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Domingo, 4 de agosto de 2002

EL BAúL DE MANUEL

BaúL I y II

 Por Manuel Fernández López

Repercusiones

Hay cantidades reproducibles y no reproducibles. En las primeras, si alguien toma una parte, se incentiva su producción y expande el trabajo empleado en producirlas. En las segundas, si alguien toma una parte, queda menos para los demás, y si el bienestar se cifra en tener tales cantidades, más bienestar de uno conlleva menos bienestar de otro. En las fronteras nacionales, p. ej., si un país arrebata territorio a otro vecino, lo que gana uno lo pierde el otro: se genera rivalidad. Estas cantidades generan enfrentamiento y competencia. Las primeras, en cambio, generan cooperación y mutua ventaja. El Mercantilismo de los siglos XVI a XVIII creía que enriquecer a un país suponía arruinar a los demás, porque cifraba la riqueza en adquirir oro, cuya oferta era fija para el conjunto de países. Hoy la Unión Europea, luego de años de expandir fronteras y usurparse territorios, se funda en un esquema de ausencia de fronteras, en el que al demandarse más un bien, se beneficia el conjunto. Es un esquema de cooperación económica, que reparte ventajas entre las partes. En nuestro caso, estamos inmersos en el esquema del Mercosur, donde los acaecimientos de un país vecino nos afectan directamente. En Economía un modo de razonar es simplificar los problemas, abstrayendo aspectos menores: el país comercia con naciones fuera del Mercosur, y con Uruguay y Paraguay, pero el flujo comercial grueso se da con Brasil. Un modelo simplificado, que capta el hecho grueso, es un esquema de dos economías abiertas, cuyo comercio es sólo el efectuado entre ellas mismas: las compras de Brasil en el extranjero serían iguales a las ventas de la Argentina en el Brasil, y las exportaciones brasileñas serían iguales a las importaciones argentinas. Este modelo ya existe y se llama repercusión extranjera. La exportación es parte de la producción y sus movimientos generan un efecto multiplicador, tal como ocurre con la inversión doméstica privada o pública. Al cambiar la importación de un país extranjero –Brasil– ocurre un efecto multiplicador en la Argentina, y viceversa. Estos días, al colapsar Brasil y Uruguay, se restó importancia al hecho, dado que la economía argentina “está estabilizada”. Empero, la demanda brasileña de importaciones argentinas cayó 28 por ciento en el primer semestre. En lugar de festejar uno la caída del otro, ambos países deberían esperar una baja del empleo para todos.

Bases

La vida en sociedad supone otorgar ciertos derechos a sus miembros, y a cambio exigirles ciertos comportamientos. Siempre aprendimos que el orden social argentino se basa en la legislación escrita, no en el derecho consuetudinario. Sin embargo, en 1976 bastó el expediente de poner un Estatuto encima de la Constitución para legitimar el principio de “la ley es lo que yo hago”, y permitir al Estado, o a secciones de él, tomar vidas humanas por millares, hacerlas desaparecer e incautar sus haciendas. En el derecho escrito, podemos remontarnos al fisiócrata Mercier de la Rivière, autor de El orden natural y esencial de las sociedades políticas (1767). Allí decía: “Propiedad, seguridad, libertad, he ahí el orden social”. La Asamblea Constituyente de Francia, en 1791 estableció como objetivo de toda asociación política conservar los derechos naturales e imprescindibles del hombre: “libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión”. Belgrano, en su Autobiografía (1815) indicó como fórmula:”libertad, igualdad, seguridad, propiedad”. Poco después, la Constitución de 1819 fijó que “los miembros del Estado deben ser protegidos en el goce de los derechos de su vida, reputación, libertad, seguridad y propiedad”. J.B. Alberdi, en el Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, dice: “La Constitución Argentina tiene por destino el bien y la prosperidad de los habitantes que forman el pueblo argentino, no de una parte con exclusión de otra. Ella ha dado garantías protectoras de este fin social de la riqueza, sin desconocer que el orden social descansa en las bases de la libertad, igualdad, propiedad, seguridad”. Los recientes sucesos muestran cómo las más altas autoridades han puesto sus mejores esfuerzos al servicio sólo de una parte de la sociedad. Si no la vida -aunque en algunos casos, también ella– al menos la hacienda de los depositantes de cuentas bancarias, ha sido confiscada para prevenir una eventual caída del sistema bancario; se amparó su propiedad, expropiando a los ahorristas. A los cartoneros de Buenos Aires, que cumplen una función que intentó y no pudo la anterior administración –separar los residuos y prepararlos para el reciclaje–, un alto funcionario, responsable curiosamente del turismo –es decir, de la movilidad de las personas–, propone restringir el libre tránsito a dichos trabajadores.

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