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Domingo, 28 de septiembre de 2003

BUENA MONEDA

AFJP=Bancos

 Por Alfredo Zaiat

Un buen padre, dicen, es el que a su hijo le puede decir no sé, averigüemos y aprendamos juntos. Se enfrentará, seguramente, con la frustración inicial del niño y con la propia porque se presentará ante él y se reconocerá a sí mismo como una persona que no es Superman. Pero ese loco bajito, también afirman los que entienden de eso, se sentirá finalmente más contenido porque sabrá que va a poder confiar siempre en la palabra de su papá. Esta es una lección que no es fácil de aprender pero cuando se logra actúa como una fuerza liberadora extraordinaria. No se trata de una relación filial, aunque se parece bastante, pero los comunicadores sociales no tienen la obligación de saber de todo para opinar con tono de sentencia lo que consideran bueno o malo para la sociedad. Sin embargo, ése es un pecado muy común del que nadie está exento de cometer. Esa falta la tuvieron, algunos a sabiendas, otros por ansiedad de bolsillos personales y unos pocos pensando en sus ingresos de retiro, al lanzar sus colmillos sobre el impacto en las AFJP del plan de quita del 75 por ciento a valor nominal de la deuda en default presentado en la capital de los Emiratos Arabes Unidos.
No es cuestión de aplicar en este conflicto la reaccionaria teoría del padre de la criminología, el italiano Cesare Lombroso, de la segunda mitad del siglo XIX, en la cual el rostro de un individuo brinda pista para determinar si se trata de un delincuente. Con el antecedente del corralito & afines esa puja puede quedar más despejada si se precisa que cuando aparecen las siglas AFJP se debe leer bancos. Ante ese pequeño detalle queda al descubierto el comportamiento esquizofrénico que han tenido esas entidades en relación con la propuesta Dubai. Mientras las AFJP, es decir bancos, pusieron el grito en el cielo, las tres cámaras gremiales que agrupan a las entidades financieras, la de extranjeras (ABA), la de capital privado nacional (Adeba) y la de públicas y cooperativas (Abappra) saludaron con entusiasmo el proceso iniciado por Roberto Lavagna.
Las Administradoras no cuidaron el dinero de sus afiliados pese a lo que sostienen cuando defienden el insólito rechazo a los préstamos garantizados pesificados a 1,40 más CER. Resulta evidente que haber levantado la bandera de la dolarización y, por lo tanto, el reclamo de mantener esos instrumentos financieros en la moneda de origen ha sido la peor decisión de inversión que asumieron en los casi diez años de vigencia de ese sistema de imprevisión social. En realidad, los ejecutivos de las AFJP no pensaron ni un minuto en la situación de los trabajadores que les confiaron sus aportes previsionales, sino que cuidaron sus traseros. Comportamiento similar al asumido por los banqueros con sus depositantes cuando se instaló el corralito. Los más importantes estudios jurídicos de la city los asesoraron para no aceptar la oferta del Gobierno porque, aseguraban, podrían ser demandados por sus clientes por administración fraudulenta. El problema ahora se presenta al revés de lo planteado por esos cráneos del Derecho. El mal manejo de los fondos de los afiliados se efectivizó por no recibir esos préstamos garantizados y quedarse ahora con bonos en default.
A esta altura, el cacareo de las Administradoras es una anécdota en un régimen que ha sido una de las principales semillas de la implosión económica y social de la Argentina. La privatización de la jubilación, en 1994, fue el negocio del siglo para los bancos dueños de AFJP y la catástrofe para el país: implicó más impuestos y más deuda para cubrir el agujero fiscal provocado por esa reforma que no asegura, como se ve, jubilaciones mejores. Ese régimen previsional desfinanció al Estado al desviar los aportes jubilatorios de los trabajadores hacia las AFJP. El costo para el fisco de esa privatización ha sido el doble, puesta la mayor carga de intereses a pagar por la deuda adicional y también por la tasa de interés más alta pactada, precisamente, por la fragilidad financiera generada por ese crecimiento de la deuda.
Se diseñó así una calesita abusiva por la cual el Estado aumentó su endeudamiento para tapar el bache por el dinero girado a las AFJP emitiendo títulos públicos, papeles que compraron las AFJP con el dinero que recibían de los trabajadores, fondos que antes iban al Tesoro nacional. Esa perversa dinámica agudizó el desequilibrio fiscal debido a que a Seguridad Social le fue retirado gran parte de sus recursos (AFJP y menores aportes patronales), pero debió seguir pagando los haberes. Ese desaguisado de las cuentas públicas aumentó el riesgo país, con el consiguiente incremento de la tasa de interés, caída del nivel de actividad y menores ingresos tributarios. El saldo fue la explosión del default.

Posdata: Se señala a los periodistas como una corporación que se cree intocable. Y se apunta que, en general, se protegen unos a otros ante la agresión externa. No es cuestión de derrumbar esos prejuicios. Entonces, aquí va un consejo para aquellos que están angustiados porque confiaron sus aportes previsionales a las AFJP y miran con desesperación que sus fondos se verán recortados en, cálculo arbitrario mediante, un 20, 30 o 40 por ciento. Como los bonos en default están contabilizados en las cuentas de las AFJP a valor técnico, o sea no reflejan su verdadero valor, sus cuotas todavía no se depreciaron como sí lo estarán cuando se concrete el canje propuesto por Lavagna. Una sola AFJP no sufrirá esa quita: la del Banco Nación. Con un simple trámite de traspaso a esa AFJP se alejarán los fantasmas que padecen de un futuro desventurado.

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