viuda de Hughes–, anotando a su favor las ganancias y a favor de la sociedad las pérdidas. Descubierto, su única salida fue el Canal de la Mancha, rumbo a Londres, adonde se cree que murió asesinado.
Ahora que el siglo XX transcurrió completo, y se puede formar una visión de conjunto, podemos estimar que John Maynard Keynes fue un gran benefactor de la humanidad, o al menos del Reino Unido, y fue también uno de los economistas que más aportaron a la ciencia moderna. Ello no le impidió convertirse en un exitoso especulador, al comprobar que su patrimonio había caído hasta el piso. Su discípulo Roy Harrod contó esta historia en páginas brillantes: “En los últimos días de mayo (de 1920) no le cupo duda que estaba arruinado. Entre principios de abril y fines de mayo perdió 13.125 libras... Indudablemente, habría sido desastroso que un hombre que acababa de conmover a la opinión pública mundial pretendiendo saber más que los poderosos de la tierra, hubiera quebrado... El debía usar su cerebro para llevar a su bolsa algo de ese dinero... Así se dedicó de lleno a esas negociaciones. A finales de 1924 calculó que el valor de su haber, después de deducir sus grandes sobregiros y sin contar cuadros ni libros, era de 57.797 libras. A principios de 1937 había subido a 506.450 libras. Al morir dejó unas 450.000 libras, incluyendo el valor de sus cuadros y libros... Es conveniente que ahondemos más en sus negociaciones financieras. Continuó interviniendo diariamente en el mercado de cambios. A fines de 1920 empezó a interesarse por el algodón, y a principios de 1921 abrió una cuenta en esta mercancía, y negoció en grande. Luego, sus intereses se ampliaron, y lo vemos tratando en plomo, estaño, cobre, peltre, caucho, trigo, azúcar, aceite de linaza y yute. Todas estas negociaciones se basaban en un cuidadoso estudio de las influencias generales que afectaban el mercado mundial en cada una de las mercancías. Se mantuvo activo en estas operaciones hasta 1937, cuando enfermó y decidió abandonarlas; fue uno de los pocos sacrificios que hizo a la necesidad impostergable de conservar sus energías. Durante la década de 1920 sus operaciones personales fueron altamente especulativas y apoyadas sobre estrechos márgenes de cobertura. También estaba interesado en valores, y participaba en varios consorcios. Durante la década de 1920 trabajó muy íntimamente con (O.T.) Falk, y a menudo ambos prestaron sus servicios profesionales como consejeros de varias firmas” (R. Harrod, La vida de John Maynard Keynes, México, 1958. Traducción de A. Ramos Oliveira y M. Monteforte Toledo).
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