Domingo, 15 de julio de 2007 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
El crecimiento económico o incremento del PBI es la suma global de los cambios en el volumen de actividad de las distintas producciones de un país. Producir supone reunir y transformar recursos. La cantidad de recursos que puede adquirir un productor particular es limitada. La cantidad total de recursos de que puede disponer un país también es limitada en cada punto del tiempo. Esta limitación origina el cálculo económico, que conduce a elegir el mejor uso posible de tales recursos limitados. Esa escasez, sin embargo, no es la misma para los diversos recursos: depende –entre otras cosas– de la cantidad, calidad y tasa de empleo de cada uno. El empleo intenso de alguno de ellos termina más rápido con su cantidad disponible. Dado que producir es complementar recursos, aquel que más rápido se agota fija un tope al empleo de los demás y marca una frontera a la producción: fijar un tope al uso de energía fija un límite al empleo de trabajadores. Para un país, el recurso relativamente más escaso fija un límite a su crecimiento económico. Los límites pueden ser transitorios: la falta de cierta categoría de trabajo puede superarse con años de educación, la limitación de tierras agrícolas se supera mejorando las técnicas productivas, la escasez de capital se supera incrementando la tasa de ahorro, la escasez de recursos naturales propios se supera mediante importación o uso de sucedáneos. O violentando otros países: por ejemplo, el colonialismo y la trata de negros tuvieron por fin, respectivamente, allegar recursos naturales y mano de obra a la estructura productiva de las metrópolis. Los límites también pueden nacer de una contabilidad adrede miope o de una moral dudosa: el uso de un recurso abundante, como el agua, cuyo uso empobrece al recurso mismo (caso de las fábricas de pasta de celulosa y sus consecuencias deletéreas sobre la fauna ictícola de aguas abajo), sin cargar precio por ello, hace considerar ese recurso (erróneamente) como ilimitado. En la ciencia económica, entre los recursos de la producción –tierra, capital y trabajo– la tierra fue considerada como fija en los modelos de Malthus (a través de la limitación de alimentos) y Ricardo (por su efecto sobre la productividad de la tierra), y el capital en el modelo de Smith. El trabajo no se considera escaso, al confundir mera población y capital humano o población capacitada para producir.
Uno viaja por una ruta que termina en una pared: si acelera, se acercará más rápido a ella; si acelera más, aumenta el riesgo de no poder frenar a tiempo y chocar, si antes no optó por tomar otro camino. Esto es palmario. Empero, a lo largo de la historia argentina prevaleció la idea de excepcionalidad de este país, donde la abundancia de tierra neutralizaba toda limitación y con dos cosechas toda crisis se vencía. Ya Silvio Gesell, a fin del siglo XIX, denunció esta suerte de soberbia vernácula. Los hechos mostraron que cada vez que una actividad apretó el acelerador más rápido, se encontró algún límite. Incluso acceder a aquella fuente de todos los milagros, la tierra, tenía un límite, la línea de frontera con el indio; y para romperlo se eligió destruir a sangre y fuego a sus causantes. Y esa misma tierra, dado el intenso uso que se hizo de ella, en determinado momento alcanzó un máximo de hectáreas sembradas, como detectó Alejandro E. Bunge en 1909. El desarrollo industrial y la falta de inversión en la Patagonia, con el tiempo, mostraron el rostro ominoso del límite de la producción petrolera en el sur, salvado con importaciones a elevado costo. Para acelerar la producción petrolera hacía falta capital, que en el país era limitado. Prebisch propuso complementarlo con inversión extranjera y abrió el camino a la batalla del petróleo de Frondizi. Al brotar más petróleo, el problema fue hallarle demanda y Don Arturo no tuvo mejor idea que suprimir los tranvías, sustituirlos por microómnibus y promover la radicación de numerosas fábricas de automotores. ¿No tuvo en cuenta que el petróleo era un recurso agotable? Ya entonces (1958) la falta de energía eléctrica frenaba la expansión del conurbano bonaerense. En el último medio siglo, cuatro rasgos del país se traducen hoy en límites de las altas tasas de crecimiento. Primero, la baja propensión a ahorrar de la población y la insuficiencia actual de capitales. Segundo, la migración campo-ciudad e intraurbana, y su presión sobre suelos urbanos de extensión fija, servida por infraestructuras estancadas. Tercero, la negligencia oficial hacia la enseñanza industrial y tecnológica, hoy manifiesta en la escasez de determinados profesionales. Y cuarto, la incompatibilidad entre el ansia de crecer rápido y el cortoplacismo de quienes deciden la inversión en nuevas plantas de energía para la producción.
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