Domingo, 25 de julio de 2010 | Hoy
EL MODELO BRASILEñO COMO FALSO ESPEJO PARA LA ECONOMíA ARGENTINA
Ciertos analistas destacan logros brasileños para desmerecer los argentinos. La cuestión es más compleja. Por caso, Brasil tiene un nivel de riqueza per cápita inferior y un reparto más desigual que la Argentina.
Por Diego Rubinzal
Las recurrentes alabanzas que analistas locales suelen prodigar a los logros obtenidos por Brasil se transformaron en una manera de desmerecer el manejo de los asuntos públicos en la Argentina. El corolario de esos lugares comunes sobre la política brasileña es que la Argentina debiera transitar el mismo camino. Es obvia la importancia de contar con empresas estratégicas del tamaño de Petrobras o Embraer, con un sujeto social dinámico en los industriales paulistas, y con una herramienta de financiamiento como el Banco Nacional de Desenvolvimiento. También es cierto que la administración Lula obtuvo logros relevantes en su lucha contra la pobreza, la desigualdad y el analfabetismo. De todos modos, “el modelo brasileño” está muy lejos de ostentar las virtudes económicas y sociales que algunos comentaristas de la realidad insisten en atribuirle.
En primer lugar, el elevado crecimiento que ostentó el PIB brasileño durante los años de posguerra se fue debilitando en los últimos años. Actualmente, su PIB per cápita ronda los 10.400 dólares –medidos en paridad de poder adquisitivo– contra los algo más de 14 mil dólares de la Argentina. Como explicó Aldo Ferrer, “en el largo plazo, el PBI aumenta, con oscilaciones, en torno del 3 por ciento anual, lo cual es consistente con una muy baja tasa de inversión, del orden del 16 por ciento del PBI”. Por otra parte, la política monetaria y cambiaria brasileña ha beneficiado ostensiblemente a las colocaciones financieras en desmedro de las actividades productivas. Ferrer sostiene que los rendimientos financieros representan alrededor del 7 al 8 por ciento del PBI, que equivale al 50 por ciento de la tasa de acumulación del capital productivo. En ese mismo sentido, el profesor de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Reinaldo Goncalves, sostiene que las políticas aplicadas por el gobierno brasileño generaron un extraordinario mecanismo de transferencia de renta desde el conjunto de la población al sector financiero. “Ese mecanismo inhibe el crecimiento económico en la medida en que transfiere renta de grupos sociales con elevada propensión a gastar (trabajadores) para un grupo minoritario de rentistas del capital financiero”, afirma Goncalves en su trabajo “Desestabilización macroeconómica y dominación del capital financiero en Brasil”.
Además de la desaceleración en el crecimiento del PIB y del predominio del sector financiero, Brasil sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo. El 10 por ciento de los brasileños con mayores ingresos se queda con el 42,7 por ciento de la renta total, mientras que el 10 por ciento de menores ingresos apenas perciben el 1,2 por ciento de la riqueza. Esa desigualdad se ve reflejada en múltiples indicadores sociales: la tasa de analfabetismo es de 9,8 puntos porcentuales, que resulta muy superior al 2,4 por ciento de la Argentina. Al respecto, el presupuesto educativo apenas llega al 4,3 por ciento del PIB, porcentaje más bajo comparado con los fondos asignados por el gobierno argentino para esa materia, que rondan el 6 por ciento del PIB. La tasa de mortalidad infantil brasileña (23,6 por mil) también es superior a la argentina (13,4 por mil) y la esperanza de vida al nacer (73,5 años) es inferior a la que tienen los argentinos (76,2 años). La importante red de contención social que Lula articuló a través del elogiado Programa Bolsa Familia es muy valorable, ya que cubre a 12 millones de familias y a unos 45 millones de personas. Sin embargo, los fondos asignados a ese programa son inferiores –en términos relativos– a la Asignación Universal por Hijo (AUH). Mientras que la AUH representa el 0,58 por ciento del PIB, el Bolsa de Familia apenas alcanza al 0,39 del PIB.
En resumen, en términos comparativos, Brasil tiene un nivel de riqueza per cápita inferior y un reparto más desigual que la Argentina. A su vez, los fondos destinados a las políticas sociales y educativas están porcentualmente por debajo de los asignados en el presupuesto argentino.
Esto no significa que no haya habido avances en la economía brasileña durante la década del ‘20, ni logros sociales durante los últimos años. Simplemente significa poner las cosas en su lugar para no añorar paraísos inexistentes
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