VENEZUELA EN EL MERCOSUR
› Por Eugenia Migliori *
La incorporación de la República Bolivariana de Venezuela al Mercosur como miembro pleno abre una nueva y definitiva etapa en el proceso de integración regional que incluye un abanico de oportunidades para nuestros países en un contexto internacional signado por una crisis económica sin precedentes.
A contramano de lo que muchos analistas del establishment auguraban hace apenas unos meses, el Mercosur se encuentra atravesando un momento de vitalidad nunca antes visto a partir de la decisión de conformar un proyecto político de cooperación y coordinación en función a metas compartidas. La mandataria del Brasil, Dilma Rousseff, fue contundente y se refirió al bloque como “una nueva potencia energética con mayor dimensión geopolítica y neoeconómica” a partir del ingreso de quien detenta la mayor cantidad de reservas de hidrocarburos líquidos pesados y extra pesados del mundo.
Venezuela es la tercera economía del bloque con un PBI de 342 mil millones de dólares, una población de 30 millones y una balanza comercial superavitaria equivalente a 57 mil millones de dólares en el 2011. Fue el país del Mercosur que más intercambio comercial tuvo con el mundo durante el último año, aunque su principal socio es Estados Unidos. Venezuela produce tres millones de barriles de petróleo al día, y exporta gran cantidad al gigante norteamericano, lo que la hace sensiblemente dependiente de ese vínculo. Su ingreso al Mercosur le permitirá diversificar sus exportaciones y reorientar sus ventas hacia el sur.
La complementariedad económica que existe entre Venezuela y los antiguos países miembros del Mercosur es notable. Como afirmara Hugo Chávez, Venezuela ha soportado durante sus últimos cien años un modelo económico basado en la monoproducción de petróleo que le generó una dependencia extrema hacia dicho recurso, representando el 95 por ciento de las exportaciones del país, e imposibilitándole el desarrollo del sector agrícola e industrial. Su inclusión al bloque le permitirá aportar sus riquezas naturales, sus reservas de hierro, bauxita, oro, petróleo y 30 millones de hectáreas para alimentos. Con esta nueva sinergia, América del Sur se convierte en el mayor productor de alimentos, y le permite a Venezuela paliar esta demanda que arrastra desde hace varias décadas.
Fortalecer la vinculación Sur-Sur es esencial para garantizar crecimiento con inclusión social en nuestros países, aunque difícilmente pueda hacerse si no invierte en infraestructura que nos conecte cada día más. Mejorar el comercio intrazona es una de las metas fundamentales de este proceso, ya que la posición geográfica de Venezuela extiende al Mercosur hacia el Caribe, otorgándole una potencialidad extraordinaria para situarse como uno de los principales bloques económico-políticos del mundo.
En tiempos de crisis, aunar esfuerzos para conducir procesos de integración regional es una decisión política que tiene por objeto cuidar lo logrado en la región en esta primera década del siglo XXI. El llamado de las presidentas Cristina Fernández y Dilma Rousseff a que más países de América del Sur se unan al Mercosur no es casual, y responde a una visión estratégica y geopolítica que implica consolidar al bloque y que éste se convierta en un actor de peso internacional para posteriores negociaciones. En la última visita del primer ministro chino Wen Jiabao a la región se planteó la idea de firmar un acuerdo de libre comercio entre China y el Mercosur. El ingreso de Venezuela posiciona inmejorablemente al bloque para eventuales acuerdos comerciales que se suscriban.
No obstante, nuestra región posee reservas en sus bancos centrales equivalentes a medio billón de dólares, fortalezas macroeconómicas y una unidad política nunca vista en 200 años de historia que debería traducirse en la proliferación de proyectos de desarrollo e infraestructura que nos permitan prescindir de financiamiento externo. El ingreso de Venezuela amplía y consolida este bloque de integración, el cual deberá expandirse gradualmente sumando a aquellos actores que no tengan acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. En un momento de proteccionismo galopante, las grandes potencias prefieren negociar aisladamente en vez de hacerlo con bloques de países fuertes. El Mercosur tiene el deber histórico de superar el motivo que le dio origen –ser una unión aduanera que promoviera el libre comercio–, erradicar la falta de visión estratégica, aumentar la confianza mutua entre los países y empezar a estar a la altura de las circunstancias para comprender que los cambios globales que se avecinan pueden situarlo como jugador global.
* Internacionales (USAL). Candidata a magister en Relaciones Internacionales (USAL). Miembro de Generación Política Sur.
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