Domingo, 18 de mayo de 2014 | Hoy
DOCUMENTO DEL FORO DE CONVERGENCIA EMPRESARIA
El pliego de condiciones del Foro tiene el valor de haber traspuesto el nivel de lo meramente declarativo de lo que quiere el establishment. Plantea taxativamente la guía del proyecto conservador.
Por Eduardo Montebello *
En la compleja etapa política que transcurre, hay hechos confortantes en cuanto contribuyen a hacer explícitas ideas que frecuentemente se expresan con una fuerte, cuando no absoluta, forma retórica, privándonos de la cabal idea de su contenido y alcance. Durante estas semanas, una muestra en tal sentido es la aparecida en el documento público dado a conocer por el recientemente constituido Foro de Convergencia Empresarial.
Dicho foro, dejando de lado la inexactitud de la nómina publicada de sus entidades constitutivas, pues algunas de ellas negaron haber refrendado lo que afirma el documento, tiene el apreciable valor de haber traspuesto el nivel de lo meramente declarativo para dejar constancia taxativa de definiciones concretas en cuanto a horizontes de política pública según la visión ideológica e intereses a que aspiran sus integrantes.
Este hecho, remarcamos, infrecuente en el variopinto arco de la oposición política a la actual gestión de gobierno, tal vez tenga el primordial mérito de aportar una generosa cuota de transparencia no sólo intelectual e ideológica, en tanto propone conceptos a la profusión de ideas polisémicas que se propalan desde diversos ámbitos de oposición partidista, sino también mediáticas, corporativas y aun extranacionales.
Al texto de marras nos referiremos, eximiéndonos de comentar el primer cuerpo (retórico) para no discutir sobre tópicos de interpretaciones múltiples tales como “la búsqueda del desarrollo y progreso en un marco de armonía y prosperidad”, por tomar un ejemplo. Tenderemos, entonces una mirada sobre “propuestas de dimensión económica” que se puntualizan:
“Adopción de medidas macroeconómicas que aseguren una baja tasa de inflación. Garantizar Procesos de formación de precios sin intervenciones distorsivas.”
Este planteo está suficientemente explicitado en la definición de política de “metas de inflación” omnipresentes en todos los foros de reivindicación de la ortodoxia económica, que refrenda la defensa irrestricta del capital concentrado a nivel mundial y dogmatiza el origen de la inflación a partir del gasto fiscal y el crecimiento de la retribución laboral y social y la emisión monetaria.
Esta matriz de pensamiento explica siempre el crecimiento acelerado de precios debido a un desbalance de las cuentas fiscales y nunca, además, a la voracidad y poder de maniobra especulativa del capital concentrado, tal como funciona en nuestro país desde hace más de cincuenta años.
Rechazamos este planteo por cuanto hemos sufrido como país y región la siniestra medicina de la estabilidad y desocupación simultáneas y las operaciones destituyentes a través de la manipulación financiera y comercial de los grandes actores económicos reales. La mentada productividad económica debe, a nuestro juicio, responder a parámetros que además de la consabida relación entre beneficio obtenido y recurso invertido esté referenciado el marco social en juego.
En cuanto a la reclamada autonomía de los mercados para dimensionar precios, reivindicamos la principalidad del rol del Estado como contralor de los eslabones de la cadena de formación, conforme al interés general primeramente, para luego atender los réditos particulares. La mentada infalibilidad de la competencia como generadora de precios justos es de una candidez elemental o desfachatez supina, según se trate de quién lo sostiene.
“Fuerte reducción de la presión tributaria sobre el sector económico formal.”
Aunque luego lo distingue lánguidamente, aquí se infiere que el sector económico es homogéneo y que por lo tanto se deberían reducir las cargas tributarias tanto a concentrados monopólicos como al kiosco de la esquina. Deberíamos interrogarnos si tal “elevada presión” es la que desalentó la inversión de empresas que, aun así, elevaron su tasa de ganancias en el último decenio a expensas de una fuerte expansión económica producida no sólo por condiciones externas favorables, sino fundamentalmente por la inusitada vigorización del mercado interno a partir de políticas dirigidas en tal sentido.
Claro está, debemos reconocer que fueron puestos límites a la intrepidez de muchos actores económicos, acostumbrados en las últimas décadas a desenvolverse en un marco político, económico e institucional que les otorgó condiciones ventajosas impensadas en cualquier país serio, propiciatorias del vaciamiento del patrimonio público nacional. No es de extrañar que en este contexto aún reverberen nostalgias de los años locos de la renta rápida, segura y selectiva.
“Reforma tributaria y fiscal que elimine impuestos y gravámenes distorsivos y tipos de cambio diferenciales.”
Al igual que lo expresado en este punto, también nosotros creemos indispensable la necesidad de una reforma tributaria y fiscal para formalizar la economía, pero fundamentalmente para propender a un balance más equitativo de la coerción tributaria sobre los distintos niveles de empresas productivas y actividades financieras, en un marco de profunda concentración económica.
Todo impuesto es distorsivo, si entendemos esto como el elemento que vulnera la maximización de la renta deseada. No lo es, en cambio, si tales impuestos o gravámenes son destinados, directa o indirectamente, a crear las condiciones económicas y sociales reales que permiten la reproducción del ciclo económico, preservando, además de la renta empresarial, los intereses del conjunto social.
No comulgamos, está claro, con el anquilosado modelo de “empresas rentables en un país devastado”. El retorno a este pasado aún latente, frente a esta incipiente realidad de una Argentina dignificada en camino de una autonomía creciente, es la controversia central que está en discusión.
En el cuerpo final de “las políticas que estamos analizando” el documento expresa, entre otras:
“Mejorar la calidad educativa y sanitaria, erradicación de la pobreza y la exclusión, construcción de viviendas, redes de agua potable.”
Nadie, como es dable pensar, reprobaría estos enunciados genéricos, más cabe que nos preguntemos: ¿cuáles serían las fuentes de financiamiento para esas realizaciones? ¿Podrían ser otras distintas de las que actualmente se utilizan? Si dimensionamos económicamente la inversión necesaria para su concreción y proyectáramos un esquema para su financiamiento estaríamos, al fin, frente a un acabado documento, propicio para una discusión consistente. El presente sólo alcanza –y no es poco– para observar la orientación filosófica que lo distingue. Válido de todos modos, porque pronuncia lo que otros callan
* Miembro de la Comisión de Desarrollo Tecnológico de Carta Abierta.
establishment
-El documento tranpone el nivel de lo meramente declarativo para dejar constancia taxativa de definiciones concretas.
-La definición de política de “metas de inflación” está en todos los foros de reivindicación de la ortodoxia económica.
-Refrenda la defensa irrestricta del capital concentrado a nivel mundial y dogmatiza el origen de la inflación a partir del gasto fiscal.
-La mentada infalibilidad de la competencia como generadora de precios justos es de una candidez elemental.
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