Domingo, 18 de noviembre de 2012 | Hoy
EL TRABAJO REMUNERADO Y NO REMUNERADO
Por Diego Rubinzal
El empleo femenino remunerado se concentra en los servicios y, en menor medida, en el comercio. En cambio, las tasas de feminización son reducidas en el rubro manufacturero. Ese mapa sectorial del empleo femenino “tiene implicancias en la dinámica del empleo. Las ramas de actividad que concentran en mayor medida el empleo femenino explican su mayor estabilidad en relación con el ciclo económico, ya que se trata de actividades que tienen una menor elasticidad del empleo frente a la evolución del Producto, como son la salud y la educación, actividades que duplican la tasa de feminidad del conjunto de la economía”, explican Ana Sofía Rojo y Lucía Tumini en Patrones de segregación de género en los sectores del empleo.
Los principales indicadores revelan la existencia de profundas inequidades de género en el mercado laboral argentino. Las mujeres ostentan mayores niveles de desocupación e informalidad –y perciben menores remuneraciones– que los trabajadores varones. A su vez, las divergentes tasas de actividad también dan cuenta de la desigualdad reinante. En ese sentido, las reducidas tasas femeninas revelan una doble cuestión:
1. La existencia de mayores dificultades de acceso al mercado de trabajo remunerado, y
2. las tareas del cuidado de niños, ancianos y del hogar en general recaen mayoritariamente sobre el universo femenino.
El tiempo dedicado por las mujeres de la ciudad de Buenos Aires a las tareas de cuidado y limpieza triplicaba al destinado por los hombres, de acuerdo con datos brindados por Valeria Esquivel en “Uso del tiempo en la ciudad de Buenos Aires”. Por su parte, una investigación de la Universidad Nacional de San Martín reveló que el 88 por ciento de las mujeres contra apenas el 10,6 por ciento de los hombres se ocupan del cuidado de los niños menores de cinco años.
En el documento La economía de cuidado en la agenda para el desarrollo, las economistas Cynthia de Paz y Lucía Cirmi Obón sostienen que “la invisibilidad de la economía del cuidado y la consecuente persistencia de las desigualdades en la distribución de cuidado han derivado en la práctica en una legislación laboral diferenciada según el sexo, que se construyó entendiendo que son las mujeres quienes deben conciliar ambas actividades. Por ejemplo, el apartado sobre licencias de la Ley de Contrato de Trabajo 20.744 otorga noventa días a las trabajadoras embarazadas y sólo dos días a los trabajadores del sexo opuesto”. Por el contrario, las leyes de los países escandinavos tienden a remover esos obstáculos que dificultan la inserción femenina en el mundo laboral remunerado.
En Francia también existe legislación en el mismo sentido. Por ejemplo, el programa PAJE (prestación de acogida al recién nacido) ofrece a las familias un extendido sistema de guarderías públicas o, en su defecto, la concurrencia al domicilio particular de personal calificado durante los primeros años de vida del niño. Ese servicio es gratuito para el caso de aquellas familias de menores ingresos. Además, “los padres también pueden optar por tomar una licencia extensa de trabajo, remunerada por el Estado, en la que ellos mismos se convierten en los cuidadores”, detallan Cirmi Obón y De Paz.
En Latinoamérica, la legislación chilena prevé una licencia por maternidad extendida (42 días preparto y 84 días posparto) y un permiso posnatal de 12 semanas cobrando un ciento por ciento de subsidio o media jornada durante 18 semanas percibiendo un 50 por ciento de subsidio. El padre puede utilizar las últimas seis semanas de la licencia posnatal en reemplazo de la madre. En Brasil, la legislación –vigente desde 1998– garantiza la provisión de cuidados infantiles durante el período de lactancia.
“Argentina puede hoy encarar la visibilización del trabajo de cuidado como una transformación que elimine la desigualdad de oportunidades entre los sexos”, concluyen De Paz y Cirmi Obón.
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