Domingo, 1 de agosto de 2010 | Hoy
AGRO › EL ROL DEL COMPLEJO ACEITERO-SOJERO
La exposición de Palermo permitió presenciar cómo el grueso de los principales referentes opositores intentó una foto con alguno de los máximos representantes de la oligarquía sojera.
Por Claudio Scaletta
De “los políticos”, es decir, de aquellos que para continuar con su trabajo necesitan el apoyo del voto de las mayorías, podrían normalmente esperarse actitudes demagógicas en el sentido clásico del halago, generalmente falso, hacia estas mayorías. Partiendo de una consideración matemática, pero no solamente, en una sociedad democrática, en el sentido de gobierno de las mayorías respecto de las minorías, halagar a las minorías privilegiadas debería ser el camino de la “antipolítica”. Se supone que con los votos de las minorías acomodadas no se ganan elecciones. Tampoco es aquí donde residen las fuerzas transformadoras.
Sin embargo, “la fiesta del campo en la ciudad” permitió presenciar cómo el grueso de los principales referentes opositores desfiló por el predio de Palermo. Es raro, pero lo que intentaban es la foto con alguno de los máximos representantes de la oligarquía sojera. Otra rareza: los referentes opositores no creen que esta foto sea piantavotos, sino todo lo contrario. Tampoco creen que sea piantavotos la defensa cerril de los intereses económicos de estas minorías privilegiadas; todo lo contrario.
Sucede que entre los principales anunciantes privados de los grandes medios se encuentran las firmas del complejo aceitero-sojero, a la vez socias en eventos, las que en la post convertibilidad reemplazaron a bancos y privatizadas del lugar de anunciantes hegemónicos. Halagar a sus referentes es entonces rendidor en la principal ágora de la política moderna; la mediática. El gobierno no es la única “caja”. Hablar exclusivamente de la caja del Estado, con la excusa de que “es de todos”, es completamente funcional al poder económico. Las cajas son muchas. Y por estas tantas otras cajas es que, en el centro de la fiesta de los grandes productores del agro, los referentes opositores no vacilaron en ponderar la necesidad de que, en una sociedad democrática, no se cobren tantos impuestos a los más ricos. Es más, piden que directamente no se apliquen retenciones, a la vez que, por la otra ventanilla, piden con dudosa responsabilidad fiscal aumentar las erogaciones. Como algún prurito formal todavía queda, algunos hablan de “retenciones segmentadas para los pequeños productores”.
Es necesario repetirlo: los pequeños productores sojeros no existen. Y los que existen son marginales, porque se trata de unidades antieconómicas. En el capitalismo avanzado las commodities se producen a escala. No es con la soja que los verdaderos pequeños productores tienen la oportunidad de agregar valor. Esta lógica de la economía, de lo que sucede en el momento de la producción, es la que explica el fenómeno de los arrendamientos. Los campos pequeños en las principales zonas sojeras generalmente se alquilan porque lo rentable es producir a escala. Son fenómenos propios de la concentración orgánica del capital que hoy demanda la soja.
En segundo lugar, en el caso de que estos “pequeños” existan hay que agregar que las retenciones las pagan los exportadores y que es altamente probable, ateniéndose a la dinámica de los procesos de formación de precios, que las retenciones segmentadas no tengan ningún efecto sobre el precio interno, que es lo que podría beneficiar a los presuntos “pequeños”. Lo único que se conseguiría con una segmentación es la proliferación de estrategias para generar exportaciones “como si” correspondiesen a pequeños productores. Antes del rechazo a la 125, el gobierno había cedido a la tentación de segmentar, a la que sumó beneficios por distancia, otra medida antieconómica y promotora de sojización. Dicen que fue por estrategia de negociación. Frente al nuevo embate que prepara el bloque agrario, el gobierno cuenta con una experiencia que antes no tenía: la oligarquía sojera nunca aceptará medias tintas, siempre irá por todo.
Las cajas, para terminar, no sólo compran las voluntades de los dueños de algunos medios, empresarios al fin. Está muy bien que algunos periodistas intenten escapar de la dispersión temática e intelectual a la que a veces obliga la profesión y se especialicen en cubrir la realidad de un solo sector, en este caso el agropecuario. Pero así como repugna que “la caja” genere oficialistas acríticos, también resulta feo ver cómo las cajas convierten a muchos colegas en lobistas sectoriales, actividad lícita, pero ajena a la profesión. De esto se vio bastante en La Rural
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