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Domingo, 23 de marzo de 2008

AGRO › RETENCIONES A LA SOJA Y EL BIODIESEL

Promoción privilegiada

El diferencial de alícuotas en las retenciones de la soja y del aceite de soja les permite a los fabricantes de biodiésel obtener ganancias espectaculares, por lo que pueden recuperar muy rápido sus inversiones.

 Por Andres Tavosnanska

Mientras los productores de soja deciden hacer abstracción por unos días de las ganancias extraordinarias que obtienen para presionar por la reversión de la suba de las retenciones, las empresas fabricantes de biodiésel terminan de revisar sus números. Esta vez no lograron salir indemnes. Hasta ahora, tanto el alza de las retenciones de principios de 2007 como el de fines del mismo año los había decretado ganadores.

En enero las retenciones al aceite de soja habían subido al 24 por ciento y en noviembre habían sido nuevamente elevadas al 32 por ciento. Ambas medidas fueron profundizando el “desacople” del precio interno del aceite respecto del internacional, permitiéndoles a los productores de biodiésel comprar su principal insumo a un precio sustancialmente menor. El diferencial de retenciones entre el aceite y el biodiésel alcanzó los 29,5 puntos, lo cual logró que un puñado de empresas haya podido vender el año pasado biodiésel a un precio promedio de 830 dólares la tonelada, fabricándolo con aceite que costó más de 900 dólares, y conseguir aun así importantes ganancias.

El subsidio implícito (proveniente de la compra del aceite de soja a un precio menor al internacional) del que goza el biodiésel seguramente es envidiado por más de un sector productivo. A los precios del mes de enero, esta industria estaba recibiendo más de 300 dólares por tonelada exportada, monto sustancial si se considera que una tonelada de biodiésel vale poco más de 1000 dólares. Esto no generó mayores preocupaciones mientras se exportaban unas pocas toneladas mensuales, pero para el año entrante se calcula que el Estado podía llegar a resignar más de 1000 millones de pesos para promocionar la producción de este biocombustible. Difícilmente se pueda encontrar algún otro sector industrial que reciba un incentivo semejante.

Con la suba de las retenciones al aceite de soja al 40 por ciento actual, el diferencial con el biodiésel hubiera superado los 37 puntos y el subsidio podría haber alcanzado valores exorbitantes. En ese contexto se inserta el incremento de las retenciones al biodiésel desde el 5 por ciento anterior al 20 por ciento actual. Con los nuevos cambios, el diferencial vuelve por el momento a ser de alrededor de 20 puntos, prácticamente igual al que regía antes de que comience la escalada, tanto del precio de la soja como de las alícuotas de las retenciones. Además, ahora este margen es sobre precios mayores, lo cual explica que a los actuales el subsidio por tonelada siga siendo de más de 300 dólares. Por otra parte, si los precios de la soja continúan la tendencia alcista de los últimos meses, el sistema de retenciones móviles establecido para los granos y el aceite de soja pueden volver a agrandar la diferencia con las retenciones al biodiésel –que están fijas–, ampliando nuevamente las ganancias de las empresas del sector.

Más allá de la discusión acerca del monto específico de los incentivos que recibe la industria de biocombustibles, es necesario analizar qué tipo de industria se está desarrollando. El hecho de otorgar incentivos que hagan rentable dicha actividad le brinda al Gobierno la oportunidad de orientar la política económica con objetivos claros hacia una estrategia de desarrollo. Actualmente, la producción de biodiésel se encuentra concentrada en Santa Fe, dominada por unas pocas empresas aceiteras de gran tamaño y utiliza como insumo únicamente al aceite de soja. Por otro lado, se dedica exclusivamente a la exportación y depende tecnológicamente de las plantas llave en mano que importa del extranjero. Distinto sería el impacto del sector si éste se abasteciera de los proveedores de maquinarias locales, se encontrara abocado a la investigación para la utilización de nuevas materias primas que no compitan con los cultivos tradicionales por las tierras fértiles –como es el caso de la celulosa, la jatrofa o las algas– y contribuyera a diversificar la matriz energética y a reconquistar el autoabastecimiento energético.

Distintas experiencias de desarrollo, especialmente las más recientes de los Tigres asiáticos, mostraron que el subsidio es una herramienta fundamental para el fomento de nuevas industrias. Sin embargo, no se trata simplemente de poner en marcha la protección para asegurar la rentabilidad del sector privado, sino de utilizar las políticas públicas para perfilar una industria que potencie el impacto sobre el Producto y que traccione el desarrollo de nuevas capacidades locales, el empleo y las exportaciones.

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Las empresas fabricantes de biodiésel gozan de un beneficioso régimen de promoción.
Imagen: Ana D’Angelo

Claves

El subsidio implícito, proveniente de la compra del aceite de soja a un precio menor al internacional,
del que goza el biodiésel, seguramente es envidiado por más de un sector productivo.

Se calcula que el Estado podía llegar a resignar más de 1000 millones de pesos para promocionar la producción de este biocombustible.

Difícilmente se pueda encontrar algún otro sector industrial que reciba un incentivo semejante.

La producción de biodiésel se encuentra concentrada en Santa Fe, dominada por unas pocas empresas aceiteras de gran tamaño y utiliza como insumo únicamente el aceite
de soja.

 
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