GABRIEL PALMA, DE LA UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE, ANALIZA LA CRISIS ARGENTINA
“Malayos a la fuerza”
Pese a los esfuerzos del Gobierno por cerrar un acuerdo con el FMI, éste se resiste. Así, desde una posición de debilidad, Roberto Lavagna transita un camino similar al de Malasia. Cómo fue ese modelo.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
Catedrático de la Universidad de Cambridge, especialista en economía comparada, el chileno Gabriel Palma ha estudiado detenidamente las crisis asiáticas y latinoamericanas de las últimas dos décadas. En el caso de la Argentina, Palma defiende la declaración de una moratoria con los organismos multilaterales y una renegociación del conjunto de la deuda. “La Argentina puede vivir con lo suyo. Es más, debe hacerlo. Un programa de esta naturaleza es una necesidad económica. El problema es político. Todos los países que vivieron crisis similares salieron de ellas gracias a la existencia de gobiernos fuertes. No se ve que la Argentina vaya a tener un gobierno de esta naturaleza en el futuro inmediato”, señaló en el curso de una entrevista con Cash el autor de Crisis financiera del sudeste asiático e Historia económica de Chile.
Durante la crisis del ‘97, Malasia se planteó una política independiente del FMI. ¿Es posible aplicar este modelo a la situación actual de la Argentina?
–Los casos son muy diferentes. En el momento de la crisis asiática de 1997 la economía de Malasia estaba en orden. Las exportaciones del país superaban su producto bruto interno, la balanza de pagos y la situación fiscal estaban equilibradas, el nivel de reservas del Banco Central era adecuado. La crisis que sacudió al país se debía enteramente al contagio que le produjo lo ocurrido en su vecino Tailandia y a la ceguera de los inversores internacionales para distinguir entre dos países de una región. Esto hizo que Malasia pudiera decirle no al FMI y sus políticas neoliberales desde una posición de fuerza. No es la situación argentina actual. La Argentina está planteándose el camino malayo a la fuerza: no le queda otra opción. Pero lo hace desde una posición de debilidad, en un momento en que su economía no tiene ninguna de las características de las de Malasia. El modelo de Malasia le sirve a la Argentina en un sentido: es un ejemplo de la necesidad de superar la crisis con reglas de juego propias e independientes.
¿Es posible plantearse una política independiente cuando los fundamentos económicos son tan débiles?
–La Argentina enfrenta obstáculos internos y externos. La crisis se da en un momento internacional poco propicio por el drástico cambio en la política estadounidense respecto de los rescates económicos. Este cambio de política se ve agravado por la crisis económica de Estados Unidos debido a los escándalos financieros, el aumento del gasto militar y del déficit fiscal. A esta situación externa poco favorable se suman graves problemas internos. La Argentina tiene que resolver su crisis bancaria, eso es fundamental. El país está pagando esa estupidez del corralito que en realidad era una derivación de esa otra estupidez que fue permitir la libre disponibilidad de cuentas en dólares durante la convertibilidad. La convertibilidad exigía que las reservas cubrieran el circulante, pero no los ahorros, lo que dejaba un flanco extremadamente vulnerable a cualquier ataque. Aun así, haber optado por el corralito, en vez de por una estricta política de control de cambios fue un absurdo total. Todo el programa de Cavallo llevaba la marca del fundamentalismo de mercado. Ahora se está intentando formular un despegue económico con un sistema financiero endeble.
¿No impide toda esa situación la aplicación de un modelo como el de Malasia?
–La Argentina tiene la posibilidad de vivir con lo propio. Debe hacer una moratoria con los organismos multilaterales y ahí empezar a negociar. El único talón de Aquiles de esta política sería si sus exportaciones fueran embargables, como sucedería en el caso de Chile con las exportaciones de cobre que se encuentran en manos del Estado. Pero como todo lo que exporta la Argentina es privado no hay margen para un embargo. Tampoco hay mucho margen en el marco de las reglas de la Organización Mundial del Comercio para realizar un boicot a productos argentinos. Y además ningún país ha hecho un default con el FMI. Esto refuerza la posición de la Argentina. Es decir, están dadas las condiciones para que el país renegocie la deuda externa a tasas de interés razonables y en períodos razonables, olvidando todo lo firmado antes. Al mismo tiempo, la Argentina tiene que solucionar sus graves problemas políticos e institucionales, en especial la crisis del sistema bancario. Si miramos otras crisis previas, vemos que siempre hubo una clara dirección política en la resolución de las emergencias existentes. Tomemos los casos de México en el ‘94, los países asiáticos en el ‘97, Brasil en el ‘99. Incluso el caso de Chile en la crisis del ‘82, crisis de un modelo muy similar al de Cavallo y la convertibilidad. En todos estos casos, el mínimo común denominador fue la existencia de gobiernos fuertes capaces de tomar las medidas necesarias. Yo me exilié con el golpe de Pinochet en el ‘73, pero tengo muy en claro que en la crisis del ‘82 el gobierno adoptó un paquete heterodoxo muy razonable para salir de la crisis que habían creado los “Chicago boys” que habían gobernado la economía hasta entonces. En la Argentina, el problema es político e institucional.