Dom 05.10.2003
cash

LOS PODEROSOS Y UNA INSERCIóN INTERNACIONAL POSITIVA

David y Goliat

La Argentina ha emprendido dos complejas negociaciones. Una, la financiera, la otra, la comercial. Jorge Carrera señala que lo peculiar es el asombro que se expresa por la vocación negociadora.

Por Jorge Carrera *

La Argentina está discutiendo activamente en los dos principales frentes de integración a la economía internacional. En el financiero somos un conejillo de Indias entre los deudores por lo inédito del colapso y en el comercial somos “acreedores” del mundo desarrollado. Así, de esta forma esquizofrénica somos protagonistas de una discusión más profunda sobre cómo deben abordar la globalización los países no desarrollados.
El acuerdo con el FMI tiene importantes resultados adicionales que van más allá de los analizados. Uno de ellos fue la amplia discusión sobre la negociación, lo cual ayuda a transparentar costos y los beneficios. El otro elemento importante es la construcción de una nueva reputación negociadora, distinta a la vigente en los ‘90. Esta es la línea que parece predominar, no sólo en la negociación con el FMI, sino también con los acreedores privados, con las privatizadas y, en otro contexto, en el comercio multilateral.
Es asombroso que un hecho tan natural como negociar para lograr el mejor resultado posible genere tanto rédito al Gobierno. Para entenderlo, debemos retrotraernos a la influencia que sobre los funcionarios tenía en los ‘90 el Consenso de Washington. Muchos economistas estaban convencidos sobre las virtudes de las reformas estructurales como remedio “universal” y esta convicción se filtró a los políticos que, de mediadores sociales, pasaron a ser administradores de la medicina. Cuando se negociaba se partía de una aceptación casi automática de los requerimientos financieros o comerciales. Más que negociaciones se tenían discusiones sobre la implementación de una receta compartida por ambos lados de la mesa. Esta forma ha perdurado y, hoy mismo, vemos economistas que inercialmente continúan postulando el alineamiento automático. Son los mismos economistas que predecían en 2002 el ocaso energético, telefónico y gasífero si no había aumentos inmediatos de tarifas o una catástrofe financiera si no se pagaba con reservas.
Contrariamente a lo que ocurre en las finanzas, en el frente comercial la situación de la Argentina es la de un “acreedor” neto. Sí, leyó bien. Nuestro país fue casi el mejor alumno de la clase en todo lo que se refiere a apertura comercial en bienes y servicios. La forma en que se negoció la apertura partía del supuesto de que todo acercamiento al libre comercio era positivo y, por tanto, en el camino dejamos la reciprocidad y cualquier análisis de costos y beneficios de una apertura asimétrica en un mundo plagado de prácticas distorsivas como los subsidios. La Argentina para predicar con el ejemplo se abrió en donde no tenía ventajas comparativas y hasta en algunos sectores en que estábamos construyéndolas. Pero nuestras contrapartes siguieron protegiéndose con subsidios a la exportación, ayudas a la producción, picos arancelarios, barreras no arancelarias, cuotas y otras regulaciones. El resultado fue que nosotros quedamos con los aranceles bajos en lo que a ellos les importa (manufacturas y servicios), y ellos los tienen altos en lo que a nosotros nos interesa.
En la nueva Ronda de Doha también la Argentina muestra haber cambiado drásticamente su forma de negociar. Nuestro país ha participado activamente en el G-22 logrando evitar que la discusión se terminase cocinando, como es usual, entre la UE, EE.UU. y Japón. Este es un paso importante en la redistribución del poder negociador que hasta ahora existía y comprobará la verdadera voluntad de los desarrollados para abrir la agricultura, o sea, de afrontar costos y no sólo pretender beneficios del libre comercio.
Los próximos dos años serán aún más relevantes para esta discusión y en el entretiempo hay factores como la finalización de la cláusula de paz (norma por la cual se aceptó en la Ronda Uruguay no cuestionar hasta 2004 las medidas distorsivas en agricultura) que deberían generar presión en la negociación, marcar nuestra voluntad de cobrar nuestras “acreencias” y eventualmente obtener resultados concretos sobre acceso a mercados y reducción de las distorsiones.
La demora en Cancún es un buen resultado, es mejor esperar y dilatar el final antes que un mal resultado cristalizado en una ronda y luego esperar 10 o 20 años para discutir sus efectos y varios más para corregirlos.
Dado el nuevo activismo de la Argentina en su inserción internacional es importante discutir algunas ideas mínimas para negociar. Primero, no alcanza decir que sean negociadores que defiendan el interés nacional, aunque esto es imprescindible. Es importante trabajar seriamente para detectar la función de intereses de la contraparte y de posibles aliados y, lo más importante, detectar nuestros intereses prioritarios a fin de lograr un sendero de crecimiento sustentable.
En resumen, en las dos grandes esferas de la economía internacional la Argentina está participando activamente a los efectos de mejorar su inserción en el mundo. Encontrar un camino racional sin caer en la sumisión intelectual y política o en la autarquía aislacionista, es un gran desafío.

* Profesor de la Universidad Nacional de La Plata.
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