Domingo, 22 de abril de 2007 | Hoy
AGRO › PRECIOS Y FUNCIONARIOS
La Oncca comenzó a otorgar subsidios a diferentes agentes de los complejos agroindustriales para asegurar el abastecimiento.
Por Claudio Scaletta
Desde la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) se dio a conocer esta semana un conjunto de subsidios a distintos agentes de los complejos agroindustriales. Los tamberos que abastecen a SanCor, por ejemplo, recibieron 2,3 millones de pesos, a razón de 5 centavos por litro de leche entregada a la usina. Decir que el subsidio es para el tambero sólo es una de las perspectivas posibles, pues la información bien podría leerse como una transferencia directa a la usina, que gracias al aporte del Estado puede pagar, de su bolsillo, un precio más bajo al productor primario. Cualquiera sea el caso, el dinero queda para el complejo lácteo, que en la línea de largada de las transferencias ya recibió más de 8 millones de pesos. Todo esto mientras que “por problemas climáticos” las góndolas permanecen desabastecidas y las exportaciones son un record.
Los productores avícolas, en tanto, ya recibieron casi 25 millones de pesos. A diferencia de los tambos –unos 2800–, los frigoríficos avícolas beneficiados fueron 35. En este caso se trata de compensaciones por el precio del maíz o soja destinados a la alimentación animal. En el primer trimestre del año, la faena avícola fue record y rondó las 118 millones de cabezas. Por suerte, en el mercado local se consume más pollo.
Menos desarrollados, por ahora, están los subsidios a los molinos harineros, que sólo recibieron poco más de un cuarto de millón de pesos. Pero la historia recién empieza.
Estos anuncios de la Oncca sobre el goteo de subsidios se volverán pronto cotidianos. Sucederán entonces dos cosas. Dejarán de ser noticia y alguien advertirá que no cumplen al menos uno de los objetivos para los que fueron creados: bajar la conflictividad sectorial. Esta semana, desde las entidades del agro volvieron a los diagnósticos catastróficos y a las amenazas de “paro” si no hay anuncios. La ventana de paz para el nuevo secretario de Agricultura fue estrecha, aunque ahora los cañones estén apuntados a otra oficina del Ministerio de Economía. La raíz del conflicto, sin embargo, está en otra parte.
El mundo económico, a pesar de alguna teoría, no es armónico. En su interior existen tensiones producto de la puja por la distribución de la renta. Así como en el mundo del trabajo el conflicto se expresa en el nivel de salarios –el precio del trabajo, no su valor, dirían los clásicos–, en los circuitos agroindustriales se expresa a través de los precios. Para la ortodoxia, “el mercado” es el árbitro más eficiente para la fijación de todos los precios. La heterodoxia (para no abundar en matices) agrega que en los mercados existe el poder, lo que significa que algunos actores son más capaces que otros para determinar precios.
Vale agregar que en los mercados de commodities los precios finales son un producto conocido, lo que puede inducir la idea falsa de mercados perfectos. Los procesos de formación de los precios agropecuarios, en cambio, se cuentan entre los más imperfectos del planeta. Una muestra de ello son, en la cúspide, las interminables discusiones en la OMC por los multimillonarios subsidios con que los países centrales benefician a sus productores primarios.
La cuestionada intervención en la formación de precios en el mercado doméstico tuvo, en consecuencia, una virtud: comenzar a transparentar cómo se forman los precios en las cadenas agroindustriales locales. Cuando hoy se habla del precio de las carnes o de los lácteos es imposible no representarse el conjunto del circuito en cuestión y sus tensiones.
Más allá de la precariedad de los resultados conseguidos o la eficiencia de los métodos, la voluntad política manifiesta de la actual administración es intervenir en la apropiación de renta, no de ganancias, en el interior de estos circuitos, quizá más porque la inflación es uno de los límites del modelo cambiario que por ética redistributiva. Transformar la voluntad en acción significó meterse de lleno en el conflicto esencial. Así como rápidamente quedó demostrado que la conflictividad del campo no dependía del nombre del secretario de Agricultura, es probable que, con prescindencia de los modales, lo mismo suceda con Comercio Interior.
La Federación Agraria Argentina retomó la disputa con Monsanto por las regalías de semillas. En un comunicado denunció que la firma estadounidense “junto a un grupo de semilleros pretende forzar a que los productores agropecuarios firmen una nota de consenso” para el pago de regalías.
Según el Banco Central de Paraguay, en el primer trimestre de 2007 la Argentina importó 927 mil toneladas de soja paraguaya, lo que representa el 70 por ciento de las ventas de la oleaginosa del vecino país.
Chile ratificó esta semana la decisión de gravar el ingreso de las harinas de trigo argentinas, por entender que constituyen una competencia desleal para su industria.
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