Dom 16.11.2003
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EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

› Por Manuel Fernández López

Tontos o locos
Los economistas son seres humanos. ¡Vaya novedad! Buena sería que fuesen marcianos, o robots. Lo que se quiere subrayar es que no son superhombres, y por lo tanto están sujetos a padecer los déficit que aquejan a un sinfín de personas, y en particular aquellos que no se reflejan en síntomas fácilmente reconocibles por el común de la gente. Algunos pueden ser aquellos que Ingenieros llamaba “simuladores de talento”. De hecho la mayoría de la gente manifiesta tener la fórmula para resolver las dificultades económicas que aquejan a los argentinos. Otros desestiman el aporte técnico que pueden ofrecer los economistas, diciendo “el problema económico es demasiado complejo como para dejarlo en manos de los economistas”, y sustentan su opinión en algún dicho ocurrente de un autor que jamás leyeron. Tales actitudes son inofensivas, mientras quienes las expresan no alcancen posiciones como para llevarlas a la práctica. Pero ¿con qué filtro cuenta la sociedad para evitar el acceso a ciertos cargos de personas con desequilibrios o propensiones no visibles? Si a un colectivero debe practicársele un examen psíquico para garantizar que no ponga en peligro la vida de la gente que transporta ni la de quienes eventualmente se crucen por el camino del rodado, ¿cuánto no habría que practicarle a quienes tienen en sus manos las vidas de muchos más que los que viajan en un simple colectivo? ¿O no es asesinato la muerte de niños por desnutrición en el país de los alimentos, o la muerte de ancianos por abandono sanitario en el país de los médicos y los abogados, o la muerte por desaparición de sus ahorros bancarios, en el país de la clase media? ¿O no es una variedad de la locura –la mitomanía– la propensión de la clase política a mentir? ¿O no es paranoia el delirio de grandeza de algún presidente que declaraba su gestión como la más exitosa de la historia argentina, o algún ministro de economía que se publicitaba en las revistas del establishment como el “mejor del mundo”? Un simulador de talento, o un desequilibrado, pueden creer que arreglan el problema de la deuda externa declarando la cesación de pagos, o el pánico bancario poniendo un corralito, o convirtiendo los depósitos en dólares a depósitos en pesos a una tasa arbitraria. Actúan como chapistas inexpertos, que pretenden eliminar una abolladura de un auto martillándole encima, sin ver que desajustan el resto de la chapa.

Ni de aquí ni de allá
No es infrecuente ver sembrados en la historia a personajes nacidos en lugares distintos de aquellos en que descollaron. El primer presidente argentino era boliviano, nacido en Potosí. Nuestro mejor cantor popular era francés, nacido en Toulouse. La campaña contra los indios de Buenos Aires fue encabezada por un ex coronel prusiano nacido en Munich. La primera escuadra argentina fue confiada a un irlandés nacido en Foxford. Un corsario francés nacido en Saint Tropez rompió el cerco español a Buenos Aires en 1811. Tales situaciones especiales fueron fruto, unas veces, de corrientes migratorias, otras de estancias circunstanciales como las del cuerpo diplomático, y otras a los cambios de bandera a que se han visto sujetos algunos países. Entre los economistas argentinos, por ejemplo, José Antonio Terry, ministro de hacienda de tres presidentes y eminente catedrático de Finanzas Públicas en la UBA, nació en Bagé, Brasil, por hallarse circunstancialmente su familia allí. Emilio Lamarca, sucesor de Vicente Fidel López en la cátedra de Economía Política de la UBA, nació en Valparaíso, Chile, y estudió sucesivamente en Inglaterra y Alemania, debido a las tareas diplomáticas de su padre. En el orden internacional, el fundador de la Escuela de Viena, Carl Menger (1840-1921) no era vienés. Había nacido en Neu-Sandez, Galizieu, Polonia, que en aquella época formaba parte del imperio austro-húngaro. Vilfredo Pareto(1848-1923), continuador de Walras y líder indiscutido de la escuela matemática italiana, nació en París, hijo de Raffaele Pareto. Francesa su madre, en su casa no se hablaba italiano, idioma que adquirió en la escuela. Recién a los trece años se mudó a Florencia, entonces capital de Italia. Su producción fue bilingüe, alternándose sus contribuciones entre el francés y el italiano. Otro caso es el de Evsey David Domar, o Domashevitsky (1914-1997), uno de los creadores de la teoría del crecimiento económico por su modelo de 1946, similar, pero concebido con independencia del publicado por Harrod en 1939, hoy conocido como modelo de Harrod-Domar. Este último nació en Lodz, entonces Rusia y actualmente Polonia, pero se crió en la Manchuria, entonces Rusia y actualmente China, adonde estudió en la Facultad de Derecho de Harbin, hasta que, abrumado por tantas nacionalidades, en 1936 se mudó a California y cambió el derecho por la economía.

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