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Domingo, 5 de mayo de 2002

EL BAúL DE MANUEL

Desocupación I y II

 Por Manuel Fernández López

Desocupación (I)

El costo económico de emplear trabajo es la cantidad de bienes que dejan de producirse por destinar el factor a otro uso. El empleo de mano de obra ya ocupada tiene como costo lo que deja de producir en su empleo anterior al pasar a uno nuevo. El costo de un trabajador desocupado es cero: su empleo no resta producción a ninguna actividad. Una economía con gran desempleo puede, inyectando dinero, por un tiempo expandir el empleo sin hacer subir los salarios ni los precios. Lo dijo Hume en 1752: “A las alteraciones de la cantidad de dinero no siguen de inmediato alteraciones proporcionales del precio de las mercancías. Media siempre un intervalo antes que las cosas se ajusten a su nueva situación. Al incremento de oro y plata no sigue de inmediato un mayor precio de las mercancías: se requiere antes que por un tiempo el dinero circule por todo el Estado y haga sentir su efecto sobre todas las categorías de la población. Al comienzo, no se percibe ninguna alteración de los precios. En este intervalo o situación intermedia, el incremento en la cantidad de oro y plata favorece a la industria. Cuando una cantidad de dinero se importa en una nación, no se dispersa inicialmente en muchas manos sino que se concentra en unas pocas personas, quienes de inmediato procuran emplearlo para sacar un provecho. Si hay un grupo de manufactureros o mercaderes, que han recibido pagos de oro y plata por bienes exportados, ello les permite emplear más trabajadores que antes, quienes ni por asomo piensan en pedir mayor salario sino que están felices de trabajar para tan cumplidos pagadores. Si los trabajadores se vuelven escasos, antes que pagarles mayor salario, el manufacturero trata de prolongar la jornada: a lo que accede gustosamente el artesano, que podrá comer y beber mejor, como compensación del mayor esfuerzo y fatiga. Este lleva su dinero al mercado, donde halla todo al mismo precio que antes, pero regresa con mayor cantidad y de calidad mejor, para uso de su familia. El granjero y el jardinero, al encontrarse que se llevan todas sus mercancías, se aplican con presteza a cultivar más: y ellos a su vez pueden permitirse comprar más y mejor ropa a sus tenderos, y al mismo precio de antes, y la industria no halla sino estímulo con tanta ganancia nueva. En su recorrido por todo el reino, el dinero, antes que aumentar el precio del trabajo, debe avivar la diligencia de cada individuo”.


Desocupación (II)

El coronel Perón estuvo en Italia a comienzos de los ‘40 y, según su propia declaración, estudió Economía. Seguramente, “economía corporativa”. Cuando ganó poder, luego del ‘43, creó el Consejo Nacional de Posguerra, con José Figuerola, autor de la obra Derecho corporativo, como mano derecha. Lo que había aprendido Perón, o lo que le podía aportar Figuerola, no era útil al momento de acceder Perón a la presidencia en 1946, con 800 mil desocupados. Preguntó qué economía podía eliminarlos. La keynesiana, le dijeron, y aquella historia de que el empleo sube un tiempo sin elevar el salario. ¿Y después?, preguntó Perón. Entonces los salarios empiezan a subir. Pues hagamos ésa, dijo, y así lo recordó: “En nuestro tiempo, gobernar es crear trabajo. Porque es inconcebible que en aquel entonces, en el año ‘46, existieran 800 mil desocupados. ¿Cómo puede explicarse que en un país en que está todo por hacer haya 800 mil personas que no puedan trabajar? Cuando llegó el momento, lanzamos el primer plan quinquenal, que eran 76 mil obras. Indudablemente, al lanzar esas 76 mil obras, el país se puso en movimiento, se rompió la inercia. La primera consecuencia fue que esos 800 mil desocupados se ocuparon en dos o tres meses. Cuando se ocuparon los 800 mil desocupados, los salarios subieron solos. Porque cuando hay plena ocupación, al salario no hay que impulsarlo, sube solo. Claro, cuando subieron los salarios, el poder adquisitivo de la masa popular, que es el verdadero consumo, se multiplicóvarias veces. Al multiplicarse y subir el consumo, eso inmediatamente tonificó el comercio, para satisfacer la demanda de ese consumo multiplicado. Eso demandó a la industria la transformación necesaria para la distribución por el comercio. En consecuencia, la industria se puso en marcha. Y todo el mundo comenzó a pensar en el desarrollo industrial. Porque no es cuestión de hablar de un desarrollo siempre teóricamente y en los papeles. El desarrollo es como el apetito, que viene comiendo. Hay que empezar a hacer. Pero hay que crear las condiciones de que eso sea un proceso fatalmente provocado por otro proceso, al cual está encadenado. Tan pronto se puso en marcha la industria y comenzó a necesitar materia prima, la producción hubo de abastecérsela. Y así el ciclo de la producción, la transformación, la distribución y el consumo quedaron en proceso de progreso, de aumento”.

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