Domingo, 9 de octubre de 2016 | Hoy
Por Sebastián Premici
No es la primera vez en la historia que existe un Momo Venegas, un Ramón Puerta, un Luis Miguel Etchevehere o un Mauricio Macri. Patrones de estancia los hubo siempre. Esa matriz de explotación intentó quebrarse en 1944 con la sanción del Estatuto del Peón Rural, luego convalidado por ley. Por primera vez, cientos de miles de trabajadores fueron sujetos de derecho, hasta la llegada de la última dictadura cívico–militar que los abolió, concretamente en 1980. Tuvieron que pasar 31 años desde que pisotearan las conquistas de los peones rurales hasta que nuevamente un gobierno popular sancionara en el Congreso un nuevo estatuto, reinstalando aquellos derechos que habían sido apaleados por la dictadura y el neoliberalismo.
Con la llegada de Mauricio Macri al Gobierno, más la designación de Ramón Puerta como Embajador en España, la alianza con el presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere (elegido por tercera vez para ocupar ese cargo institucional), y el enaltecimiento de Venegas como nexo sindical del macrismo, todo volvió a fojas cero: otra vez en la historia los cientos de miles de peones rurales quedaron subsumidos en el silencio, el dolor, la exclusión. Cabe pensar si para este conjunto de trabajadores el Estado de Derecho no haya sido nada más que una anomalía en los 200 años de la Argentina como tal.
El libro De Patrones y Peones, los aliados esclavistas de Mauricio Macri pretende visibilizar la explotación sufrida por peones y tareferos, y al mismo tiempo exponer a los empresarios, funcionarios y representantes sindicales artífices y cómplices de ese accionar, conjuntamente con los medios de comunicación hegemónicos (que nada dicen) y parte de la Justicia, que nada hace. También es la visibilización de una política de Estado, que a la luz de la sanción del nuevo estatuto del peón rural en diciembre de 2011, conjuntamente con la creación del Renatea, le devolvió al Estado su potestad para dignificar la vida de los peones rurales, tal cual lo había hecho Juan Domingo Perón cuando un 17 de octubre de 1944 determinó por decreto la vigencia del primer estatuto del peón.
El libro, editado por Acercándonos Ediciones, narra tres líneas de investigación periodísticas iniciadas en Página/12 en 2011 y continuadas a través de los años con entrevistas en el territorio, con la búsqueda paciente de la voz de los peones explotados, el análisis minucioso de las distintas causas judiciales, y con reportajes a los empresarios explotadores y al dirigente sindical encubridor de esos delitos.
No son formas de esclavitud del siglo XXI. Es la misma esclavitud de siempre pero más silenciada, maquillada. Perfeccionada. Los explotadores contratan empresas, que a su vez subcontratan a otras compañías que se encargan de ser la cara visible de la explotación. Otros simplemente obtienen una tajada de la fuerza laboral subsumida en la miseria por décadas. Y la ganancia económica generada desde esa misma miseria es depositada directamente en la cuenta bancaria del primer eslabón, el patrón de estancia, el CEO que hace las veces de dirigente empresarial, sindical o Embajador en España.
El designado embajador en España, Ramón Puerta, afronta una causa penal por trata laboral impulsada desde la Fiscalía Federal de Posadas, con la colaboración de la Procuración contra la Trata de Personas y la Explotación Laboral (Protex). El ex gobernador de Misiones y ex Presidente interino durante los convulsionados días de fines de 2001, es también un empresario yerbatero que ha usufructuado del trabajo esclavo para maximizar sus ganancias. Para eso se valió de una red de tercerizaciones con la pretensión de quedar alejado de cualquier delito, hasta que fue denunciado por un trabajador.
A partir del accionar del Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrarios (Renatea) –hoy un organismo destruido por las autoridades del Poder Ejecutivo– y del Ministerio Público Fiscal, a través de la Protex, fueron rescatados de su campo 60 tareferos en condiciones infrahumanas, de los cuales 40 vivían en carpas sin agua, ni alimentos, ni condiciones mínimas de dignidad. Varios de ellos eran menores de edad.
No es algo que ocurrió una sola vez. Historias sobre tareferos explotados fueron escritas desde siempre. Pero ésta tiene la particularidad de que ocurrió dentro del campo de un ex presidente de la Nación y actual Embajador en España, aliado y amigo del actual Primer Mandatario, Mauricio Macri.
