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Capital de la pobreza
Por Alfredo Zaiat
Con los últimos datos informados por el Indec, Argentina se ha convertido en un país de pobres, con casi el 60 por ciento de su población en esas condiciones. En ese territorio de desdichados, Entre Ríos se ganó la semana pasada el premio de la provincia de la injusticia: el Poder Judicial dispuso un aumento de los sueldos de sus miembros en un 32 por ciento, en un distrito que registra la inflación más elevada del país al circular como principal medio de pago el Bono Federal (Bofe), cuasimoneda que cotiza a la mitad de su valor en los comercios. Y casualidad o no, en ese paraje mesopotámico se encuentra la capital de la pobreza: Concordia. Tiene el record del país, con el 77,7 por ciento de su población en la pobreza. También acredita desocupación y subocupación por encima del ya de por sí elevado promedio nacional. La tasa de desempleo de los varones creció más aceleradamente que la de la mujeres en los últimos cuatro años. De los ocupados, más de la mitad son informales, y de aquellos asalariados el 41 por ciento no tiene cobertura de la seguridad social. La remuneración media es 66 por ciento más baja que el promedio de los trabajadores urbanos del resto del país: recibe en sus bolsillos hasta 200 pesos el 43 por ciento de esos empleados y el promedio es de 377, con el agravante de que los agentes públicos reciben la mitad en Bofe devaluados. El peso de la crisis recayó, fundamentalmente, en los hogares de menores recursos, obteniendo así también el podio en el indicador de la brecha de ingresos entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobres: esa diferencia es de casi 40 veces. Estas frías cifras corresponden a Concordia, Entre Ríos, la capital del país de pobres en que se ha convertido Argentina.
Concordia reúne todas las características de una crisis que cruza a lo ancho y largo del país, miserias que quedan más en evidencia porque se trata de un pequeño aglomerado urbano. Tiene 40.274 hogares, donde viven 156.000 personas, el 12,7 por ciento del total de Entre Ríos. En la estructura productiva de la provincia se destaca el sector agroindustrial con plantas frigoríficas de aves y bovinos, molinos arroceros, manufacturas de madera, productos lácteos, jugos cítricos y elaboración de alimentos para animales. En Concordia, el sector público absorbió empleados expulsados del ámbito privado, pero igualmente no fue suficiente para evitar el brusco salto que describió la desocupación en la zona (19,5 por ciento), lo que refleja la destrucción de las actividades productivas. Es un pueblo de empleados públicos, cuentapropistas, microempresas y beneficiarios de planes nacionales como el de Jefa de Hogar. Con una fuerte crisis en sus principales agroindustrias, se ubica entre los centros urbanos que tienen menor capacidad de generar empleo.
El pueblo está ubicado en el área de influencia de la producción agrícola, particularmente cítricos. Si bien los volúmenes producidos a lo largo de la década pasada muestran un crecimiento sostenido (naranjas, 64 por ciento; y mandarinas, 31), la rentabilidad de la citricultura ha descendido. La principal fábrica de jugos de naranja, pomelo y mandarina está en quiebra. A la caída del mercado interno por la prolongada recesión se le sumó la evolución a la baja del precio internacional del jugo y la caída de la exportación de fruta.
Esa crisis reconoce también factores propios de una economía de oligopolios, que afectan la estabilidad, destruyen el tejido social y profundizan la inequidad en la distribución de ingresos. Todo esto facilita la comprensión de fenómenos sociales que provocan asombro cada vez que se difunden estadísticas del Indec. En el caso de Concordia, la oligopolización del mercado con fuerte influencia del supermercadismo como principal comprador de cítricos definió la disminución del precio recibido por el productor. Y su miseria.
En suma, la destrucción del país se resume en Concordia, con la mansión del ex senador del PJ Augusto Alasino construida en esta capital de la pobreza como símbolo de esa otra miseria.