Domingo, 30 de agosto de 2009 | Hoy
ESTRATEGIAS DE COLABORACIóN EN LA REGIóN LATINOAMERICANA
El fracaso de la ayuda Norte-Sur para el desarrollo de los países atrasados ha quedado en evidencia desde el auge del neoliberalismo en los ’90. La experiencia argentina en Haití muestra una mejor capacidad de asistencia.
Por Alejandro Lopez Accotto *
Desde hace varias décadas, las Naciones Unidas tomaron la decisión de que los países avanzados debían ceder el 0,7 por ciento de su PBI para Ayuda y Cooperación al Desarrollo de los países atrasados. Este compromiso sólo fue asumido por tres o cuatro Estados y, en la década del ‘90, las cifras absolutas y relativas del dinero destinado a la cooperación internacional entraron en una curva descendente. La situación coincidió con el auge del neoliberalismo, que confrontó con una idea básica que acompañó a la cooperación para el desarrollo desde sus inicios y que era el convencimiento de la necesidad de la acción pública como eje de la estrategia del desarrollo. Los objetivos de la política de desarrollo fueron reemplazados por la búsqueda de resultados macroeconómicos relacionados con el funcionamiento de variables como el déficit fiscal o la inflación.
Los fondos disponibles no sólo han disminuido sino que se han movido de la promoción al desarrollo a la ayuda humanitaria y de emergencia. La cooperación se utiliza para paliar las consecuencias de una estrategia inconducente impuesta, algunas veces, por los mismos que ofrecen dicha ayuda. Sin embargo, frente a la disminución de los montos de la ayuda, aparece una cuestión tanto o más preocupante como ha sido y es su ineficiencia para alcanzar los objetivos. Según el Informe sobre Desarrollo Humano de 2005 del PNUD, ninguna de las tres condiciones básicas de la ayuda para la cooperación han sido cumplidas: proveerse en cantidades suficientes; ser predecible, tener bajo costo de transacción y una relación adecuada calidad-precio; y generar un “sentido de propiedad” de la ayuda por parte del país receptor. En definitiva, existe un consenso generalizado de que, a comienzos del siglo XXI, la Ayuda al Desarrollo no está siendo eficaz para reducir la pobreza, como lo muestran los índices de mortalidad infantil y escolarización.
Para explicar el mal funcionamiento del sistema se ha adjudicado mucho peso a las condiciones de los países receptores, dejando de lado la eventual responsabilidad de los donantes. La mejora de la calidad de la ayuda y la disminución de la influencia de los intereses comerciales involucrados en ella, así como una mayor selectividad y cuidado en la definición de sus acciones, podrían ser un aporte importante frente a tanto derroche ineficiente de recursos. Un mayor peso de los países receptores en las decisiones, así como el fomento a la participación ciudadana y, en especial, del mundo rural, así como la promoción de la estabilidad económica con convicción y programa propio y no por imposición de terceros, serían otros factores que facilitarían una mayor eficiencia de la cooperación para el desarrollo.
En este contexto de fracaso de la ayuda Norte-Sur, que durante algunas décadas fue acompañado por el también fracaso de la ayuda para el desarrollo que brindaba (sobre todo en Africa) el bloque soviético, se está abriendo camino la perspectiva de la cooperación Sur-Sur, que presenta algunas ventajas claras: se comprenden mejor las limitaciones de la realidad porque las mismas son compartidas o lo han sido, se conoce el proceso de ayuda del lado del receptor, se trabaja en una relación de igualdad o de pares, sobre todo en la relación Estado-Estado.
La experiencia de cooperación argentina en Haití muestra, por ejemplo, el enorme potencial que tiene nuestro país en este campo por diversas razones: capacidad de afrontar situaciones de crisis y problemas estructurales de falta de recursos; idoneidad, experiencia y flexibilidad de sus técnicos; importante nivel de desarrollo relativo (en el contexto del Sur), tanto en cuestiones de organización del Estado como de producción para el mercado, y mucho menor costo de la asistencia técnica.
La experiencia de Haití (en la que participan, con el apoyo de Cancillería, el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, el Ministerio de Desarrollo Social y el INTA) no está sola: existen otras en diversos países como Bolivia, Venezuela, Paraguay. Tanto en el sistema científico técnico como en algunos organismos descentralizados (INTA, INTI, entre otros) se repiten experiencias virtuosas de cooperación Sur-Sur. Esta misma experiencia de Haití muestra que a partir de las intervenciones de la cooperación argentina algunos donantes tradicionales del Primer Mundo están dispuestos a apoyarlas con financiamientos aun mayores que los comprometidos por nuestro país. Esto significa que a través de la cooperación Sur-Sur podrían canalizarse de forma eficiente ingentes recursos que hoy literalmente se derrochan o se pierden sin generar ningún impacto positivo en los países receptores
* Economista miembro de la Misión de Cooperación con Haití. Ministerio de Economía y Finanzas Públicas.
Los fondos disponibles de los países ricos no sólo han disminuido sino que se han movido de la promoción al desarrollo a la ayuda humanitaria y de emergencia.
Además de la caída de los montos de la ayuda aparece una cuestión más preocupante, que es su ineficiencia para alcanzar los objetivos.
La experiencia de cooperación argentina en Haití muestra, por ejemplo, el enorme potencial que tiene nuestro país en este campo.
Existen otras iniciativas oficiales en diversos países como Bolivia, Venezuela, Paraguay.
A través de la cooperación Sur-Sur podrían canalizarse de forma eficiente ingentes recursos que hoy literalmente se derrochan o se pierden sin generar ningún impacto positivo en los países receptores.
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