Hormiga negra
Por Julio Nudler
Los biólogos las llaman Linepithema humile, explica Javier Sampedro. Son argentinas. Forman la mayor colonia de hormigas de que se tiene noticia en el mundo, con millones de hormigueros que se extienden desde Génova a Galicia por el litoral europeo. Son muy agresivas con sus colegas de otras especies. Como el tango, llegaron a Europa en algún barco desde Buenos Aires a comienzos del siglo XX. Y ahora son objeto de la curiosidad científica por su extraño comportamiento.
El mal genio de este insecto criollo lo mueve en su Argentina natal a atacar incluso a las obreras de su misma especie que pertenezcan a otros hormigueros. Pero, misteriosamente, “la hormiga argentina ha perdido por completo, tras su llegada a Europa, la capacidad para reconocer como extraños a los miembros de su misma especie que pertenecen a otras colonias, por muy alejadas que estén”, según consigna Sampedro en el diario madrileño El País, citando conclusiones de un estudio encabezado por el ecólogo Laurent Keller, de la Universidad de Lausana.
Los investigadores secuestraron ejemplares en varios países para luego ir encerrándolas de a dos en frascos y observar cómo reaccionaban. “Cuando esto se hace en Argentina, una de las hormigas agarra a la otra con sus mandíbulas por cualquier parte sensible y acaba con su vida en un 98 por ciento de los casos –ilustra Sampedro–. Pero en Europa, las dos hormigas ni se inmutan. Se comportan como si pertenecieran a la misma colonia.” Sin embargo, no siempre sucede así: 3 de las 33 muestras escogidas violaron esta norma.
Keller llama a esas tres poblaciones díscolas “la supercolonia catalana”. Cuando una obrera de ésta coincide en el frasco con una de cualquier otra, “la vieja agresividad argentina renace en todo su esplendor (por ambas partes) y sólo una de las hormigas sale viva del encuentro (no necesariamente la catalana)”.
Cualquier imaginada semejanza con comportamientos de ejemplares humanos argentinos es responsabilidad de quien la conciba.