DESECONOMíAS
Canadá, un mar de petróleo
› Por Julio Nudler
De repente, cuando nadie lo esperaba, Canadá desplazó a Irak del segundo puesto en el ranking mundial de reservas de petróleo. Por obra de un sorprendente recálculo de su potencial energético, los canadienses elevaron sus reservas de 5000 a 180.000 millones de barriles. Con ello han logrado desatar una gran discusión sobre la confiabilidad de datos de este jaez. El debate ha permitido saber que la información provista por otros países no es necesariamente más confiable, y que hasta el momento no existe ningún organismo internacional que lleve una contabilidad creíble de las existencias de petróleo en el subsuelo del orbe. Ahora hay una movida para que el Foro Internacional de la Energía, que ha inaugurado oficinas centrales en Ryad, mayor reservorio aparente del planeta, haga algo al respecto.
Los 175.000 millones de toneles adicionales con que se han descolgado los canadienses son capaces en teoría de mover el tablero geoestratégico. Quienes están convencidos de que Estados Unidos capturó Irak para asegurarse la provisión de crudo, prestando oídos a cierta prédica interesada, no podrán concebir que Washington se haya embarcado en semejante aventura teniendo un proveedor confiable en la casa de al lado, y al que en última instancia podría invadir a bajo costo. Para hacerse una idea de lo que esto significa, las cubas que el país de la hoja de roble añadió a su inventario pueden saciar medio siglo de consumo naftero de los estadounidenses. Aunque los antineoliberales argentinos repudien la valorización financiera como método para la generación de riqueza aparente, el repentino agregado de enormes volúmenes futuros de crudo también puede obrar milagros, aunque se incluya el discutible cómputo de las arenas petrolíferas, cuyo potencial es tema de controversia. Como quiera que sea, la Asociación Canadiense de Productores de Petróleo ha impuesto su criterio, apoyada por las industrias que medran con el negocio. Si se creen sus cifras, los estadounidenses podrán acelerar a fondo, rodeados al norte y al sur por fuertes –y confiables– proveedores de carburante.