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El acceso a la vivienda y la inflación son dos cuestiones que aquejan el bienestar de la población y la economía en general. Por una parte, las posibilidades de tener una vivienda propia se presentan en la actualidad como un objetivo lejano para la mayoría. Según un informe elaborado por el especialista Luis Baer, luego de la crisis de 2001 existió un boom de la construcción con destino residencial, pero éste se focalizó principalmente en el segmento de altos ingresos. Así, el valor creciente de las propiedades sumado a créditos hipotecarios reservados para escasos estratos presenta una realidad compleja.

La significativa evolución del sector de la construcción en la post convertibilidad ha funcionado como factor dinamizador de la economía. Pese a ello, lejos estuvo de atender las necesidades habitacionales de los ciudadanos. Por ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires, donde el boom inmobiliario es evidente, según el Censo 2010 en la Comuna 1 (microcentro) se encuentran desocupadas el 40 por ciento de las viviendas, en la Comuna 2 (Recoleta) el 34, en la 13 (Núñez, Colegiales y Belgrano) el 25 y en la 14 (Palermo) el 29. Un fuerte indicio de que la oferta no es acompañada por la demanda y, asimismo, de que la mayor disponibilidad de viviendas lejos está de hacer bajar los precios.

Por otra parte, en un contexto de alza y reacomodamiento general de precios, fenómenos que actúan en detrimento de la posesión de activos líquidos, se ha observado una intensa vocación de consumo de variados bienes y servicios. Ello se evidenció en la importante evolución de las ventas en los últimos años de las cadenas comercializadoras de electrodomésticos y concesionarios de automóviles, entre otros. Todo ello, como es evidente, de la mano de una recuperación de los niveles de ingreso y empleo.

La pregunta que surge es: ¿cómo combatir la inflación sin enfriar la economía? y, además, ¿cómo hacer para mejorar las condiciones de acceso a la vivienda? Retomando una idea esbozada por Enrique Martínez, se podría subsidiar las tasas de los créditos hipotecarios a fin de facilitar el acceso a la vivienda y ofrecer una alternativa de consumo. Las dificultades para alcanzar la casa propia, sumado a lo “poco rentable” que resulta atesorar en pesos, en el marco de un horizonte poco claro para las monedas de las principales potencias, lleva a reducir los incentivos de ahorro y sesgar las opciones de consumo hacia bienes superfluos.

La bonificación de las tasas de los créditos hipotecarios permitiría comenzar a disminuir el déficit habitacional, generando una sustitución del consumo sin un descenso de la demanda agregada. De este modo, se podrían comenzar a lograr –aunque en grado difícil de mesurar– tres objetivos simultáneos: acceso a la vivienda, un redireccionamiento del consumo y una demanda agregada consistente

*Investigador en el Laboratorio de Políticas Públicas. [email protected]