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Domingo, 23 de noviembre de 2014

PODER DE COMPRA DEL SALARIO

“Estamos peor que en 2001”

 Por Andrés Asiain

En un programa televisivo se comparó el poder de compra de los salarios de este año con el que se tenía en 2001. Para ello se seleccionó una canasta de alimentos y se confrontó cuántos de ellos se podían adquirir con un sueldo promedio de finales de la convertibilidad (880 pesos) y cuántos con los actuales precios y sueldo promedio (10.900 pesos). Se verificó que el sueldo promedio perdió poder de compra por 66 kilos de pan, 89 de queso cuartirolo, 138 litros de cerveza o 423 kilos de azúcar.

La idea de que estamos peor que en 2001 porque el salario formal perdió la carrera frente a los precios de los alimentos no toma en cuenta que el trabajador argentino no gasta su ingreso sólo en alimentarse. Por dar un ejemplo, si se compara el salario con el costo de un pasaje en colectivo en la Ciudad de Buenos Aires en 2001 (0,8 pesos) y en la actualidad (3,50 pesos), un trabajador promedio puede realizar 2014 viajes más hoy que cuando regía el 1 a 1. De la misma manera si es lector del diario Clarín, en 2001 podía comprar 880 ejemplares (1 peso, día de semana) y en la actualidad (9 pesos) puede adquirir 331 ejemplares más.

La comparación del poder de compra del salario medio en 2001 y en el presente tampoco toma en cuenta que el problema social de la convertibilidad no era el bajo poder adquisitivo del salario, sino la falta de acceso a un salario de quienes quedaban desocupados. Los casi 3 millones de desocupados de 2001 que carecían de un sueldo podían comprar cero kilo de pan, cero kilo de queso cuartirolo, cero litro de cerveza o cero kilo de azúcar. Por contraste, los 3,2 millones de argentinos que obtuvieron un empleo en los últimos diez años vieron incrementar el poder de compra de sus ingresos. Algo similar sucede con los 1,8 millón de adultos mayores que lograron acceder a una jubilación de la que antes carecían. Incluso los jubilados que cobran actualmente la mínima (3232 pesos) pueden comprar 47 kilos de pan, 2 kilos de queso cuartirolo, 66 litros de cerveza o 63 kilos de azúcar más que quienes cobraban el haber mínimo (150 pesos) a finales de la convertibilidad.

Ese análisis tampoco toma en cuenta que la baratura de los alimentos conseguida por la baratura del dólar en tiempos de la convertibilidad era producto de un proceso especulativo de ingreso de capitales que colapsaría al poco tiempo. La crisis y devaluación del año 2002 no fue un proceso independiente del régimen de convertibilidad, sino su consecuencia. De esa manera, si se compara el poder actual de compra de los salarios con el “peor de los mundos posibles” que fue el 2002, se podría observar que se incrementó en 69 kilos de pan, 5 kilos de queso cuartirolo, 66 litros de cerveza o 63 kilos de azúcar.

Sin embargo, el contenido de ese programa se basaba en un hecho real que debe ser materia de preocupación: el elevado precio actual de los alimentos que afecta especialmente a los sectores más humildes. Al respecto, las políticas de retenciones, cupos, subsidios y acuerdos de precios ensayadas en la última década se han mostrado insuficientes para lograr el acceso masivo a una alimentación barata en un país que produce alimentos para 400 millones de personas. Un rol más activo del Estado en la cadena de producción, acopio y distribución de alimentos es una cuenta pendiente.

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