Domingo, 1 de marzo de 2009 | Hoy
EL IMPACTO DE LA DEBACLE DE LAS ECONOMIAS CENTRALESO DE LA DEBACLE
El derrumbe del paradigma neoliberal ofrece varias enseñanzas para las economías en desarrollo. Pese a ello sigue habiendo un coro de voces que expresan el pensamiento económico del establishment.
Por Ruben Telechea *
Falacia muy de moda hasta que estalló la crisis.
Una de las primeras enseñanzas que deja esta crisis es que los mercados nunca deben regularse a sí mismos. Esa vieja receta liberal de que “la mano invisible” acomodará las cosas, ha quedado desmitificada una vez más. Mientras el dinero para inversiones en Estados Unidos fluía como un maná en apariencias inagotable, la calidad de las colocaciones iba decayendo. Pero eso no importaba. Como las ganancias seguían siendo exorbitantes, a nadie le interesaba. Como siempre, se decía que el mercado iba a autodepurarse con el devenir de la actividad y entonces todo tendría un final feliz. Pero esta vez no hubo final feliz. El problema es que a consecuencia de ello ahora todos deberemos pagar por esta fiesta de muy pocos. Y lo más increíble es que no sólo es padecida en los países donde operan quienes la generaron, sino que indefectiblemente los costos deberán ser soportados por los habitantes de todo el planeta. “Se hace pagar a los pobres las excentricidades irracionales de los banqueros”, escribió con claridad Ignacio Ramonet.
Falacia en la que muchos caímos en primera instancia.
Cuando aparecieron las medidas de salvataje dispuestas por los distintos gobiernos, muchos afirmaron que era volver al Keynes de la década del ’30, porque fue el Estado el que debió insuflar dinero en la economía para salir de la crisis. Error: en aquella oportunidad el Estado hizo un enorme esfuerzo para favorecer a los pobres, creando fuentes de trabajo y reactivando el consumo. Ahora, en los países centrales el dinero se pone para salvar a los ricos: los bancos, los inversores, las aseguradoras. No deja de ser también un paradigma brutal de estos tiempos.
Falacia ya casi abandonada.
No hay dudas de que el país se verá afectado –de hecho ya está ocurriendo–, pero tampoco de que se encuentra en una situación de menor vulnerabilidad, al menos de acuerdo con las características del tipo de crisis que se está produciendo en la actualidad: llega en un momento en el que la Argentina tiene superávit fiscal y más de 47.000 millones de dólares de reservas para hacer frente a cualquier corrida. La diferencia más significativa es que en el pasado, siempre, ante cualquier eventualidad que ocurría, el país no tenías estos reaseguros que hoy afortunadamente existen. También es una respuesta a quienes hasta hace no mucho tiempo criticaban semejante nivel de reservas cuando en el país existían enormes necesidades.
Falacia a medias, pero increíblemente repetida.
En verdad, Brasil devaluó fuertemente el real. Lo que esas voces interesadas no dicen es que no fue una decisión tomada por su gobierno, sino todo lo contrario: hubo (hay) una brutal fuga de capitales espantados por la situación, que pujan por salir. Entonces se produjo una dramática pulseada donde las autoridades monetarias del país hermano, a diferencia de la Argentina, no pudieron impedir que sea el mercado el que les fuera estableciendo el valor del dólar.
Falacia malintencionada.
Una vez más, los gurúes del libre mercado se montan sobre la situación imperante para vender su credo. Es verdad que la Argentina no abrió mucho su economía en los últimos años. Pero es allí donde (quizá casualmente, quizá no) reside su fortaleza frente a la crisis. Si hubiera abierto la economía al estilo de Brasil, por ejemplo, estaría como ese país, sufriendo la fuga de divisas. No se puede vivir de espaldas al mundo o fuera de él. Sólo se trata de adaptarse a cada momento y sacar de ello lo que más le conviene al país o a la mayoría de sus habitantes.
Sin dudas que esta enumeración es incompleta. Pero el objetivo principal es rebatir sólo algunas frases hechas que cotidianamente repite el coro de voces que expresan el pensamiento económico del establishment. El común de la gente debe comprender que el discurso históricamente instalado en economía se mueve por falacias casi siempre deliberadas, ya que se elabora en función de los intereses que representa aquel que los está enunciando. Y no son precisamente intereses que prioricen el bien común.
* Docente universitario.
Crisis financiera
Una de las primeras enseñanzas que deja esta crisis es que los mercados nunca deben regularse a sí mismos.
En los países centrales el dinero se pone para salvar a los ricos: los bancos, los inversores, las aseguradoras.
“Se hace pagar a los pobres las excentricidades irracionales de los banqueros”, escribió con claridad Ignacio Ramonet.
No hay dudas de que el país se verá afectado, pero tampoco de que se encuentra en una situación de menor vulnerabilidad.
Brasil, a diferencia de la Argentina, no pudo impedir
el mercado le vaya estableciendo el valor del dólar.
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