–¿Cómo era trabajar en el campo de Ramón Puerta? -le preguntó este cronista a Ramón, un tarefero que en la jornada del 30 de enero de 2014 decidió huir junto a su hermano Carlos ante la presencia del Renatea.
–Nosotros fuimos engañados, nos decían que iban a pagar todo correcto pero era todo mentira. Todo era demasiado caro.
–¿Por qué antes tuvieron miedo y corrieron y ahora aceptaron contar lo que les pasó?
–Yo sé lo que es la gente de los yerbales, vi muchas veces cómo agarraban gente, por eso sé todo y muchas cosas más.
Desde España, Puerta habla de las potencialidades de la Argentina, de la agenda del Cambio, de la unificación del peronismo. Mientras tanto, los vestigios de la explotación laboral planificada desde Yerbatera Misiones SRL, a partir de la cual todo el grupo económico que gira alrededor de su apellido obtuvo una rentabilidad extraordinaria, siguen repiqueteando como las hormigas que buscan una guarida ante el vendaval. Como dice Rodolfo Walsh, ahí seguirán hormigueando entre las plantas verdes, con sus caras oscuras, sus ropas remendadas, sus manos ennegrecidas: la muchedumbre de los tareferos. Hombres, mujeres, niños, niñas, el trabajo no hace distingos. Sin ley. Sin defensa. Hasta ahora, la jueza Verónica Skanata no avanzó sobre ninguna de las evidencias que lo sitúan a Puerta como máximo responsable de los casos de trata laboral denunciados.
Sergio y Antonio son dos de siete hermanos, con una particularidad. Casi no se conocen entre ellos. En 1959, la familia Cornejo vivía tranquilamente cerca del arroyo de Rosario del Tala, Entre Ríos. Hasta que una feroz crecida partió a la familia en siete. La madre de Sergio y Antonio estaba embarazada, a punto de dar a luz. Aquel día de tormenta, la partera no pudo llegar y ella murió. Ante esa situación, el padre de los hermanos decidió desperdigar a sus hijos entre distintos parientes. Así fue como Sergio y Antonio se quedaron en Tala y en 1976 ingresaron junto a su padre en La Hoyita, el campo de la familia Etchevehere. Nunca más tuvieron contacto con sus hermanos y hermanas. Nunca más se fueron de ese lugar.
La historia de los Cornejo es una verdad que se grita en silencio, en el silencio impune creado en torno a la familia Etchevehere. Es una verdad que cruje por las calles de Rosario del Tala. Todos saben quiénes son pero todos callan.
Desde que salió a la luz el caso de explotación en uno de los cascos que forman parte de la empresa del Grupo Económico Etchevehere (Las Margaritas SA), el discurso del presidente de la SRA incluyó dos premisas para intentar desligarse de las denuncias: la primera era que los hermanos Cornejo vivían sobre el borde del río como montaraces, y que no tenían nada que ver con ellos, y el segundo eje fue que La Hoyita no tenía nada que ver ni con él ni con Las Margaritas SA. Ambas afirmaciones resultaron falsas.
El Grupo Económico Etchevehere, liderado por el presidente de la SRA, no sólo logró el encubrimiento de los medios de comunicación hegemónicos, sino que contó como aliado a Gerónimo “Momo” Venegas, el titular de la Uatre. El Momo se convirtió en los últimos años en un fiel “socio” de la Sociedad Rural.
–Etchevehere dijo en su discurso que no todos los que ganan plata eran explotadores. ¿Pudo preguntarle usted por los peones rurales encontrados en condiciones de extremísima precariedad en su campo La Hoyita?–, le preguntó este cronista al “Momo”.
–Sí, claro que le pregunté. Me dijo que tenía todos los papeles y que eran montaraces.
Ni los medios de comunicación hegemónicos, ni los dirigentes políticos aliados de Etchevehere, ni los representantes gremiales del sector ahondaron en el caso de los hermanos Cornejo. O quizás sí, preguntaron nada más que un poco, como para cumplir con la idea republicana de escuchar a la otra parte. Y la grandísima mayoría escuchó lo que quería escuchar (“son montaraces”), y fin del asunto. Mientras tanto, el eco de las palabras de los Cornejo siguió su derrotero intentando colarse en las conciencias del Cambio.
–¿Les gustaría aprender a leer y escribir?
