Domingo, 1 de agosto de 2010 | Hoy
LOS TESTS BANCARIOS EN EUROPA
Por Carlos Weitz
El psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan sostenía que el ser humano se estructura en la mirada del otro. Para la salud de los bancos, “la mirada de los otros” o más precisamente la confianza del público en la institución en la que deposita sus ahorros resulta más relevante que la real fortaleza o debilidad de ésta. Un banco sin problemas puede ser objeto de una corrida fulminante si un rumor infundado sobre su debilidad prende entre los depositantes. Por el contrario, un banco con serias dificultades objetivas puede seguir funcionando durante mucho tiempo si la percepción del público es que la entidad no enfrenta problemas.
En los últimos dos meses la desconfianza sobre los sistemas financieros de algunos países europeos no terminó de disiparse, alimentada fundamentalmente por una ola de rumores que profundizaron aún más la crisis. Estos rumores generaron fuertes suspicacias dentro de la Unión Europea. La prensa española acusó a Alemania de propagarlos con el objetivo de desviar la atención del público de problemas propios, más específicamente la situación de los bancos regionales germánicos.
Los reguladores bancarios tienen como uno de sus objetivos centrales preservar la estabilidad de sus sistemas financieros. Este objetivo lleva a que, paradójicamente, los propios supervisores sean los menos interesados en que el público conozca las debilidades de un banco en particular, porque la desconfianza del público sobre una institución puede terminar contagiando al resto del sistema produciendo una corrida financiera.
De acuerdo con las autoridades europeas, la virulencia de los rumores y su falta de correlato con la realidad llevaron a que los reguladores bancarios apoyaran “con carácter excepcional” un ejercicio de transparencia, publicando el grado de fortaleza de las principales instituciones financieras europeas. Para ello, llevaron adelante pruebas de resistencia consistentes en analizar si el capital que opera como un colchón para hacer frente a pérdidas inesperadas de cada institución resultaba suficiente para afrontar escenarios adversos tales como caídas del producto, aumento del desempleo, mayor morosidad en el pago de créditos o disminución en el valor de los inmuebles que garantizan créditos hipotecarios.
A diferencia de las pruebas efectuadas en Estados Unidos en 2009, donde existió un criterio homogéneo, en el caso europeo los tests fueron realizados por varios organismos: reguladores nacionales, el comité de supervisores bancarios europeos, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. La lupa de las pruebas se puso fundamentalmente sobre los bancos llamados sistémicos, es decir, aquellos lo suficientemente grandes como para poner en riesgo al resto del sistema. En total se analizaron 91 entidades que abarcaron al 65 por ciento del conjunto del sistema europeo, de los cuales sólo siete no pasaron la prueba. Si bien la comunicación mediática de los resultados enfatizó la fortaleza de los bancos europeos, si se analizan las pruebas con un poco de detalle se observa que los criterios seguidos por los distintos países no fueron ni lo suficientemente exigentes ni mínimamente homogéneos entre sí.
En algunos casos (como en el de Alemania) no se publicaron datos claves como la exposición de algunas instituciones a la deuda pública de los países con dificultades; los supuestos considerados en los peores escenarios tampoco contemplaron, insólitamente, la posibilidad de que un país europeo (como Grecia) pudiera incumplir con el pago de sus obligaciones públicas; aplicándose criterios de valuación de obligaciones públicas que tienden a subestimar el impacto de caídas en los precios.
Pese a estas deficiencias, en el corto plazo, las pruebas cumplieron con el objetivo de lograr una “mirada menos desconfiada de los otros” sobre el sistema financiero europeo
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