› Por Natalia Aruguete
En el marco de la crisis profunda que vive la Unión Europea, Cash entrevistó a uno de los economistas heterodoxos más reconocidos de Europa, Pierre Salama, quien fue invitado por el Cemop para participar del VI Encuentro Internacional de Economía Política y Derechos Humanos. Economista francés y profesor de la Universidad de París XIII, Salama enfatizó su crítica al estilo alemán de imponer sus intereses por sobre los de la UE y reclamó mayor federalismo y solidaridad. Además, advirtió sobre la fragilidad de las economías de América latina, pese a mostrarse menos vulnerables frente a la crisis.
¿Cómo evalúa el reciente anuncio de ajuste hecho por el gobierno francés?
–El gobierno no hizo promesas importantes y aplica su programa, que es liberal de izquierda, porque se comunica –habla con los sindicatos, por ejemplo–, pero la ideología es liberal. Su prioridad es disminuir la deuda. Para eso se necesita aumentar impuestos y reducir los gastos. La gran diferencia con los gobiernos de derecha es que los más ricos son los que van a pagar.
¿Se trata de un aumento impositivo progresivo, desde su punto de vista?
–Exactamente. La verdad es que, durante la época de (Nicolas) Sarkozy, la desigualdad en el pago de los impuestos era cada día más fuerte. En cierta manera, ésta es una tentativa de hacer una política diferente en relación con la anterior. Es una medida de izquierda dentro de la filosofía de derecha.
¿Y sobre la disminución de los gastos?
–Me parece una idea estúpida, porque si se disminuye el gasto público aumentan las probabilidades de recesión. Y si hay recesión será imposible lograr el déficit del 3 por ciento que Hollande desea tener. Y estaremos frente a una espiral como la de España o Italia. Europa debe aprender de Argentina y de las políticas de ajuste que se hicieron durante los ’90 en América latina.
¿Por ejemplo?
–A diferencia de Brasil, donde el gobierno gastó más aumentando el salario mínimo, o de China, donde hubo un financiamiento mayor de infraestructura, en Francia se gastó más para salvar a los brokers. Muchos en Francia e Inglaterra creían que, mediante el impulso del gasto público, retomarían el crecimiento y que eso significaría la superación total de la crisis. Pero el dinero que recibieron los bancos no lo usaron en créditos, sino que especularon con bonos y sobre el hecho de que los países tienen un proceso de endeudamiento por causa de los propios salvatajes.
Desde una mirada estructural, ¿qué observa respecto de la relación entre el sistema financiero y el sistema productivo en el marco de la crisis actual?
–Hace mucho tiempo que algunos economistas, sobre todo de izquierda, piensan que hay una relación entre sector productivo y sector financiero. La gran mayoría, en cambio, pensaba que había, de un lado, un sector financiero y, del otro, uno productivo. Lo que pasa en el sector productivo es consecuencia de lo que ocurre en el financiero. En países como los Estados Unidos, los salarios no crecen desde hace años, aunque sí hubo un aumento de los créditos, con lo que la gente pobre podía pagar para la compra de un inmueble. Esto parecía virtuoso, hasta el momento en que la gente ya no pudo pagar más. Para nosotros, ese círculo virtuoso iba a virar en círculo vicioso, aunque era imposible saber cuándo.
En un primer momento se pensaba que la crisis no llegaría a América latina. Luego, que llegaría más tardíamente. Finalmente, que sus efectos no serían tan fuertes. En este contexto, ¿cómo analiza la relación entre centro y periferia?
–Recuerdo cuando se decía que el país que podría resistir más la crisis era México. México registró una caída del PBI cercana a 6 puntos. Argentina y Brasil estuvieron cerca de cero. Entonces no hubo desacoplamiento. Lo que hubo fue una tentativa de tipo keynesiana de superar la crisis, fundamentalmente sobre los salarios, el crédito y un poco sobre la construcción civil, pero no sobre las tramas productivas. Sobre todo en el caso de Brasil. Ahora, la situación es difícil para todos los países, no solo los de América latina. La apertura de las economías es mucho más grande, más aún a nivel financiero. Y los impactos de la globalización son más fuertes ahora que antes. Hay también otro punto para incluir en este análisis.
¿Cuál?
–Brasil parecía fuerte por tener importantes reservas internacionales, pero la gran mayoría de esas reservas proviene de la entrada de capitales, no de la capacidad de desarrollar un gran excedente. Esa es la diferencia con el caso chino, cuyas reservas provienen del excedente comercial. Cuando hay una crisis, el dinero se va afuera. Eso explica que en las economías de América latina haya menos vulnerabilidad. pero más fragilidad.
¿En qué encuentra menor vulnerabilidad y más fragilidad?
–Menos vulnerabilidad porque tienen un balance de pagos positivo, un déficit presupuestario no tan grande, reservas internacionales, un endeudamiento menor respecto del PBI. Y fragilidad porque estamos frente a un proceso de globalización mucho más grande a nivel comercial y a nivel financiero. Las reservas parecen reservas falsas, vienen de otros lados, no tanto en el caso Argentino aunque sí en los de Brasil y México.
¿Qué diferencias encuentra con el caso argentino?
