INFORME ESPECIAL
Un poco de aire
Por Fernando Krakowiak
El crédito en el 2003 será caro, escaso y de plazos cortos. La opción no está del todo mal para un país que hace apenas un año devaluó su moneda luego de acorralar los depósitos de los ahorristas y declarar el default de la deuda externa. Sin embargo, será difícil lograr la reactivación si no se regeneran las bases del ahorro y el crédito a mediano y largo plazo. Durante 2002 el stock de préstamos bancarios otorgados al sector privado no financiero disminuyó en 19.231 millones de pesos porque el dinero que ingresó al sistema para cancelar deudas o por nuevos depósitos no se destinó a nuevos créditos. Los bancos utilizaron esos recursos para devolver parte de los depósitos atrapados en el corralito o para invertir en Letras del Banco Central (Lebac). La falta de crédito alentó la consolidación de vías alternativas de financiamiento como los fideicomisos, los círculos de ahorro previo, las aceptaciones bancarias y las cuevas financieras. Recién durante los últimos meses, la baja inflación permitió una tímida recuperación de la oferta bancaria a partir de descuentos de cheques y facturas, financiación con tarjetas de crédito en cuotas y algunas líneas de préstamos personales y para pymes. Durante este año la oferta no se ampliará demasiado, pues será difícil reducir la incertidumbre mientras perdure en la memoria lo ocurrido en el pasado reciente.
La crisis que soportó el sistema financiero local no reconoce antecedentes de semejante magnitud a lo largo de su historia. Según datos del Estudio Alpha, entre enero de 2001 y el primer semestre de 2002 los depósitos cayeron un 41 por ciento, cifra equivalente a 40.000 millones de pesos. La última gran fuga se había producido durante la crisis del Tequila, pero entonces la caída fue “sólo” del 17 por ciento de los depósitos hasta acumular 8100 millones de pesos. Ni siquiera las crisis internacionales de Malasia, Indonesia y Rusia pudieron equiparar el record argentino.
Recién a partir de agosto de 2002, comenzó una lenta recuperación de depósitos debido a las altas tasas de interés ofrecidas por los bancos. Sin embargo, el crédito continúa en su mayoría cortado, pues lo que ayudó a convalidar el alto nivel de las tasas no fue la demanda de los clientes sino las sucesivas licitaciones de Lebac que llegaron a cotizar a un 130 por ciento anual para desalentar la huida hacia el dólar. Así fue como el stock de préstamos al sector privado continuó disminuyendo mientras los títulos públicos en poder de los bancos crecieron 37.344 millones de pesos hasta alcanzar casi el 50 por ciento de sus activos, situación en la que también influyó de manera crucial la compensación que otorgó el gobierno a los bancos por la pesificación asimétrica.
La preferencia por la liquidez deja en evidencia el temor de los bancos y se muestra en sintonía con lo ocurrido en otros países. Según un trabajo de Jorge Vasconcelos del Ieral, luego de la crisis financiera que sufrió Ecuador en 1999 los depósitos crecieron entre enero de 2000 y fin de 2001 un 75 por ciento, pero el crédito sólo aumentó un 22 por ciento. En México los depósitos luego del Tequila aumentaron un 99 por ciento en términos nominales y el crédito sólo subió un 27 por ciento.
En Argentina la desaparición del crédito ha venido promoviendo vías de financiamiento alternativas fundamentalmente para los sectores vinculados a la exportación. El armado de fideicomisos sirvió para conseguir los recursos necesarios para incrementar la producción tentando con una tasa de rentabilidad interesante a inversores institucionales y a algunos ahorristas que tenían sus dólares descansando en el colchón. Así se fueron financiando las actividades de productores arroceros, frutihortícolas, vitivinícolas y ganaderos, entre otros. En la generación de los fideicomisos está teniendo una fuerte incidencia el Banco de Inversión yComercio Exterior (BICE), una entidad de “segundo piso” que emitió bonos en el mercado de capitales por varios cientos de millones de pesos para prefinanciar exportaciones a través del sistema bancario.
También aparecieron actores novedosos como la sociedad de garantía recíproca Garantizar que en teoría se debería dedicar sólo a otorgar avales a las pymes para facilitar su acceso al crédito bancario, pero en la práctica también impulsó fideicomisos y otras alternativas de financiamiento vinculadas al mercado de capitales porque desde el inicio de la crisis al sistema financiero no hay garantía que lo conmueva.
Quienes no deberían depositar su confianza en el mercado de capitales son las empresas que tienen sus ingresos en pesos porque será muy difícil encontrar inversores dispuestos a poner dinero en actividades productivas que dependen del mercado interno. Por ahora, muchas pymes están trabajando a pedido y se financian sólo con el descuento de cheques y facturas en bancos o en cuevas financieras que llegan a cobrar el 12 por ciento mensual. Algunos bancos públicos y de capital nacional han comenzado a ofrecer créditos de corto plazo para pymes, pero la demanda es escasa. Liliana Jara, gerente Pyme del Banco Ciudad, afirmó a Cash que “tuvimos pocas consultas porque la gente no quiere endeudarse”. Francisco Dos Reis, presidente de Apyme, coincidió en que los pequeños empresarios no toman deuda por la incertidumbre, pero también “por el costo de las tasas”.
La recomposición plena del crédito bancario para el sector empresario dependerá de cómo evolucionen las variables macroeconómicas y de las medidas que tome el Banco Central, a quien desde varios sectores se le reclama una flexibilización de las normas de previsionamiento que deben respetar los bancos para poder otorgar créditos. “No puede ser que al momento de evaluar el otorgamiento de un crédito se tomen más en cuenta tres balances pésimos que tres futuros negocios”, remarcó a Cash Arnaldo Bocco, presidente del BICE.
El crédito para el consumo también está pendiente de la normalización del sistema financiero. Las más interesadas en su resurgimiento son las cadenas comerciales minoristas que durante la convertibilidad llegaron a vender tostadoras en 15 cuotas y el año pasado vieron derrumbarse sus ventas al tener que comercializar al contado hasta las heladeras y las computadoras. En los últimos meses se comenzó a ofrecer financiación hasta en 6 cuotas con tarjeta de crédito para intentar remontar la pendiente, pero las tasas bordean el 50 por ciento anual. Y si las compras no son en cuotas, la tasa de interés por el crédito que se habilita con el pago mínimo de la tarjeta llega al 85 por ciento anual.
Otra opción que resurgió con la crisis son los círculos de ahorro previo que tuvieron su época de gloria en la década del ‘80. Fiat y Ford promueven planes de 84 cuotas con la opción de acceder al auto por sorteo o licitación y el Banco Provincia implementó un novedoso círculo para acceder a 2000 o 5000 pesos en efectivo. La modalidad es sencilla: se conforman grupos de 48 suscriptores y mensualmente dos de ellos acceden por sorteo al monto que adhirieron más lo que se acumule de interés. Son alternativas novedosas, pero serán insuficientes si el Banco Central no se decide a impulsar una política monetaria expansiva que apueste a la recuperación del crédito a tasas bajas y plazos más largos. Recién entonces se podrá soñar con la reactivación productiva.
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