Domingo, 14 de septiembre de 2003 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Fisiones
Uno se ve rodeado de entes que creemos cosas útiles, pero que, cuando
vamos a reclamarles su utilidad, resultan ser figuras pintadas en un cartón,
o imitaciones de cosas, como mascarones de proa, que nos devuelven su mirada
inerte, ignorando nuestra demanda. Llamarlos ficciones designa sólo su
no autenticidad. Mejor, fisiones, porque cuando reclamamos su respectiva utilidad,
generan un abismo entre ellas y nosotros. Vean un caso: Castelar, sábado
6/9/03, 18 hs. Meriendo con mi hijo. Al subir al auto, no arranca. Lo empujan,
tampoco. En la guantera están los papeles del seguro. Uno de ellos dice:
“No requiera auxilio mecánico de grúas ambulantes no identificables.
En caso de necesitarlo, Usted cuenta con el servicio de auxilio más completo
las 24 horas los 365 días del año”. Es sábado, pero
es uno de esos 365 días. Donde merendamos hay lo que parece un teléfono,
de color celeste y amarillo. Intento valerme de él, pero no funciona.
Sólo queda volver a casa y llamar desde ahí, y dejar el auto solo.
Buscamos una remisería: al lado hay una pero hasta una hora no tiene
vehículo. “Vaya a una que está a cuadra y media”.
Voy, lloviendo; toda la cuadra está sin luz; se iluminan con dos velas.
Pido un auto y me preguntan “¿cuál es su número de
cliente?”. “No tengo número, no vivo por aquí”.
Se dan vuelta y hacen como si yo fuera invisible. En casa al fin, llamo al conmutador.
Una grabación me lee las opciones. Todas indican que la compañía
atiende de lunes a viernes. En la opción “contratar un nuevo seguro”
engancho una voz, y al decir que necesito auxilio: “un momento que le
transfiero la llamada”, y silencio para siempre. Insisto, y doy con el
número del auxilio mecánico: 0810 888 2894. Me contesta la grabación:
“Telecom informa que el cliente que usted intenta llamar decidió
bloquear el servicio para llamadas desde el lugar desde el que usted intenta
comunicarse”. Es realmente mucho, y regreso, a las 4 de la madrugada,
con un remís que accedió a remolcarme. Pasa el domingo y el lunes
a primera hora llamo a la agencia, donde me dicen que no tienen remolque y que
debo pedirlo a la empresa de seguros. Con otro “remís” –por
llamarlo así: con el burro roto, y que había que empujar para
que andase– y no con una grúa especial, me remolcan hasta la agencia,
con una cadenita que se zafó o rompió varias veces. Puede no creerme,
pero intente hacer funcionar todo aquello que usted cree que funciona.
Distorsiones
Una de mis lecturas preferidas de juventud era Tónicos de la voluntad,
del Nobel aragonés Santiago Ramón y Cajal. Allí decía
que la concentración de la atención en determinado objeto desarrollaba
en los jóvenes investigadores una sensibilidad especial respecto de las
peculiaridades de ese objeto. Jagdish Bhagwati es un académico hindú,
docente en los EE.UU., que se esforzó por obtener un reconocimiento en
el campo de la teoría del comercio internacional, pero cuya atención
se concentró en situaciones anómalas del comercio y el crecimiento,
y los tres campos en que realizó aportes distinguidos y se le considera
como principal referente son: el crecimiento empobrecedor (1958), el contrabando
(1964) y las actividades rentísticas directamente improductivas (1982).
Es significativo que los tres campos se relacionen directamente con fenómenos
recientes del país. El primero se refiere a distintas combinaciones institucionales
en cuyo contexto el crecimiento puede derivar en más pobreza: distorsiones
varias, posiciones monopólicas en el comercio, oferta monetaria subóptima,
etc. La década del noventa coincidió con la presidencia de Menem
y fue, a la vez, una década de crecimiento y de empobrecimiento. Tanto
el empobrecimiento como el crecimiento comenzaron a principios de aquella década.
Y el gigantesco empobrecimiento actual, aumentado sin duda por el empobrecimiento
coyuntural del último año y medio, que vino a sumarse al empobrecimiento
estructural, tiene su raíz en el tan declamado crecimientode los noventa.
En segundo lugar, el contrabando o comercio ilegal, es casi una raíz
cultural de la Argentina. La última memoria que leyó Belgrano
en el Consulado de Buenos Aires (1809) se refería a los males del contrabando.
Si omitimos todo el camino andado hasta hoy, no alcanzarían las páginas
de este diario para enumerar los casos de subfacturación y sobrefacturación,
de exportaciones inexistentes (caso del oro), de exportaciones e importaciones
ficticias entre filiales de una misma empresa multinacional, etc. Y tercero,
las actividades que no crean nuevos productos o servicios, pero sí ingresos
a quienes las realizan, que se señaló diciendo “la plata
no se hace trabajando”: “lobbies” para aumentar las tarifas
de servicios públicos, apropiación de subsidios a pobres y desocupados
por punteros políticos, coimas varias, etc.
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