Domingo, 8 de febrero de 2004 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
¿Embargo?
La oferta argentina de pagar el 25 por ciento del valor nominal de su deuda
externa no sólo es realista: también ha permitido sacar a luz
infinidad de detalles sobre la formación de la actual deuda externa.
Comenzando por las negociaciones Brady en Santo Domingo, encabezadas por un
Domingo no tan santo, donde lo que brilló por su ausencia fueron las
tan cacareadas quitas. Siguiendo por el Blindaje, que permitió extraer
del sistema financiero argentino los fondos devengados en todo tipo de especulación.
Y terminando por el Megacanje, que elevó considerablemente el endeudamiento
del país, al tiempo que entregó siderales comisiones a los operadores
contratados para realizar la operación. Ahora está en debate la
quita del 75 por ciento, y curiosamente los fondos buitre, que compraron bonos
argentinos acaso a menos del 25 por ciento, son los que se niegan a recibir
en pago precisamente la misma suma o más que la que invirtieron. Es absurdo
exigir el valor nominal pleno de un título cuya cotización es
variable. Que ello se acepte es un indicador de cómo la Justicia en el
país del Norte se identifica con el interés de los especuladores,
y poco le interesa la suerte de países más retrasados. O mejor
dicho: cómo la justicia de EE.UU. colabora con los otros poderes públicos
para poner de rodillas a países que desean someter. Es una vieja tradición:
todos recuerdan cómo EE.UU. privó de alimentos por meses a la
población alemana en 1918/19 hasta lograr que aceptasen un Tratado de
Paz deshonroso e incumplible. ¿Por qué no falló en igual
sentido cuando en 1929 la cotización de los títulos se alzaba
muy poco por encima de cero? Los fondos buitre se olvidan que los bienes que
amenazan embargar tienen, como todos los bienes, liquidez en grado imperfecto.
La liquidez es la propiedad de un bien de poder venderse, es decir, convertirse
en dinero (el activo con liquidez perfecta) en breve tiempo y con poco descuento.
Por lo pronto, el embargo no lo puede ejecutar por sí mismo un acreedor
privado: necesita una disposición judicial y apoyo de fuerzas de seguridad
locales. Si tiene éxito en obtener el bien, debe hacerlo plata, que es
su objetivo. Supóngase que se incauta el Tango 01. Para hacerlo plata,
los flamantes apropiadores deberán esperar a que aparezcan interesados
en comprar semejante objeto, o apurar su venta rebajando su precio. Por ejemplo,
al 25 por ciento de su valor.
No
hay efectivo
La mayor utilidad del dinero es que permite superar el primitivo trueque o permuta:
vos me das eso a cambio de esto que te doy yo, y Santas Pascuas. ¿Cómo
haría el albañil, con una flamante casa para ofrecer, para obtener
a cambio una docena de medialunas? Sin embargo, hay situaciones, como al terminar
una guerra, en las que el dinero desaparece y es necesario establecer algún
bien de referencia para dar algún valor a los bienes. En 1945 se utilizaron
mucho los cigarrillos como unidad de medida de valor y aun como instrumento
de cambio. Tales bienes, que sirven como unidades de cuenta se llaman, en un
sentido técnico-económico, numerario. El suelo que ahora pisamos
tuvo una situación de ausencia de dinero, durante la segunda mitad del
siglo XVI, acaso por acción de la Ley de Gresham, según la cual
la moneda mala desaloja a la buena. La buena, en aquel caso, era la plata, el
metal tan codiciado; y la mala un sucedáneo del dinero, más unidad
de cuenta que medio de pago: la vara de lienzo. En la Historia del Derecho Argentino
(1946), tomo 2, de Ricardo Levene, leemos: “Mientras aparecían
las soñadas minas de oro y plata, la naciente población vivió
de la ganadería y de algunos ensayos de plantaciones, como los cañaverales.
En este medio circunscripto, la forma de los cambios fue la permuta. La procreación
rápida de los ganados, sin la valorizante exportación, provocó
el descenso de los precios. Pero el aumento relativo de la riqueza y el crecimiento
de la población crearon el primer instrumento de los cambios. Fue la
vara de lienzo de algodón, tan escaso como el oro. En Santa Fe, en 1575,
un arado con su timón de laurel valía dos varas de lienzo; unas
espuelas, cuatro varas; unas botas, dos; un cajón, tres; un pliego de
papel, una vara. El subido precio de la vara de paño se explica en virtud
de tratarse de un artículo que sólo se importaba de España
en las oportunidades de un permiso de comercio. Pronto, las especies monetarias
usuales fueron los frutos de la tierra ... Con el mismo espíritu se dictaron
los aranceles para los zapateros, sastres y herreros, moderando los precios,
autorizándose a que los vecinos pudiesen pagar, en atención a
la falta de plata, la mitad del precio en frutos de la tierra, como ser harina,
trigo, maíz, candelas, pan, vino, tocino, carneros y sebo”. Hoy
faltan dólares. ¿No sería una alternativa ofrecer pagar
parte de la deuda externa en frutos de la tierra?
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