Dom 06.02.2011
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› Por Roberto Navarro

A diferencia de lo que ocurrió históricamente en el país y de lo que sigue pasando en la mayoría de los países del mundo, el empleo juvenil registrado fue el que más creció en los últimos ocho años en Argentina. Entre 2002 y 2010 el empleo total creció un 59 por ciento y el de jóvenes de entre 18 y 29 años, un 86 por ciento. El incremento de empleos en ese segmento etario fue de 843 mil puestos de trabajo. Así, el desempleo juvenil cayó del 35,9 por ciento en 2002 al 18,9 por ciento en 2010, un nivel que igualmente continúa siendo elevado, sobre todo en comparación con la tasa de desempleo general, que se encuentra en 7,5 por ciento.

La dinámica de mejora de los últimos años es central para los jóvenes, dado que quiebra la lógica de exclusión laboral y social que predominó en especial en la década del noventa, cuando un porcentaje creciente de trabajadores estaba obligado a permanecer por largo tiempo en inserciones precarias, caracterizadas por una elevada inestabilidad, bajos ingresos y desprovistas de beneficios laborales.

“A partir de 2003, la política de empleo se dirigió principalmente a los grupos de población más vulnerables en materia de empleo. Justamente, en el reconocimiento de que los jóvenes constituyen un colectivo con mayores dificultades para la inserción laboral de calidad, es que la política de empleo los considera prioritarios en sus intervenciones”, señaló el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, a Cash.

De acuerdo con un informe de la OIT sobre las tendencias del empleo juvenil en el mundo, la probabilidad de estar desempleado es 3,5 veces mayor para los jóvenes que para los adultos. Debido a ésta y otras circunstancias, el número de jóvenes desempleados a nivel mundial aumentó en forma sostenida en los últimos diez años, hasta alcanzar a cerca de la mitad del desempleo total. En países desarrollados, con amplios sistemas de protección social, como Suecia, Francia, Bélgica e Italia, la tasa de desempleo de los jóvenes rondaba el 20 por ciento antes de la irrupción de la última crisis financiera internacional. Difícilmente algún observador afirme que la presencia de desempleo juvenil en estos países europeos haya mejorado crisis mediante.

El despegue de los jóvenes

Según un estudio de la cartera a cargo de Tomada, en 2002 el desempleo para los varones menores de 29 años alcanzaba el 23,7 por ciento; en la actualidad cayó al 15 por ciento, una baja de 9 puntos porcentuales. En el caso de las mujeres jóvenes, hace ocho años soportaban una desocupación del 37 por ciento; a fines de 2010 cayó al 21 por ciento, 16 puntos menos. El mismo informe señala que entre el segundo trimestre de 2003 y el mismo período de 2010, el desempleo total cayó del 17,9 por ciento al 9,9 por ciento: 9,9 puntos porcentuales. En este caso, se compara con los menores de 24 años, el segmento etario al que más le suele costar conseguir un puesto. En el mismo período, el desempleo entre estos jóvenes cayó del 35,9 por ciento al 18 por ciento, una baja de 18 puntos.

El mercado de trabajo siempre ha sido menos permeable a los jóvenes que a los adultos. Además, esta situación se deterioró marcadamente durante la década del noventa, con la aplicación de las políticas orientadas al libre mercado. El conjunto de políticas implementadas desde 2003, el único enfoque que en los últimos 30 años ha provocado un cambio positivo en las condiciones laborales de los jóvenes, produjo como resultado la incorporación masiva de jóvenes al empleo asalariado registrado; es decir, a un empleo productivo, protegido y cubierto por el sistema de seguridad social.

Según la información que surge de la cartera laboral, entre 2002 y 2010 más de 840 mil nuevos puestos de trabajo registrados fueron ocupados por personas de hasta 29 años. Esto significa que el trabajo formal orientado a la población joven creció un 86 por ciento durante el período analizado, incremento muy significativo si se lo compara con el aumento del empleo registrado asalariado total, que fue del 59 por ciento. El segundo segmento en el que más creció el empleo en el período citado fue el de las personas de entre 30 y 45 años: un 71 por ciento. La ocupación entre los argentinos de entre 46 y 55 años se elevó en un 53 por ciento. Y la de más de 55 años, un 2 por ciento.

La estrategia de incorporación

Uno de los aspectos que caracterizan una decidida priorización de la población joven como grupo vulnerable en su relación con el mercado de trabajo es el esfuerzo que ha realizado el Ministerio de Trabajo para que los servicios públicos de empleo integrados a la Red de Oficinas de Empleo reconozcan a los jóvenes como un colectivo central de su atención. En 2007, en las 204 oficinas de empleo municipales fortalecidas por el ministerio, el 5 por ciento de la población atendida tenía hasta 24 años. En 2010, la cantidad de oficinas de empleo ascendía a 341 y el 45 por ciento de las personas atendidas eran jóvenes de hasta 24 años.

Otra la política que ratifica el compromiso de la actual gestión con los jóvenes y su relación con el mercado de trabajo es la creación en 2008 del Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, que institucionalizó mecanismos de promoción y fortalecimiento del empleo de calidad para los jóvenes. El programa está destinado a personas de ambos sexos de entre 18 y 24 años que no completaron el nivel básico o medio de educación formal y se encuentren en situación de desempleo.

En la actualidad, el programa cubre a más de 170 mil jóvenes distribuidos en 157 municipios que les brindan servicios a través de las oficinas de empleo integradas a la Red. Los jóvenes participan de procesos de orientación e intermediación laboral y son apoyados en la búsqueda activa de empleo. Reciben asistencia para la construcción de un proyecto ocupacional y para la formulación y generación de emprendimientos independientes. Además, dentro del esquema local de prestaciones son derivados al sistema educativo para la terminación de estudios formales, cursos de formación profesional y certificación de competencias laborales y a prácticas calificantes en ambientes de trabajo.

Mientras permanecen en el Programa reciben una ayuda económica no remunerativa de 450 pesos mensuales. Además pueden acceder a un incentivo adicional de hasta 900 pesos anuales por la aprobación de los estudios formales o proyectos de formación profesional y hasta 4000 pesos para desarrollar un proyecto de emprendimiento independiente en concepto de apoyo a la formación del capital.

Los avances logrados durante los últimos años en la reducción de la exclusión social y laboral de la población joven no implica que en la actualidad las condiciones laborales de estas personas sean óptimas ni aceptables. El hecho que sí queda claro es que este modelo no sólo no es responsable de la situación actual de los jóvenes, sino que ha sido uno de los pocos que en la Argentina han logrado reducir efectivamente la problemática a través de la promoción de empleos de calidad para la población joven

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