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El mal soldado Greenspan
El jefe de la Fed contradijo esta semana la política económica de la Casa Blanca. El contexto de preguerra no parece casual.
Por Claudio Uriarte
Por espacio de 25 meses, Alan Greenspan, el veterano titular de la Reserva Federal estadounidense, ha venido desempeñando el papel del buen soldado republicano ala administración de George W. Bush. Greenspan, que en tiempos de la administración Clinton se reservaba el papel de un relojero fino de la economía –ajustando una tasa aquí, bajando medio punto porcentual allá–, respaldó el primer gran recorte de impuestos de Bush: un poco de estímulo económico, dijo, no vendría mal. El déficit, a lo largo de dos años, se disparó a 160.000 millones de dólares, pero no le importó. Los fundamentos de la economía estadounidense eran fuertes, repitió con distintos matices estos dos años, en que sus testimonios ante el Congreso se convirtieron en un ejercicio cada vez más renovado del arte del eufemismo y la atribución equívoca: no había recesión –decía–, sino una desaceleración del crecimiento –o un crecimiento desacelerado–, y las causas no radicaban en la gestión de Bush, sino en imponderables como los atentados del 11/9 y los escándalos empresarios –que deprimían a la Bolsa–, el estallido de la burbuja financiera –que se envanecía en haber sido el primero en adelantar, con su frase sobre “exuberancia irracional” en los ‘90, aunque fuera una excepción muy aislada en su retórica de época– o “incertidumbres geopolíticas” –como la tensión con Irak–.
Pero eso cambió esta semana. En testimonio ante el Comité de Bancos del Senado, el buen soldado se apartó de la línea oficial. Enfrentado con un nuevo paquete de “estímulo económico” –otra reducción de impuestos, esta vez por 678.000 millones de dólares– y con una nueva proyección de déficit de la Casa Blanca, que ahora se calcula en 300.000 millones de dólares –o 3 por ciento del Producto Bruto estadounidense– para este año, Greenspan urgió esta vez a los legisladores a frenar los gastos. Hablando en greenspanés clásico, dijo que una vez que las “incertidumbres geopolíticas” se resolvieran (una vez que la guerra contra Irak haya concluido) la “expectativa más probable” de la Fed era que el crecimiento se acelerara, y la economía no necesitara ahora el estímulo extra provisto por los recortes de impuestos propuestos por la administración Bush. “Indudablemente”, dijo, un crecimiento económico más rápido “haría mucho más fácil contener el déficit (pero) no es probable que un crecimiento económico más rápido sea la solución total a los déficit de largo plazo que se están proyectando ahora”. Además, en un retorno inesperado al conservadorismo clásico, advirtió contra el tipo de laxitud presupuestaria que “permitiría que vuelvan a hacerse fuertes los intereses políticos creados en favor de los déficit presupuestarios”.
La Casa Blanca minimizó las declaraciones de Greenspan a los límites de la “discusión razonable” y el propio Greenspan, el próximo día de testimonio en el Congreso, fue más amigable hacia Bush, aunque reiteró que el Congreso debía evitar las reducciones de impuestos que excedan los límites de déficit fijados por una ley cuya vigencia venció recientemente. Traducción: el buen soldado está nervioso, y nunca más que ante la inminencia de la invasión a Irak. Pese al pronóstico de antiimperialistas y panegiristas, esa invasión puede tener efectos ruinosos en la economía. de EE.UU. Por eso, el buen soldado apareció fugazmente como un desertor, en uno de esos breves momentos fulgurantes que luego le permitirán decir: “Yo te avisé”.