Domingo, 14 de agosto de 2011 | Hoy
ENFOQUE
Por Claudio Scaletta
En la convulsión de la economía internacional no hay claves para las elecciones argentinas de hoy. Sí seguramente para las que vendrán. Cualquiera sea la dimensión de la crisis, siempre impredecible en sus tiempos, los impactos no dejarán de sentirse. 2009 fue un ejemplo. El país superó bastante bien el shock externo, pero el crecimiento anotó el freno. Hoy, aunque el comercio exterior está geográficamente diversificado, los mercados de commodities se cuentan entre los que recibieron el impulso de la mayor liquidez internacional. Un segundo dato es que, antes o después, lo financiero siempre impacta en lo real. Visto desde el Sur, la gran novedad es que, a diferencia del pasado, las turbulencias encuentran a los países de la región buscando alternativas para protegerse de manera conjunta.
A primera vista, los desplomes de las Bolsas de esta semana fueron disparados tras evidenciarse la debilidad política de la administración demócrata en Estados Unidos y luego de que se conozcan nuevas cifras de la indeclinable recesión de los llamados Piigs (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) en Europa.
Pero antes que en la especulación bursátil de corto plazo de esta semana, un mejor reflejo de lo que sucede en la economía mundial puede encontrarse en los dilemas entre los que hoy se debate la política económica en los países en crisis.
Estos dilemas, además de por la ideología, se explican por algunos números, como el endeudamiento público y los déficit. Vale destacar que el endeudamiento soberano se vuelve problemático en la medida que comienza a retroalimentarse con el déficit, situación que da lugar a los fenómenos de aceleración.
En 2007 en Estados Unidos, antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, la deuda pública era del 62 por ciento del PIB, en 2010 superó el ciento por ciento. En Europa la deuda portuguesa pasó en el mismo período del 63 al 91 por ciento, la irlandesa del 25 al 114, la italiana del 104 al 120, la griega del 105 al 152 y la española del 36 al 64. El problema no es exclusivo de los Piigs. En Francia, siempre entre 2007 y 2011, el endeudamiento pasó del 64 al 88 por ciento del Producto y en la prolija Alemania del 65 al 80 por ciento. Sólo a modo de comparación, en otros extremos del mundo (y del endeudamiento) la deuda rusa se mantuvo en el período en el 9 por ciento del PIB y en China se redujo del 20 al 17 por ciento.
Salvo excepciones, entonces, el crecimiento del endeudamiento, en algunos casos explosivo, aparece como una constante. Luego, en Estados Unidos y en los Piigs (salvo España), el nivel de endeudamiento superó el límite en el que algunos economistas comienzan a hablar de retroalimentación con el déficit. En 2010, el promedio de déficit en los Piigs fue del 8,2 por ciento del Producto. Tal como están las cosas, el horizonte es insostenible.
En este escenario de más endeudamiento y más déficit aparecen los polos del dilema de la política económica: la receta de la austeridad y el ajuste y las políticas contracíclicas estrictamente financieras, como las ensayadas por Estados Unidos tras su crisis inmobiliaria.
Algunos resultados conseguidos a la fecha permiten adelantar predicciones. Los ajustes a secas en algunos de los Piigs demostraron su inutilidad: provocaron recesión y achicaron la torta; causaron dolor sin sanar. Frente a este fracaso se propuso la alternativa de la colocación de “eurobonos” para canjear las deudas nacionales más urgentes. Quienes se oponen a esta vía temen que, al igual que sucedió en Estados Unidos, este mal llamado “keynesianismo financiero” sólo sirva para salvar a quienes se considera responsables de la crisis. Todos saben que las bancos franceses y alemanes son los más expuestos al endeudamiento de los Piigs. Si esto fuese estrictamente así, se estaría sólo frente a un problema de “riesgo moral”, pero, como sucedió en Estados Unidos, se teme que un salvataje de estas características provoque inestabilidad financiera y fiesta especulativa.
Un heterodoxo argentino podría decir que el dilema planteado es falso porque ambos polos se basan en la idea, también falsa, de la necesidad de recuperar la confianza de los mercados. Teniendo como respaldo la receta local de salida de la crisis, propondría salir del laberinto por arriba, dejar el dilema de lado y motorizar la demanda agregada por la vía del gasto. Sin embargo, no es lo mismo hacer esto con superávit fiscal que con déficit cercano o superior a los dos dígitos. Por otra parte, ésta sería una decisión profundamente política, no sólo técnico-económica. Parece que los grandes dilemas de la economía mundial no son tan fáciles de resolver.
Visto desde Argentina y la región lo que importa es cuál será el impacto local de una potencial crisis en el centro. Las preocupaciones son básicamente dos:
1 El “keynesianismo financiero” en el centro no se transfirió a la economía real, sino que la mayor liquidez internacional provocó algunas burbujas especulativas, en particular en los mercados de commodities. La tracción de Asia no alcanzaría por sí sola para explicar la totalidad de los aumentos. Si realmente avanza una crisis, la mejora de los términos del intercambio que gozó la región en los últimos años podría verse afectada.
2 En segundo lugar están los movimientos de capitales, con presiones para ingresar a la región. Esto implica inestabilidad cambiaria y presiones revaluatorias.
Quizá la principal diferencia con otras crisis de la historia reciente es que, como lo demuestran las reuniones de la Unasur, la región cree hoy que los problemas son comunes. En este marco, si las preocupaciones son las dos citadas, las respuestas girarán en torno a dos puntos: el control de capitales y una mayor integración comercial y productiva
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