Domingo, 15 de julio de 2007 | Hoy
BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat
En un año electoral y a pocos meses de las elecciones presidenciales, los ánimos están bastante crispados. Resulta bastante difícil un análisis desapasionado, lo que no significa neutral, de un proceso económico con variados matices. La popular mediática reclama bandos divididos en blancos o negros, respuestas que con placer ofrece la mayoría de los comunicadores, algunos con ingenuidad y otros preocupados en cuidar los intereses de las empresas que los contratan y del sector privado, que se hace el distraído, por ejemplo, de haber sido uno de los responsables (el otro es el Gobierno) de la actual situación de máxima tensión en el sistema energético. Los economistas de la city, con sus pronósticos fallidos, y la tecnocracia energética, con su obsesión de subir las tarifas para abultar las cuentas de las privatizadas, están suficientemente desprestigiados, aunque no tanto como para no dejar de influir. Por su parte, el Gobierno no explica o explica mal cuestiones básicas sobre situaciones críticas que preocupan a la opinión pública, construyendo así un mediocre discurso de gestión. En definitiva, se trata de una lucha de poderes y de hegemonía política que distorsiona las observaciones respecto de cuestiones estructurales de un complejo y desafiante período de la economía local e internacional. Los estudios de investigadores que se esfuerzan en tratar de comprender ciertos fenómenos de la esfera de la economía resultan un bálsamo en ese torbellino y un faro que permite descartar las alarmas que se empecinan en encender los amantes de la “economía del miedo”.
Uno de los postulados que la ortodoxia –y más de un economista y analista heterodoxo– ha levantado como bandera es que el país crece a tasas tan elevadas simplemente por “la suerte”. Con lenguaje más sofisticado, los gurúes del poder económico hablan de “viento de cola”. El blog “homo economicus” rescata un paper esclarecedor, de imprescindible lectura para funcionarios y divulgadores, que permite deducir cuánta “suerte” tuvo Argentina en relación con otros países de la región en el período 2002-2006. Las conclusiones son llamativas por el equivocado consenso que ha instalado el discurso dominante. El documento está titulado La revalorización de las materias primas y sus efectos en América latina, elaborado por Bernardo Kosacoff y Sebastián Campanario, de la Oficina de la Cepal de Buenos Aires.
Uno de los argumentos más repetidos se refiere a que toda la región está transitando un mismo sendero: sin crisis financiera, cuentas corrientes vigorosas, desempleo e inflación en baja y reservas monetarias en niveles record. Este proceso en el marco de un intenso crecimiento coincide con una recuperación importante en el precio de los commodities, impulsado por el avance arrollador de China e India. Kosacoff y Campanario señalan que “esta coincidencia de esas fases alcistas resulta una tentación para relacionar ambos fenómenos en forma lineal”. Esa tentación ha derivado en el análisis vulgar de “la suerte”. Por ese motivo, ese dúo de investigadores advierte: “Hay que tener cuidado con las simplificaciones. La incidencia del boom de los commodities en la región muestra un mosaico de impactos heterogéneo, tanto entre los países, como en las estructuras productivas internas”.
De acuerdo con el FMI, entre 2002 y 2006 un índice general de commodities que excluye al petróleo se incrementó un 60 por ciento en términos reales. Pero Kosacoff y Campanario puntualizan que “hay casos muy disímiles, mientras que, por un lado, Chile se benefició con la espectacular suba del cobre (que explica más de la mitad de sus exportaciones) y con la irrupción de China (hoy su segundo socio comercial, después de EE.UU.), México resultó un perdedor neto de un proceso que lo desplazó”. Y prepararon un ilustrativo cuadro que acompaña este artículo, que colabora en la comprensión de ese proceso.
Los inquietos economistas del blog arriba mencionado lo analizan destacando que en ese ranking Argentina aparece abajo en el promedio general del crecimiento de las exportaciones de la región, pero por encima de la media en cuanto al efecto por cantidades y por debajo en el efecto precio. Es decir, el espectacular alza de la demanda mundial de commodities tuvo un impacto positivo en el incremento de las exportaciones, pero más lo tuvo por la buena performance por las cantidades despachadas. Se ubica por encima del modelo chileno, admirado por la ortodoxia al que no le atribuyen nada de “suerte”, cuyas exportaciones estuvieron motorizadas por el efecto precio en un 28,9 por ciento (gracias al cobre) y por el efecto cantidad en un 9,3. Brasil, Perú, Bolivia y Uruguay han registrado un mejor resultado que Argentina. “Pero es evidente –se escribió en ‘homo economicus’– que, contrariamente a lo que se dice, el aumento de las cantidades exportadas tuvo un muy buen comportamiento, especialmente comparándolas con los otros países de la región.” Y concluyen: “La comparación regional muestra que las exportaciones de Argentina crecen a buen ritmo y que nuestro país no se encuentra entre los más beneficiados por la variación de los precios”.
El documento de la Cepal también incorpora otra cuestión que resulta esclarecedora en debates que a veces se convierten en diálogo de sordos. Kosacoff y Campanario indican que “es interesante ver la dinámica en perspectiva histórica: a pesar de las subas de precios que en muchos casos implicaron tocar records nominales, el valor de la mayoría de las materias primas aún se encuentra por debajo de los picos reales alcanzados en el pasado. En el transcurso de las últimas cinco décadas, el precio de los commodities cayó en relación con los precios de bienes de consumo a una tasa del 1,6 por ciento anual”. Y recuerdan que ese fenómeno ha sido analizado en detalle por reconocidos economistas, como el argentino Raúl Prebisch, que destacó el deterioro secular de los términos del intercambio de las materias primas. Esa tasa de caída promedio se alcanza pese a que entre 2001 y 2006, según la estimación de ese estudio de la Cepal, los términos de intercambio de América latina acumulan una mejora del 21,1 por ciento.
En ese período, la Argentina creció mucho más que otros países de la región en comparación con el elogiado Brasil y el admirado Chile. Y en especial en los últimos dos años, cuando ya había superado el efecto rebote de la peor crisis de su historia y el de la recuperación por la utilización de la capacidad ociosa. Analizar el actual proceso económico requiere de un esfuerzo mayor que concluir que fue por “la suerte” debido a que, como muestra el documento de la Cepal, otros países de la región han tenido más fortuna y pese a ello han crecido menos que Argentina.
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