Deseconomías. Tirando la cadena
› Por Julio Nudler
Como, según los demógrafos, dentro de pocos años comenzará a declinar el número de hogares en Japón, ciertas industrias sólo podrán sostener su demanda exportando más o forzando la sustitución de equipamientos viejos por nuevos. Esta es, exactamente, la obsesión de los fabricantes de toilets, lanzados a una febril innovación tecnológica. Ya en los últimos meses han aparecido inodoros revolucionarios, como uno de Matsushita que, mediante electrodos que envían una suave carga eléctrica a través del trasero del usuario, pueden medir su adiposidad. En esta línea, se tiende a convertir el retrete en un auténtico laboratorio, ligado mediante teléfonos celulares a Internet. El WC podrá realizar un conjunto de análisis básicos, que incluyan hasta el ritmo cardíaco del sedente, y que serán transmitidos instantáneamente a su médico, permitiendo la detección precoz de enfermedades. Pero es también obvio que estos toilets inteligentes obrarán como espías implacables de lo más íntimo y privado, auténtica pesadilla de los defensores de las libertades individuales.
Sin embargo, lo que ya hoy está excitando la demanda de inodoros y bidés son atractivos más mundanos, como sensores que al detectar la presencia humana alzan la tapa o emiten diversas bandas sonoras a elección, con gorjeos de pájaros o acordes de arpas niponas, entre otras amenidades. Un modelo que cuesta 3000 dólares enfría o caldea el ambiente casi instantáneamente. Pero la firma Toto marcha decididamente hacia los excusados que respondan a la voz humana, obedeciendo órdenes como la de levantar la tapa, elevar la temperatura o la potencia del chorro de agua. Estos modelos tardarán un par de años en estar a la venta, pero ya hoy pueden conseguirse otros que desodorizan químicamente las deposiciones, y la compañía Inax también ofrece azulejos que absorben olores. En Japón el empeño por volver más confortable y sofisticado el baño se justifica, además, porque suele tratarse del único lugar de la casa donde se puede estar a solas y tranquilo. Lo cual no es exclusivo de los hogares japoneses.