Domingo, 5 de noviembre de 2006 | Hoy
BUENA MONEDA › BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat
Los bancos más importantes del sistema ya dejaron atrás la peor crisis de la historia económica moderna del mercado doméstico. No sólo dieron vuelta la página porque empezaron a contabilizar ganancias crecientes. O porque se deshicieron de las chapas que utilizaban para tapiar los frentes de las sucursales céntricas en los años de las cacerolas. La señal más contundente de que pocos rastros quedan del descalabro mayúsculo de la tormenta de 2001 es que han iniciado una intensa campaña de ofertas de créditos personales. Ese síntoma de vitalidad muestra que la crisis ha sido superada pero, en el caso local, a la vez refleja que poco y nada han aprendido de la traumática experiencia de la quiebra del sistema. Algunas entidades están tentando a sus clientes y a los de la competencia –-información que consiguen de bases de datos que compran por vías no muy transparentes– con préstamos a sola firma. Esa práctica de la actividad y las ofertas que realizan no tienen nada de diferente a lo que realizan los bancos en plazas financieras más sólidas. La marca distintiva de las entidades que operan en el mercado local es que, reiterando la política aplicada en la década pasada, los préstamos personales que están invitando a suscribir tienen tasas usurarias. El nivel del costo financiero total, que es la variable relevante cuando se toma un crédito, es escandaloso. Se ubican por encima del 43 por ciento anual. Como es un producto que se vende a precio elevado, los incorregibles lo presentan con la ecuación de cuánto se debería pagar por mes por cada 10 mil pesos de préstamo, colocando en letra pequeña el costo financiero que equivale esa relación (ver facsímil).
Se trata de una trampa para incautos. Con la economía creciendo y salarios en ascenso, la publicidad de una cuota mensual se presenta atractiva en función al ingreso. Pero el costo financiero de esa operación es ruinoso para el tomador. Ese tipo de oferta tiene una mayor recepción en sectores medios y altos bancarizados durante el ciclo positivo de la economía. Es una modalidad de créditos que se han difundido con intensidad en el circuito extrabancario, dirigida a la población de bajos ingresos que no califica en el sistema formal. Esas transacciones se concretan a través de compañías que prestan montos pequeños a tasas que superan el 100 por ciento.
No es la mejor forma de amigarse con los clientes que fueron defraudados con el corralito. Pero, se sabe, la memoria financiera en la Argentina es muy estrecha. Como no existen herramientas regulatorias para poner límites a la tasa de interés, los bancos se mueven por las señales del “mercado” y con la limitada intervención estatal. Por caso, para que un grupo de bancos ofreciera créditos hipotecarios para inquilinos a tasas apenas unos pocos puntos más bajas que las líneas tradicionales tuvo que haber una presión muy fuerte del Estado. El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, debió aplicar sus “modales” para conseguir ofertas que, por ahora, están generando muchas consultas pero pocas operaciones efectivas.
En concreto, el sistema bancario sufrió una importante transformación en los noventa, para desembocar en una aguda crisis y luego resucitar en los últimos dos años. Pero su lógica de funcionamiento y el corazón de su marco regulatorio siguen intactos. Una economía que aspira a consolidar un crecimiento sustentable –meta en la que coinciden ortodoxos y heterodoxos– requiere de un sistema financiero que permita hacerlo viable. “Un elevado nivel de spread (diferencia entre el costo de los créditos y la remuneración a los depósitos) podría desalentar el desarrollo de un sistema bancario puesto que los ahorristas recibirían un menor ingreso por sus capitales, los tomadores de crédito enfrentarían un mayor costo financiero, o por ambos comportamientos a la vez”, explican Federico Grasso y Alejandro Banzas, en el Documento de Trabajo Nº 11 (agosto de 2006) El spread bancario en Argentina. Un análisis de su composición y evolución (1995-2005), del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefid-AR). Para agregar que “si además se considera que Argentina posee un escaso desarrollo de su mercado de capitales, la limitación al acceso de financiamiento disponible, daría lugar a menores niveles de actividad (respecto de los alcanzables) y a una pérdida de competitividad en el sector real de la economía”.
En ese informe se revela que “en la actualidad el sistema bancario argentino arroja como resultado un nivel de spread levemente superior al evidenciado durante la convertibilidad”, aunque en el marco de un menor nivel de actividad medido como la relación crédito/producto. El promedio del spread en la segunda mitad de la década pasada fue de 10,45 por ciento, mientras que en el período 2004-2005 esa variable se ubicó en el 13,2 por ciento. Elevado porcentaje que explica en parte las utilidades crecientes que están contabilizando los bancos. Grasso y Banzas señalaron que “la reforma financiera propuesta y aplicada por la ortodoxia durante la vigencia de la convertibilidad expresada en la privatización de parte de la banca pública, el ingreso de entidades extranjeras y la concentración de la actividad bancaria en un número reducido de entidades, no se tradujo en una mayor eficiencia del sistema bancario”. Para concluir que “tras la crisis económica, y con el establecimiento de un nuevo escenario económico y financiero, es necesario promover una mayor profundización e instrumentos adecuados de financiamiento y cambios regulatorios que apunten, en el marco de economías de escala, a coadyuvar a reducir los actuales márgenes de intermediación, volcando los mayores esfuerzos a proveer financiamiento a los sectores de la economía real, contribuyendo a una mayor desarrollo económico y social”.
Otra tarea para el hogar, o sea, otra asignatura pendiente más que espera ser atendida.
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