Domingo, 18 de septiembre de 2005 | Hoy
BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat
El proceso electoral y las campañas para conquistar votos a veces pueden desorientar, en especial cuando los candidatos meten algunos bocadillos en materia económica. Rafael Bielsa, luego amplificado en el discurso de Néstor Kirchner en la Asamblea General de las Naciones Unidas, arremetió contra el FMI en una peculiar dinámica de gritar para pagar. Después de tantos cruces del Gobierno con el Fondo en los últimos años no es una reacción que sorprenda. En todo caso se sabe una estrategia de campaña que responde a decir lo que las encuestas reflejan sobre el bajísimo nivel de consideración sobre el FMI que existe en la población. En cambio, la postulación de Elisa Carrió sobre la necesidad de bajar las retenciones a las exportaciones, empezando por las que se aplican en la ganadería y a los lácteos, no deja de asombrar. Primero expresó esa idea en su recorrida por la Exposición Rural. Se podía suponer que era parte de un previsible comentario de candidato que manifiesta lo que el interlocutor quiere escuchar. Sin embargo, en su desafiante Contrato Moral –plataforma de propuestas de su partido– la reducción de retenciones está expuesta como una iniciativa para el sector, que convive en forma desafinada en ese capítulo con el concepto que “el desarrollo agropecuario debe garantizar una distribución más igualitaria de la renta del suelo”. La propuesta de bajar retenciones también fue levantada por la candidata Hilda “Chiche” Duhalde ante productores agropecuarios.
Por ese camino el debate económico incrementa su ya elevado nivel de contaminación. Cuando se repite una y otra vez que las retenciones son impuestos “distorsivos”, adjetivo que le calzaron sectores de interés, ciertos especialistas y la mayoría de los medios de comunicación, lo que se alimenta es la confusión. El reclamo de representantes del campo o las propuestas de campaña de reducir las retenciones se entienden en forma sencilla: el sector que más se benefició y sigue siendo privilegiado por un dólar alto pretende apropiarse en exclusivo provecho sectorial de sobrerrentas, despreocupado respecto de la situación general de la macroeconomía y del evidente aumento de la regresividad global del sistema tributario que la eliminación de las retenciones supondría.
Un imprescindible y extenso documento elaborado por Jorge Gaggero y Federico Grasso para todos aquellos que tienen la inquietud de comprender la complejidad del régimen impositivo, la orientación del gasto público y la distribución del ingreso ofrece orientación sobre el origen y la importancia de las retenciones en el actual esquema económico. La investigación La cuestión tributaria en Argentina preparada por esos autores forma parte de los documentos de trabajo que se desarrollan bajo el paraguas institucional del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefid/ar). En el análisis de las retenciones, Gaggero y Grasso tomaron como base estudios del reconocido especialista en temas fiscales Salvador Treber, siendo las siguientes las principales observaciones:
• Las retenciones registran múltiples antecedentes en Argentina. Rigieron entre 1862 y 1888; de 1890 a 1905; y en el período 1918-1923. El antecedente más importante del siglo pasado fue en 1955, cuando se enfrentó el pasaje de un régimen cambiario que operaba con tipos de cambio fijos y controlados a otros de mercado libre y flotante. También se apeló a ellas a partir de marzo de 1967 con el ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena.
• La importancia que asumieron en Argentina se vincula con violentos procesos devaluatorios.
• En ciertos países exportadores, especialmente los monoproductores, suelen ser usadas para sustituir la imposición a la renta y a la superrenta, aunque con el tiempo ha tendido a reducirse su aplicación al mejorar el poder de control de las administraciones fiscales (no es el caso argentino).
• La apropiación social de parte de la renta proveniente de recursos naturales (como los de la pampa húmeda o los yacimientos mineros y de petróleo) constituyen una práctica universalmente aceptada. Su lógica deriva de que se trata de un beneficio que, en parte, procede del medio natural y no del premio a esfuerzos individuales de inversión, ingenio o trabajo.
• La salida de la convertibilidad y un dólar alto generaron en las exportaciones un doble margen de ganancia: 1. una rentabilidad “normal”, calculada como diferencia entre el costo total y el precio de venta; y 2. una utilidad o margen adicional –extraordinario– como consecuencia directa de la fuerte subvaluación del peso, debido a la política cambiaria adoptada por el Estado.
• Además de acercar recursos a la Tesorería, las retenciones limitan las presiones inflacionarias consecuencia de la devaluación, por su fuerte impacto sobre los costos y precios internos. Con respecto a estos últimos, resulta determinante que Argentina sea exportadora, en alta proporción, de bienes de la canasta familiar, lo que hace indispensable atenuar el impacto interno del ajuste cambiario.
• Las retenciones operan en sustitución de un gravamen específico sobre las rentas extraordinarias, derivadas de la acción del Estado (devaluación), circunstancias del contexto interno (inflación y disminución de costos) y del escenario internacional (elevados precios de commodities).
Por esos motivos, Gaggero y Grasso concluyen que “ese tributo parece llamado a subsistir durante un largo período de tiempo, al menos mientras se den las circunstancias antes reseñadas”. Tan esclarecedor como con las retenciones resulta la explicación que brindan esos dos especialistas sobre el significado de “distorsivo”, calificación que apunta a desacreditar ciertos tributos. Sostienen que “además de tendenciosa, no condice con el concepto y significado que le adjudica a aquella palabra la teoría general de la imposición”. En rigor, afirman Gaggero-Grasso, todos los tributos son “distorsivos puesto que al modificar la situación económica de los agentes (con respecto a la que regía ‘ex ante’, en un mundo ‘ideal’ sin Estado), introducen necesariamente ‘distorsiones’ en el comportamiento de los agentes económicos y de los mercados”.
En realidad, a veces, da la impresión que las campañas electorales y la discusión económica parecen tener un sonido distorsionado.
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