“Una persona que tiene los pies en el freezer y la cabeza en el horno esta a la temperatura ideal. A la macro del 2016 sólo se la puede considerar razonable si se la piensa con la lógica absurda de promedio. Lo que importa es que hoy la economía está con la cabeza en el horno”. El comentario es repetido en la city. Los hombres de negocios aseguran que en los primeros meses del año hubo alguna intención de reordenar las variables de la macroeconomía, con un recorte de la emisión, suba de la tasa de interés, moderación del gasto y recomposición de la paridad real del dólar. Pero, afirman, que para el final de 2016 sólo quedan distorsiones, con un tipo de cambio real que volvió a la paridad de 2015, fuerte aumento del déficit fiscal y política monetaria con tendencia expansiva.

El equipo económico asumió con una consigna que repitió hasta el cansancio. “La prioridad es solucionar los desequilibrios de la economía con una perspectiva de mediano y largo plazo”. Es una estrategia que cambio sobre la marcha y ahora la principal preocupación es recomponer la actividad en el corto. La política juega un papel clave, con encuestas en el conurbano que ubican a Cambiemos como la tercera fuerza en intención de votos. El Gobierno sabe que si el movimiento del mercado interno no repunta en los próximos meses, el rechazo en las urnas puede ser fatal con un votante defraudado por la nueva gestión.

Los indicadores del cemento son claves para entender las presiones en el equipo de Macri para mostrar mejoras de la economía. En agosto salieron a festejar el alza de los despachos de cemento como el primer “brote verde” del segundo semestre y dijeron que las señales de reactivación se multiplicarían. Pero en septiembre las ventas de cemento volvieron a caer a tasas de dos dígitos y dejaron claro, como anticipó Página/12, que el dato de agosto fue un mero efecto estadístico (producto de mayores días hábiles y un clima seco).

La incertidumbre por la falta de reacción de la actividad va en aumento dentro del Gabinete y tensó al límite las disputas entre sus principales figuras. Esta semana el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, criticó en público la postura gradual del Banco Central en relación con la tasa de interés. “Las tasas están muy altas, dada la tendencia declinante de la inflación. No hay ningún Banco Central del mundo que esté tan aislado como para concentrarse únicamente en los precios. Hay que enfocarse también en los niveles de actividad”, dijo el titular del Palacio de Hacienda.

La respuesta de Federico Sturzenegger, el presidente de la autoridad monetaria, fue mantener la tasa de corte de las Lebacs por segunda semana consecutiva en torno al 27 por ciento. Y aprovechó para criticar la gestión del Tesoro en materia de déficit fiscal. “El Central no agachará la cabeza ante los reclamos de Hacienda. Si Alfonso hubiera sido más agresivo para reducir el gasto hoy podríamos tener una meta de inflación más baja y no caben dudas que ante la sociedad bajar la inflación es lo más redituable”. Las consultoras estiman que entre septiembre y diciembre, el Tesoro inyectará unos 700 mil millones de pesos (equivalente a 46 mil millones de dólares) a través del gasto primario.

El manejo de la inflación, al igual que el nivel del gasto y la tasa de interés, ya es un tercer elemento de disputa en el Gabinete. En el Central siguen convencidos de que el proceso inflacionario sólo puede solucionarse ajustando la tasa de interés. Pero esa estrategia empieza a generar fuerte disenso. Esto explica el anuncio de mantener el precio de los combustibles fijo por algunos meses (para moderar la nominalidad de la economía) y el renovado interés por inaugurar ferias barriales para contener el precio de los alimentos de consumo masivo, esquema que se había aplicado en la anterior gestión y recibió el rechazo de muchos de los economistas que hoy están en la administración.

En el mercado, mientras los funcionarios de Cambiemos discuten, la incertidumbre avanza y dudan que logren una reactivación antes de las elecciones.