Domingo, 16 de octubre de 2016 | Hoy
EVASIóN, DOLARIZACIóN Y PARAíSOS FISCALES
Por Esteban Guida *
Desde que salió a la luz la participación del Presidente de la Nación en el directorio de varias empresas radicadas en paraísos fiscales, el debate sobre la inocencia de Mauricio Macri versó principalmente sobre la legalidad del hecho. Algunos sostienen que no tiene nada de malo integrar una sociedad que, en apariencia, no tiene movimientos y de la que se desconocen sus accionistas, omitiendo cualquier consideración sobre el verdadero propósito de su existencia.
Saliendo de la indiscutible inmoralidad del caso, está el efecto social de estas prácticas, ya que las empresas off shore son una pieza clave en la operatorio de fuga de capitales que, apoyándose en una legislación propicia y haciendo uso de mecanismos delictivos, defrauda al Estado y empobrece al país.
En este circuito off shore se encuentran: los agentes económicos (empresas o personas) que se apropian de impuestos evadidos o eludidos y de dinero mal habido; los bancos que realizan el servicio de girar las divisas a cuentas en el exterior; los estudios contables y jurídicos que hacen las gestiones para constituir las sociedades en los paraísos fiscales; los países receptores (paraísos fiscales) que, con una legislación a la medida del caso, reciben y ocultan los fondos; y los gobiernos de los países que, sea mediante la liberalización de los mercados, la falta de regulaciones o la falta de aplicación de las mismas, facilitan y permiten la disponibilidad, acceso y fuga de capitales.
El resultado de esta operatoria es la acumulación ilegal e ilegítima de recursos que deberían formar parte del Estado, es decir, del patrimonio del conjunto de la sociedad.
La divulgación de los Panamá Papers sirvió para poner en evidencia algunas de las piezas de este engranaje. A las personalidades que se han dado a conocer como parte de estas empresas “fantasma” se le suma otra prueba más de ciertos bancos que operan en el país y que han articulado la fuga de divisas, llegando incluso a ofrecer este servicio explícitamente a sus clientes, tal como lo denunciara un actor arrepentido.
En vista de la existencia y proliferación de estos mecanismos, el punto que se quiere poner de relieve es que, sin una regulación efectiva sobre el mercado de capitales y el acceso a la divisa, la deuda externa se transforma en la garantía de provisión de moneda extranjera para quienes tienen capacidad de compra y encuentran facilitados los mecanismos para fugarlas y ocultarlas en los paraísos fiscales.
No hay novedad en el asunto, aunque resulta llamativo que la Argentina esté desarrollando un programa económico que ya fracasó estrepitosamente en más de una ocasión. Procesos semejantes se vivieron a fines de la década del ‘70 bajo la dictadura cívico-militar y en el marco de la convertibilidad; en esos casos, también se impulsó el endeudamiento externo, en un contexto de desregulación y liberalización del movimiento de capitales, lo que coincidió con la fuga masiva de divisas, la concentración económica y el empobrecimiento de millones de personas.
En todos los casos fue necesaria la actuación y complicidad de los funcionarios públicos que facilitaron la apropiación y giro al exterior de divisas, incrementado la deuda pública externa en proporciones gravosas, tanto como necesitaba la fuga de dólares.
El mecanismo de fuga no depende exclusivamente de la existencia de paraísos fiscales. Pero dado el fenomenal volumen de dinero que fluye ilegalmente desde las economías, la disputa mundial por la gestión de los fondos evadidos, negros o manchados de sangre, puede significar un incentivo más para quienes arbitran los hilos del poder y pueden aprovecharse de los pueblos que no son capaces de defender la riqueza que generan con su trabajo.
Todas las medidas adoptadas por el actual gobierno indican que se está preparando un escenario semejante al que se tenía cuando la deuda externa alimentó la fuga de capitales. La moralidad de los actores que protagonizan la escena actual dista mucho de ser una garantía, y en este sentido los Panamá Papers han aportado una evidencia más.
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