Domingo, 2 de septiembre de 2007 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Tras dos siglos de colonialismo, el 15 de agosto de 1947, Jawaharlal Nehru anunció el despertar de la India a la vida y a la libertad. Era el reconocimiento por Gran Bretaña de la independencia india como dominio. La historia colonial se remonta a 1757, cuando la Compañía Británica de las Indias Orientales se apoderó de Bengala y no paró hasta apoderarse de todo el subcontinente. En 1858 la compañía fue disuelta y la India pasó a ser administrada desde Londres por el gobierno británico. Las fechas de la expansión económica británica en la India coinciden, sugestivamente, con el desarrollo de la revolución industrial, proceso que incrementó de modo colosal sus requerimientos de materias primas extranjeras. Gran Bretaña poseía el capital financiero y el ferrocarril, y empleó ambos para convertir a sus colonias en fuentes de materias primas y en mercados de sus manufacturas. Albión carecía de una extensa superficie y de un clima adecuado para ciertos productos naturales. La India tenía más de 3 millones de kilómetros cuadrados y clima tropical. La idea de complementarse nació naturalmente, y Gran Bretaña se convirtió en el Gran Mercado de la exportación primaria india. Inglaterra halló conveniente producir sus insumos tropicales (y para ello exportar capital) en la India. Grandes cantidades de exportaciones salían por los puertos de Bombay, Calcuta y Madrás, llevadas allí a través del vasto espacio indio por una red ferroviaria construida por la administración británica, que alcanzaría los 62.000 kilómetros, la mayor de Asia y la segunda del mundo. Ya en 1876, en pleno capitalismo monopólico, la reina Victoria asumió el título de emperatriz de la India. Las construcciones ferroviarias en todo el mundo, y las cuestiones de costos y tarifas suscitados por su operación, generaron una singular oferta de textos de economía e ingeniería ferroviaria, que a la vez sistematizaron experiencias y facilitaron futuras expansiones: W. Launhardt (Theorie des Trassirens, 1872), A. T. Hadley (Railroad Transportation, 1885), A. M. Picard (Traité des chemins de fer, 1887), W. M. Ackworth (Railways of England, 1889), C. Colson (Transports et Tarifs, 1890). En este caso, tanto el aspecto económico (costos, tarifas, propiedad) fue asistido por uno de los mejores textos, la Teoría del trazado ferroviario de Launhardt, traducido al inglés en la India a principios del siglo XX.
Después de la segunda invasión a Buenos Aires, la Argentina quedó como el último caso de pretensión colonialista inglesa ejecutada a través de la apropiación territorial. La nueva doctrina pasó a ser la dominación económica a través del comercio y los empréstitos financieros. Rechazada la invasión, esta tierra no fue inglesa. Pero tampoco criolla en gran parte, si consideramos que los productos de la tierra no eran rentables sino hasta unas pocas leguas en torno a los centros de consumo, a causa de los costos de transporte por carreta. Sin puertos de aguas profundas ni canales navegables, no eran factibles las utopías imaginadas por los proyectistas del siglo XVIII. Sin poder usar la tierra para la agroexportación, no era el caso de disputar el uso de la tierra al habitante originario. Caseros y la apertura agroexportadora apuraron los tiempos. Juan Bautista Alberdi sentenció: “El ferrocarril y el telégrafo suprimen el espacio”. Casi de inmediato comenzó el primer tendido ferroviario argentino. El 30 de agosto de 1857 comenzó a rodar La Porteña. Los rieles siguieron creciendo, hasta integrar la red más extensa de Sudamérica. También la Argentina produjo una traducción del texto de Launhardt sobre trazado ferroviario, realizada en 1895 por Alberto Schneidewind, el catedrático de Ferrocarriles en la Facultad de Ingeniería de la UBA. El imperio concedió generosos empréstitos para construir una infraestructura de la que era el principal beneficiario. No tardó el Reino Unido en controlar la mayoría de los ferrocarriles, ni el mercado de Smithfield en ser el principal comprador de carne argentina, y el país en reconocerse como “la perla más brillante de la corona inglesa”. Los ferrocarriles ingleses fueron el símbolo de la dependencia económica. La segunda guerra abrió la posibilidad de nacionalizarlos. Raúl Prebisch, gerente del Banco Central, escribió un Memorándum recomendando la nacionalización. En 1947 cambió la historia. Aquí comenzó el Primer Plan Quinquenal. Allá se independizaba la India. En 1948 la nacionalización de los ferrocarriles se estimó un paso fundamental hacia la independencia económica. Por años el tren integró al país, permitió el transporte de gente y productos a bajo precio, fomentó pequeñas poblaciones. Luego, nadando contra la corriente, se levantaron ramales, se cerraron talleres, se despidió personal.
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