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Domingo, 7 de octubre de 2012

EXPANSIóN DE LA PRODUCCIóN DE CARNE DE POLLO. MERCADO INTERNO Y EXPORTACIONES

Industria avícola

 Por Federico Kucher

La industria avícola multiplicó sus ventas por el cambio en la dieta de la población. La demanda de carne de pollo se duplicó en los últimos años, reacción del mercado interno al alza del precio de la carne vacuna. La demanda efectiva impulsó al complejo local para posicionarlo como el octavo productor del mundo. De esa manera no sólo abasteció al sector doméstico, sino que se registraron año a año aumentos de los saldos exportables.

Las empresas que participan en la cadena de valor de la carne avícola se dividen en plantas de incubación y granjas de engorde en la etapa de producción primaria, mientras que los frigoríficos son los que se encargan de la industrialización. Parte importante de las firmas se integran verticalmente, lo que les facilita a unos pocos grupos empresarios administrar la totalidad del negocio. Tres Arroyos, Rasic, Frigoríficos de Aves Soychu y Las Camelias se reparten la mitad de la producción. Tienen sus establecimientos productivos en las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires, cerca del maíz y soja que se requiere como principal insumo del sector. En base a esos cultivos se fabrica el alimento balanceado para engordar a las aves.

Con la salida de la convertibilidad, los productores avícolas aumentaron mucho la facturación al tiempo que elevaron sus beneficios. El impulso fue la mayor demanda del mercado interno. A partir de 2002, el consumo anual de carne de pollo avanzó desde 18 kilos por habitante hasta superar 40. “Sólo en la última década el consumo por persona creció lo mismo que en los anteriores cuarenta años de historia de la avicultura industrial en el país”, explicó a Cash Roberto Domenech, titular de CEPA, el centro que agrupa a las empresas procesadoras de aves.

Los menores precios relativos de la carne aviar en relación con otras carnes fueron el principal incentivo para la modificación estructural de la dieta de los consumidores. Cortes populares, como el asado, se encarecieron más del doble que el pollo. La estabilidad de los precios de la cadena avícola fue resultado de las retenciones. Moderaron el aumento de costos importantes: cereales y oleaginosas utilizados para alimentar a los pollos. Además, desde 2007, se implementó un esquema de subsidios a frigoríficos para mantener los precios en el mercado interno.

La demanda efectiva local fue lo que impulsó a los productores. Hubo inversiones que promediaron 400 millones de pesos anuales. Se agregaron galpones de cría. Además se compraron máquinas incubadoras y se reequiparon con nuevas tecnologías las plantas de faena. Las empresas consiguieron financiamiento para invertir e incorporar capital de trabajo a través de las líneas de crédito con tasas subsidiadas del Banco Nación. De esa manera alcanzaron aumentos de producción que permitieron abastecer al mercado interno sin generar cuellos de botella.

También se consiguieron excedentes para la exportación. Por la ruptura del tipo de cambio fijo en 2002, hubo un estímulo inicial para vender al mundo, aunque fueron los menores costos asociados a la alta productividad de la agroindustria nacional los que permitieron sostener e incrementar las posiciones comerciales. Los despachos al exterior triplicaron su participación en el producto sectorial hasta sumar cerca de 500 millones de dólares. Los principales destinos fueron China, Venezuela, Chile y Sudáfrica. Si bien las ventas importantes fueron de carne fresca entera, se exportaron además gallinas procesadas, garras, harinas, supremas y patitas.

El titular de CEPA explicó que, pensando en los próximos años, el complejo avícola se debe enfocar en el sector externo, porque “gracias al crecimiento de la última década el mercado interno registra un consumo de carnes similar al de los países como Australia”. Eso comprime el margen. No se pueden seguir aumentando las ventas al mismo ritmo en el segmento local. Por ello son necesarias las estrategias de exportación. Una clave es conseguir acuerdos con economías complementarias, a las que “se les puede garantizar alimentos a cambio de energía”

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