SOÑAR
Más allá de cualquier definición de economía, perfecta o no, clásica o no, existen muchos puntos claves que se escapan de cualquier marco que les quieran poner, que se escapan a cualquier receta de algún gurú de turno o de viejos profetas conocidos. Uno de los tantos puntos sin resolver es el tema de los pobres. Es difícil hablar sobre éstos, y mucho más difícil ponerse de acuerdo sobre soluciones o qué hacer con ellos. Con este tema puntual es momento de reconsiderar todas las teorías, todas las recetas conocidas porque todas fallaron. Algunos dirán que dejemos que el mercado decida ya que es eficiente por naturaleza. Otros dirán que es hora de que el Estado tome las riendas de una vez por todas al mejor estilo de Big Brother (no me refiero al reality televisivo, pero seguro que sería un buen show). Hay que encontrar un punto medio. Un equilibrio perfecto. No podemos pretender que el 52,8 por ciento de los argentinos que son pobres tomen decisiones racionales o que tengan posibilidades de encontrar medios más eficaces para lograr sus fines. Y no vengan con el cuento de que es pobre el que quiere, porque no creo que el 56 por ciento de los menores de 18 años que se encuentran en la pobreza lo hayan decidido así. Que los cuatro niños que murieron en menos de 48 horas por desnutrición en Tucumán hayan querido ser pobres y morir por eso. Hay que comenzar a entender a la pobreza desde todos sus aspectos. Existe una necesidad concreta de políticas por parte del Estado que contemple un buen sistema de salud, de educación, de seguridad. Necesidades básicas para una sociedad cualquiera sea su sistema político-económico. No es necesario cortar manos (invisibles) de nadie. Dejemos que el mercado funcione, pero construyamos a la par un Estado pequeño pero fuerte que proteja a los imperfectos (desde el punto de vista económico), porque las empresas privadas no lo harán. Como dije al principio, una combinación “perfecta” entre mercado y Estado. Al fin y al cabo, soñar no cuesta nada.
Paola Vega Salinas
S. M. de Tucumán