“Algo habrá que hacer.” La voz del funcionario suena angustiada, como la de aquel que acaba de sorprenderse de la existencia de un lío que debe resolver. Y urgente. Nadie pensó que el pago al Fondo Monetario podría desembocar en este tropiezo. El problema está relacionado con una de las principales fuentes de financiamiento del Gobierno: los adelantos transitorios del Banco Central. Peor aún, si no se arregla el tema, el Tesoro debería devolverle al BCRA nada menos que 7 mil millones de pesos.

La clave está en el artículo 20 de la Carta Orgánica que rige el funcionamiento de la autoridad monetaria. En ese punto se ponen límites al financiamiento del Central al Tesoro. No es la primera vez que este artículo genera inconvenientes: había generado un contrapunto entre Roberto Lavagna y el por entonces recién asumido Martín Redrado, en diciembre del 2004.

En la actualidad, el tope en los adelantos del Banco Central al Tesoro equivale al 12 por ciento de la Base Monetaria más el 10 por ciento de la recaudación de los últimos 12 meses. El stock actual de los adelantos alcanza a 14.200 millones de pesos, y podría ampliarse en otros 2400 millones. Junto con los aportes de otros organismos oficiales, como la AFIP y la Anses, y de algunos fideicomisos, los préstamos del Central forman parte del financiamiento del Gobierno.

La cancelación de la deuda con el FMI, sin embargo, promete cambiar drásticamente el panorama. La Carta del BCRA dice textualmente: “En ningún momento el monto de adelantos transitorios otorgados, excluidos aquellos que se destinen exclusivamente al pago de obligaciones con los organismos multilaterales de crédito, podrá exceder el 12 por ciento de la base monetaria”. Eso significa que, ahora que ya no hay nada que pagarle al FMI, el financiamiento tendrá un tope de 7200 millones de pesos, la mitad del stock actual y, para ponerse en regla, Economía tendría que devolverle al Central 7 mil millones.

El bache legal, con el que ahora se toparon los funcionarios, no deja de ser paradójico. En las jornadas que siguieron al anuncio del pago al Fondo Monetario, desde el Banco Central se puso énfasis en la pretendida independencia del ente emisor. A pesar de que son muy pocos los que piensan que esa condición existe, los funcionarios suelen exagerar los modos. Y durante las semanas posteriores al anuncio del pago se negoció la manera en que Economía debía compensar al Central por el giro de gran parte de las reservas. La conclusión fue que el Tesoro emitió un bono a favor del BCRA. La sobreactuación tuvo entonces la recompensa de cuidar las formas, que incluyó la intangibilidad de la Carta Orgánica. Una condición que se rompió ahora, con el descubrimiento de que algo había fallado. “Algo habrá que hacer”, coinciden ahora algunos funcionarios, seguros de que el Gobierno no puede perder una fuente de financiamiento. Entonces, la opción de hierro reaparece: seguir cuidando las formas o dejar de aparentar lo que no es.