Domingo, 12 de junio de 2016 | Hoy
EL AJUSTE DEL GOBIERNO
Sostener que no había otra alternativa es negar la posibilidad de un país distinto al que concibe el gobierno de Cambiemos.
Por Esteban Guida *
Frente a los efectos no deseados que están generando las decisiones del gobierno de Cambiemos, la idea de que no había otra salida o que cualquiera haya sido el presidente habría aplicado las mismas medidas, resulta un argumento caprichoso y un obstáculo conceptual a la hora de corregir errores y evitar un desastre mayor.
Si hacía falta morigerar el costo fiscal de los subsidios, bien se podría haber organizado un esquema de reducciones progresivas que contemplara los distintos niveles de ingreso de los perceptores, las regiones con mayor demanda por cuestiones climáticas y el tamaño de las unidades productivas. Seguramente se podría haber planificado una reducción paulatina, comenzando, por ejemplo, por las zonas geográficas con mayor ingreso per cápita y con un cronograma de ajuste tarifario en la medida en que se fueran dando los incrementos salariales, evitando afectar a los sectores más vulnerables de la población. Sin embargo, el gobierno lo hizo de forma despiadada y sin reparo alguno sobre los efectos económicos y sociales, beneficiando a las empresas proveedoras de energía con el argumento de que para invertir, necesitan tener mayores ganancias.
También había cierto consenso respecto a la necesidad de normalizar el mercado de cambios y salir del denominado “cepo cambiario” para evitar la especulación sobre el dólar. En este sentido, bien se podría haber comenzado por ordenar el acceso a la divisas para las situaciones prioritarias (insumos estratégicos, medicamentos, remesas, retiros desde el exterior con tarjetas). Mientras tanto, el Banco Central podría haber administrado el tipo de cambio para evitar cambios bruscos en los precios relativos que, como bien se sabe, en Argentina generan un fuerte impacto inflacionario (pass through elevado). Con tan sólo sostener durante algunos meses una política gradualista sobre el tipo de cambio, el Estado se podría haber ahorrado unos 70.000 millones de pesos en concepto de contratos de dólar futuro.
Uno de los temas más controversiales tal vez haya sido el arreglo con los fondos buitre. Desde 2003, la Argentina mostró voluntad de pago a sus acreedores, aunque con aquellos que no ingresaron a los canjes de 2005 y 2010 tuvo un trato diferencial, buscando cerrar un acuerdo lo más cercano posible a lo pactado con los bonistas reestructurados. El gobierno de Macri no estaba obligado a reconocer más de lo que exigía el propio Paul Singer, ni mucho menos a contraer deuda externa por 16.500 millones de dólares a un costo promedio del 7,5 por ciento anual para pagar 12.500 millones de dólares al contado y en efectivo.
El contexto no era fácil, pero el propio cambio de gobierno era un excelente argumento para lograr un arreglo más digno. En el peor de los casos, también era una opción sostener una posición firme respecto a las condiciones exigidas por los buitres, ya que a juzgar por los augurios apocalípticos que nunca ocurrieron, la Argentina no se cayó del mundo después del default, sino que creció a tasas record aun con acceso restringido al mercado internacional de capitales.
Es posible un país donde las empresas ganen dinero sin que para ello se empobrezca a los trabajadores y se deteriore el nivel de vida de las grandes mayorías. Es posible un país donde las personas tengan el derecho y el deber de trabajar, y de realizarse en el marco de una comunidad que también lo hace sin descartar a ninguno de sus componentes. Es posible un Estado que garantice la justicia distributiva sin necesidad de avasallar las libertades individuales y el desarrollo armónico de una Nación. Es posible que la economía crezca y se desarrolle, sin renunciar a una política autónoma de desarrollo industrial apoyada sobre un criterio de soberanía nacional.
Sostener que no había otra alternativa es negar la posibilidad de un país distinto al que concibe el gobierno de Cambiemos. Los efectos micro y macro económicos de las medidas adoptadas, además de las tensiones sociales permanentes que están generando, son un llamado vehemente a considerar otra opción. Negarlo es renunciar a tener un país mejor.
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