Domingo, 31 de marzo de 2002 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
I
Inflexibles
Por M. Fernandez
Lopez
Dicen que Keynes afirmó que el capitalismo puede mantenerse en estado
estable aun con amplios márgenes de desempleo. La idea fue muy criticada
desde enfoques teóricos, pero los hechos le dan la razón. La mayoría
de las críticas se centran en la existencia de sindicatos, que provocan
que el salario sea inflexible a la baja. El desempleo es un fenómeno
macroeconómico, es decir, el resultado del comportamiento de los grandes
flujos monetarios de la sociedad como un todo. Pero así como una casa
es resultado de muchos ladrillos hábilmente colocados, los fenómenos
económicos “macro” son resultado de muchas acciones individuales.
Veamos un caso: para una habitación encargué una abertura, hecha
de aluminio y vidrio. Era noviembre de 2001. La turbulencia político-económica
y la incertidumbre generalizada hicieron caer los pedidos de esos productos.
Mi carpintero metálico es maestro mayor de obras, dueño de su
local y de sus herramientas, máquinas y stocks de materiales: un pequeño
empresario. Y empleaba un ayudante. Al caer sus ingresos y vender menos, debió
achicar costos para continuar. No podía hacer bajar los precios de sus
insumos, ni vender sus instrumentos: echó al ayudante. Lo mismo hizo
mi diariero, quien hacía el reparto con un ayudante al que debió
suspender. Las familias mismas, en muchos casos debieron prescindir del servicio
doméstico. Ninguno era una empresa monopólica ni había
sindicatos o salarios inflexibles. En ningún caso, sin embargo, la menor
actividad no se enfrentó bajando el precio, sino el número de
empleados. Pero la inflexibilidad de precios también causa inflación:
al crecer por cualquier motivo la demanda de un bien o un grupo de bienes, sus
precios normalmente suben, sin que bajen los de los demás, por lo que
el saldo es un nivel general de precios más alto. Si los salarios nominales
no se elevan en igual proporción, cae su poder adquisitivo. La inflexibilidad
ya fue notada en las décadas de 1920 y 1930 por Alvin Hansen, Roy Harrod,
Hans Singer y otros economistas distinguidos. La inflexibilidad de precios no
es un invento argentino: está presente en toda economía industrial.
Pero en la Argentina, a medio camino entre el desarrollo y el subdesarrollo,
se sufre con extrema injusticia social: ante cambios en la actividad, el coste
del ajuste recae sobre el más débil, el trabajador, sea por desempleo
o por baja del salario real.
II
Información
Carlos
Gardel, decía: “no avives giles, que después te hacen contra”.
Quería decir que, quien posee información fidedigna y la transmite
a otros que persiguen sus mismos objetivos, fortalece a sus competidores y puede
anular su propia posibilidad de éxito. Ocultar información es
comprensible en la empresa particular cuya estrategia es aniquilar al rival
o perecer. En un Estado puede ser comprensible en una guerra contra otro Estado,
donde revelar una estrategia sería fatal. La justificación se
evapora cuando el Estado reserva el acceso a información en materia económica
a un grupúsculo de funcionarios y no la transmite al resto de la ciudadanía,
o lo hace con tal demora que la convierte en inútil, o la transmite distorsionada,
induciendo decisiones perjudiciales para los propios ciudadanos. A veces el
gobernante siente necesario ocultar el fracaso de su gestión, como en
el gobierno de Menem, que procuró impedir la compilación de datos
sobre la pobreza. Es obvio que jamás se revelen los contactos y operaciones
de funcionarios cuando consuman negociados particulares desde sus puestos de
privilegio. Las estafas contra los ciudadanos perpetradas desde el Estado recorren
prácticamente toda la vida independiente del país y se agudizan,
desde luego, desde Caseros, al insertarse el país en el mercado mundial.
Actos de gobierno –legales y prolijos– como canjes de títulos,
transferencias financieras o reformas cambiarias, permitieron a algunos, que
por rara casualidad estaban cercade información privilegiada, hacer fortunas
en poco tiempo. Veamos la estafa reciente: la pesificación de depósitos.
La gran mayoría estaba en dólares. Se dijo: no es posible reintegrarlos
porque no están más. Eso no es cierto, porque la banca argentina
está casi en su totalidad extranjerizada y marcha a la extranjerización
total, y la jurisprudencia obliga a las casas matrices en el exterior a responder
por los déficit de sus filiales. Se dijo: elijan pesificar a 1,40 o recibir
un bono a cinco años. Cinco años acá es como cinco siglos.
Cada cual vendió sus dólares al banco a 1,40. El banco pasó
los dólares a su activo, y en el pasivo incorporó pesos. Hoy,
apenas a un mes de cerrada la pesificación, el valor de los dólares
es el doble, con lo que con la mitad de los dólares adquiridos a sus
propios clientes cubre su pasivo en pesos y la otra mitad es un incremento de
patrimonio.
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