Sergio: –¿Vamos a aprender a la edad que tenemos?
–¿Y por qué no?¿Les gustaría que las cosas fuesen distintas? –insistí. El silencio que siguió a la pregunta fue apabullante, insoportable hasta para el eco que había en esa habitación desgajada. Demoledor. Cinco segundos después, una respuesta tan incierta como inmensa. –Y por qué no, si alguna vez lo fueron.
“Eh, che, no somos mafiosos nosotros”. La frase retumbó entre las paredes del sexto piso de Reconquista 630, allí donde el “Momo” Venegas armó la sede central de la Uatre. Antes de pronunciar esa confesión, el “Momo” había escuchado en boca de Carlos Isequilla y Liliana Giménez, dos ex trabajadores del gremio, las irregularidades en la obra social, los casos de intoxicación de peones abandonados a su suerte y un accidente de tránsito que para Carlos fue una amenaza para acallar sus críticas.
En la larga mesa de la sala de operaciones de la Uatre ubicada en el microcentro porteño, no sólo el “Momo” miraba con sorna a sus interlocutores. También estaban Viernes Muñoz, secretario de Finanzas del gremio, y Ramón Ayala, secretario de Organización, otro hombre clave dentro del armado de la Uatre, quien ahora ocupa la titularidad del nuevo Registro de los Trabajadores Rurales y Estibadores (Renatre versión Macri).
Este cronista logró entablar un contacto con Carlos y Liliana en enero de 2012, luego de haber publicado una de las primeras notas sobre los desmanejos financieros del Momo dentro del Renatre. Primero fue un correo electrónico, luego una charla telefónica y tras la confirmación de que aceptarían hablar en “on”, un viaje a La Pampa que incluyó largas horas de conversación intercaladas con el análisis minucioso de documentos como libretas de peones rurales fraguadas, recetas de la obra social cuyos reintegros fueron cobrados por personal de la obra social de la Uatre en vez de beneficiar a los peones rurales y datos concretos de cómo el gremio inflaba el número de trabajadores registrados.
A las pocas horas de cerrar la primera parte de la investigación, –publicada el 13 de febrero de 2012–, este cronista dialogó con Venegas.
–Hay datos que indican que muchos peones eran registrados en la localidad El Bobadal (Santiago del Estero), cuando no eran de ese lugar. Y que se entregaban más libretas que trabajadores existentes. Hay más de 50.000 registrados en una localidad que tiene poco más de 1300 habitantes. ¿No le parece raro?
–Ah, ¿pero vos estás haciendo una investigación? Cómo puedo saber yo lo que están haciendo. Si estás haciendo una investigación, si tenés alguna denuncia, publicala, si te animás.
Esa fue la segunda nota de una larga serie de textos que indagaron sobre el encubrimiento del Momo Venegas a casos concretos de explotación laboral, a partir de la tercerización del trabajo de fiscalización en empresas vinculadas a la obra social de su gremio, y al manejo de una enorme caja de recursos que primero puso al servicio de Eduardo Duhalde y más cerca en el tiempo, a disposición de Mauricio Macri.
Las denuncias vinculadas al actual embajador argentino en España, Ramón Puerta y al presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, completan un cuadro de delitos cuyo eje central es haber subsumido a condiciones laborales infrahumanas a un conjunto de trabajadores para obtener una rentabilidad extraordinaria, tal cual lo estableció la Fiscalía Federal de Posadas en la investigación sobre el ex gobernador de Misiones.
* La primera presentación del libro será el sábado 15 de octubre, 19 horas en el Auditorio ATE, Carlos Calvo 1378, con la presencia de Alfredo Zaiat y Victor Hugo Morales junto al autor.
explotación
-La matriz de explotación intentó quebrarse en 1944 con la sanción del Estatuto del Peón Rural, luego convalidado por ley.
-Hasta la llegada de la última dictadura cívico-militar que abolió los derechos de esos trabajadores, en 1980.
-Pasaron 31 años hasta que nuevamente un gobierno popular sancionara en el Congreso un nuevo estatuto, reinstalando los derechos que habían sido eliminados por la dictadura y el neoliberalismo.
-El libro de Premici denuncia los casos de explotación de peones rurales en los campos de Ramón Puerta y Luis Miguel Etchevehere con la complicidad del dirigente sindical Momo Venegas.
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