–Aquí es diferente porque no hay entrada de capitales. Hay entrada como inversión directa, pero no para inversión de portafolio. Argentina ha decidido tratar de una cierta manera su deuda hace diez años. Ahora no les puede pedir dinero a los mercados internacionales porque debería pagar una tasa de interés muy alta. Entonces, la fuerza de la Argentina es que no tiene problema de salidas de capitales de este tipo, aunque sí tiene un problema de salidas de capitales que son de argentinos y de las firmas internacionales que, como en Brasil, envían su capital hacia sus casas matrices.
¿Cuáles son los efectos, tanto comerciales como financieros, de la globalización en el sector industrial?
–En el caso de Brasil tiene implicancias muy fuertes, producto de varios factores, como tener una tasa de cambio demasiado alta –que no es el caso de la Argentina– y el hecho de que, en el marco de la globalización comercial, no se puede insistir en competir con China, por ejemplo. Estamos, también aquí (en Argentina), frente a la aparición de economías rentistas. El precio de la soja en el mundo se mantiene. Es raro, pero es bueno para la región. En el caso de Rusia, de los Estados Unidos y de Australia, las otras materias primas tuvieron una caída bastante fuerte. El problema es la debilidad que existe por la dependencia de los precios de las materias primas.
Usted señaló que la desindustrialización no ha sido un fenómeno exclusivo de América latina, sino también de los países de la Eurozona, a excepción de Alemania. ¿Qué rol juega el fenómeno de la deslocalización en ese proceso?
–El problema de Europa es completamente diferente. En América latina, salvo en el norte de México, no hay procesos de deslocalización. La deslocalización es desde los Estados Unidos hacia México y hacia China. Aquí el problema es la competencia con China –y mañana quizá también con la India–, que tiene capacidad de imponer precios bastante bajos, a lo que se agrega un problema de “dumping social”.
¿Qué tipo de políticas cree que son necesarias frente a esa situación?
–La única manera de salir de ese problema es favorecer una política de progreso técnico, de construcción de productos de alta tecnología, que tienen una demanda bastante fuerte. Es lo que hizo Alemania y, precisamente, no lo hizo Francia. Francia se especializó en productos de media y baja tecnología, no hizo el esfuerzo de favorecer la producción de alta tecnología, a excepción de algunos productos, como aviones. En Europa, hay procesos de desindustrialización dados por la deslocalización. Las empresas francesas prefieren trabajar en Túnez, Marruecos y China, porque el costo de mano de obra es más barato. Los franceses son bastante rentistas.
¿Por qué lo dice?
–No quieren hacer el esfuerzo de invertir en tecnología, prefieren obtener inmediatamente el dinero. Lo que podemos bajar no es ya el costo de la mano de obra, sino la relación entre mano de obra, salario y productividad. Si se aumenta la productividad a partir del progreso técnico se puede pagar salarios altos. El costo de la mano de obra en Alemania es más o menos el mismo que en Francia.
En Alemania, el nivel de los salarios está estancado desde hace décadas.
–Sí, es verdad. Pero es el mismo nivel en ambos casos.
¿En qué medida le sirve a Alemania mantener la moneda única? ¿Cuáles son los límites del euro?
–Hay dos sueños. El primero es la posibilidad de construir otra Europa, menos grande, sin países como Grecia, España o Italia. Una Europa con círculo paralelo, con una periferia. El problema es que muchos de esos países, como Grecia, pertenecen ya a la Zona Euro. Los argentinos conocen bastante bien lo que pasa cuando se abandona una zona. Después de la convertibilidad, Argentina debió decidir con qué moneda iba a pagar a París. Estamos frente a un sueño y un problema. Si Grecia abandona la Zona Euro y adopta una moneda nueva, ¿con cuál va a pagar después de una gran devaluación?
Si “el primer sueño” es que Grecia quede fuera de la Zona Euro, ¿cómo explica los rescates a ese país?
–El segundo sueño es interesante porque, para que exista la Zona Euro, se necesita una responsabilidad mayor por parte de los gobiernos, un control más fuerte de los presupuestos. ¿Por qué no? Se llama federalismo. La Zona Euro solo puede existir en una solidaridad de la política presupuestaria y de la política impositiva. Yo estoy de acuerdo con el federalismo, pero no debe hacerse del modo en que Alemania lo viene haciendo.
¿Y de qué manera debe hacerse?
–No es que uno sea el jefe y el otro deba obedecer, porque inmediatamente la crisis deviene nacionalista y se desconoce la soberanía. Ya se abandonó la soberanía monetaria. En mi opinión, de la crisis del Euro se sale con más federalismo y no de la manera que trata de imponer Alemania. Para los bancos alemanes es muy bueno que haya un rescate –por ejemplo, en España–, porque eso hace que los bonos suban.
Para que Europa compatibilice su sistema financiero, jurídico, laboral, se requiere de recursos económicos.
–En la Zona Euro existe la posibilidad de una solidaridad aún más fuerte. Cuando se construyó el dólar en los Estados Unidos, se tomaron dos decisiones. La primera fue que la gente de un estado pudiera ir a otro estado y trabajar sin problemas. La segunda fue que cuando existiera un problema en Texas, por ejemplo, Washington debía ayudar. Esa es la tradición de la solidaridad. Lo que nosotros hicimos fue crear una Zona Euro sin solidaridad. La única manera de salvarnos es gastando en más solidaridad y no ajustando
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