Sábado, 19 de julio de 2003 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
cvs
El lenguaje cambia, y lo que antes se decía “sí, de acuerdo”,
ahora se expresa como “O.K.”. Que cuántos “megas”
tiene la tuya, con cuántos “dpi” te escanea, etc. Esta semana,
por si andábamos escasos de lenguajes crípticos, la sigla más
escuchada fue “cvs”, repetida hasta el infinito en la televisión,
lo cual es señal que hay detrás una campaña de prensa para
instalarla de manera permanente en nuestra cultura, razón de más
para investigar su contenido. Movido por el propósito de ampliar mis
conocimientos y transmitirlos a la ciudadanía, revolví varias
bibliotecas hasta dar con lo que parece ser una respuesta incontrastable. Está
en un libro bastante añejo –primera edición, 1942–
que dice así: “el valor de toda mercancía producida bajo
condiciones capitalistas puede separarse en tres partes constitutivas. La primera,
que meramente representa el valor de los materiales y maquinaria utilizados,
no sufre, en el proceso de producción, ninguna alteración cuantitativa
en su valor, y por ello se llama capital constante. Simbólicamente, se
representa por la letra C. La segunda parte, aquella que reemplaza el valor
de la fuerza de trabajo, sí sufre en cierto sentido una alteración
de valor, en cuanto reproduce el equivalente de su propio valor, y asimismo
un excedente, una supervalía, que en sí misma puede variar, y
puede ser mayor o menor según las circunstancias. Esta segunda parte
en consecuencia se llama capital variable, y se representa con la letra V. La
tercera parte es la supervalía misma, que se designa con S. El valor
de una mercancía, según esta notación, puede escribirse
como la fórmula siguiente: C + V + S = valor total. Esta fórmula,
además, no ve limitada su aplicabilidad al análisis del valor
de una mercancía particular, sino que puede extenderse directamente hasta
abarcar toda la producción durante cierto período de tiempo, digamos
un año, de una empresa o un grupo de empresas hasta incluir a la economía
en su totalidad.” El libro se titula La teoría del desarrollo capitalista.
Principios de economía política marxista, por Paul M. Sweezy,
autor que, si no ha palmado, ronda los 93 años. A confesión de
parte, relevo de prueba: no hacen falta más datos para demostrar, objetivamente,
la veracidad de lo que sostiene un periódico amigo: que el Gobierno,
autor de la fórmula cvs, está virando a la izquierda, o más
claro todavía, hacia el marxismo.
Trenes
En países de gran extensión territorial –Argentina, India,
Rusia, EE.UU.–, el ferrocarril cumplió un papel decisivo en el
aprovechamiento de sus recursos. En el caso argentino, además, sirvió
para descubrir una herramienta de análisis económico. Fue así:
Cournot (1838), francés, creó el análisis del monopolio,
y estableció que la cantidad y precio óptimos de la empresa monopólica
corresponden al punto en el que costo marginal = ingreso marginal (“costo
marginal” es el incremento de costos provocado por producir una unidad
más del bien, e “ingreso marginal”, el incremento de ingreso
provocado por la venta de esa unidad adicional). Lardner, estudioso irlandés,
estudió ferrocarriles en París, y publicó en 1850 un libro
donde tradujo “cantidad” como volumen de transporte ofrecido y “precio”
como tarifa del servicio, y reunió en un mismo gráfico (llamado
“diagrama de Lardner”) los costos e ingresos brutos, donde el óptimo,
implícitamente, verifica la condición de Cournot. Cae Rosas y
el autor de la Constitución, Alberdi (1853), propicia el tendido ferroviario
“por suprimir el espacio”. Urquiza proyecta construcciones ferroviarias.
Se inicia el tendido, que se intensifica después de la conquista del
desierto (1879). Se crea la cátedra de “Ferrocarriles” en
la carrera de ingeniería y el profesor, Schneidewind, traduce al castellano
la obra de Launhardt e importa las ideas de Lardner, que transmite a sus alumnos.
Uno de ellos,Teodoro Sánchez de Bustamante –descendiente del patriota
jujeño que apuró a los congresales de Tucumán para reunirse
y declarar la independencia en julio de 1816–, con ojo de lince para la
geometría, concluye en 1918 el libro Investigaciones de economía
matemática, adonde investiga temas de la ciencia económica que
aparecen en el estudio de los ferrocarriles (como renta, concurrencia, monopolio,
etc.) y construye el gráfico de la función de ingreso marginal
de la empresa monopolista, que ni Cournot, ni Lardner ni Marshall representaron
jamás. En 1927 Harrod descubre independientemente la misma curva, pero
no logra publicarla sino hasta 1930. Joan Robinson en 1932 utiliza esa curva
para estudiar gráficamente las distintas situaciones de un mundo en el
que cada empresa es monopólica en cierta medida, caso al que llama ‘competencia
imperfecta’. Hoy todo texto de Microeconomía utiliza esa curva,
nacida en 1919.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.