Domingo, 5 de enero de 2014 | Hoy
PROYECTO POLíTICO, TRABAJADORES, MOVIMIENTOS SOCIALES Y EMPRESARIOS
Las alianzas y apoyos que recibió el actual proyecto populista durante los primeros años de gobierno hoy ya no son los mismos. El desafío es implementar la profundización de un proyecto popular que pueda romper con el aparente destino impuesto.
Por Carlos Andujar *
En estos últimos meses se ha escrito mucho sobre el problema de la restricción externa que sufre estructuralmente la Argentina. Esta empieza a mostrar señales de atención, como la caída de la reservas o la disminución del superávit comercial, que los medios hegemónicos se encargan de multiplicar, como en su momento lo hicieron con el riesgo país o el dólar paralelo, con la clara intención de generar un clima de zozobra y preocupación en la población que debilite y perjudique al actual gobierno.
Como ya se ha dicho en estas páginas, el problema de la restricción externa, es decir, el freno al crecimiento provocado por el aumento de la necesidad de divisas que demanda una estructura económica insumodependiente del exterior, tiene soluciones ortodoxas como heterodoxas. Entre las primeras encontramos la devaluación, el enfriamiento de la economía o el endeudamiento; las segundas, por el contrario, incluyen el fomento de procesos de sustitución de importaciones, los acuerdos de precios y salarios y el control de cambios. A pesar de su clara contradicción, ambas concepciones, ortodoxas y heterodoxas, comparten una mirada hegemónica, en el sentido gramsciano del término, que satura las conciencias, naturaliza ciertas prácticas sociales y oculta un sentido que es necesario develar.
En 1975, Rodrigazo mediante, el economista Adolfo Canitrot escribía sobre las experiencias populistas: “El conflicto entre distribución y acumulación o, en otras palabras, el conflicto entre salarios y beneficios, rige en situación de máximo empleo. Cuando hay recursos y trabajadores ociosos, la expansión de la actividad económica puede hacerse favoreciendo tanto salarios como beneficios industriales. Es esta doble situación la que hace posible, y a la vez limita, la política populista. La alianza política del populismo nace en la recesión y se propone un programa expansivo. Asalariados y burguesía industrial tienen entonces intereses complementarios, mientras los empresarios rurales quedan en la oposición”. (El conflicto provocado por la resolución 125 es un ejemplo de esta oposición y del respaldo de los industriales.) Y continúa: “El éxito del programa destruye el elemento constitutivo de la alianza. Al aproximarse al pleno empleo, los intereses conflictivos reemplazan a los complementarios. El conflicto se hace muy intenso porque se desarrolla en medio de un contexto inflacionario explosivo, que es resultante de utilizar el incremento de salarios como instrumento de expansión de la demanda. En menor o mayor plazo, la alianza se destruye, la burguesía industrial se inclina hacia una nueva alianza con la burguesía rural, el populismo termina enredado en sus propias contradicciones y un nuevo programa de orden y recesión emerge”.
Programas de orden y recesión como los que señala Canitrot hay de sobra en la historia reciente. Los proyectos conservadores implementados después de los golpes de Estado de 1955, 1966, 1976 y la consolidación del programa neoliberal instaurado luego de la hiperinflación, golpe de mercado mediante, de 1989, son la enunciación anónima de miles de historias de sufrimiento y dolor real, de personas de carne y hueso, que gritan la necesidad de pensar la coyuntura de modo contrahegemónico.
Aquellas alianzas y apoyos que recibió el actual proyecto populista durante los primeros años de gobierno, que le permitió proponer y ganar batallas como la ley de medios audiovisuales, la estatización de las AFJP o de YPF, entre otras, hoy, por las razones expuestas, ya no son las mismas. Esa correlación de fuerzas ha cambiado y las voces devaluatorias no son propiedad exclusiva de los empresarios rurales y ni siquiera de los exportadores.
Si bien al análisis de Canitrot habría que sumarle, en la actualidad, los intereses de los grupos financieros y de las multinacionales que explotan los recursos naturales, es útil para mostrar lo que está detrás de los discursos técnicos y aparentemente neutrales sobre la restricción externa.
Lo que queda develado es la imperiosa necesidad de que el actual proyecto político encuentre en los sectores populares y en las organizaciones sociales y económicas que los nuclean y representan (movimientos territoriales de base, empresas recuperadas, cooperativas) el poder que le permita reconstruir la correlación de fuerzas necesaria para implementar la profundización de un proyecto popular que pueda romper con el aparente destino impuesto. El kirchnerismo ha demostrado capacidad de reinventarse en reiteradas oportunidades. Es éste, y no otro, el momento de volver a hacerlo
* Docente UNLZ FCS.
Populismo
-El problema de la restricción externa tiene soluciones ortodoxas como heterodoxas.
-Entre las primeras encontramos a la devaluación, el enfriamiento de la economía o el endeudamiento.
-Las segundas incluyen el fomento de procesos de sustitución de importaciones, los acuerdos de precios y salarios y el control de cambios.
-La correlación de fuerzas ha cambiado y las voces devaluatorias no son propiedad exclusiva de empresarios rurales y ni siquiera de exportadores.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.