Domingo, 8 de abril de 2012 | Hoy
ENFOQUE
El precio de la yerba mate no parece a primera vista un tema especialmente apasionante para el debate económico. Sin embargo, es una buena herramienta de laboratorio para la sintonía fina. No se trata de abusar de la temática en boga, sino de cuestiones muy concretas sobre regiones, precios y regulación de mercados “imperfectos”, lo que por supuesto no quiere decir que en algún lado existan mercados perfectos, sino que algunos lo son bastante menos que otros.
Desde el punto de vista económico, entonces, la yerba suma algunas particularidades. Es un bien salario característico de la economía local, con peso en el consumo de los sectores populares, y es el producto de un subsistema agroindustrial regional. A ello se agrega que, a diferencia del agro pampeano, el circuito yerbatero es intensivo en mano de obra en su segmento primario. Luego, en las áreas productivas de Corrientes y Misiones conviven empresas integradas, aquellas que realizan todo el ciclo agrario, industrial y comercial, con productores primarios independientes, quienes venden su producto a las empresas procesadoras en el marco de una estructura de mercado oligopsónica: pocos compradores para el insumo básico y muchos vendedores. Además, lo que en la compra del insumo es oligopsonio, hacia el lado del consumo es oligopolio.
Las empresas yerbateras poseen un doble poder: capacidad de incidir en el precio pagado por su insumo principal y de incidir después en el precio recibido por el producto terminado, el pagado por los consumidores. Un factor complementario que favorece a este circuito en el actual momento cambiario es que, a diferencia de otras regiones, el mercado interno es el destino de entre el 85 y el 90 por ciento de la producción, lo que permite trasladar a precios la totalidad de los aumentos de costos. Llegado este punto, el tema dejó de ser aburrido. Ya no se trata sólo de la especulación sobre el precio de un producto en las góndolas, sino del problema mucho más amplio de la formación de precios y de la dinámica interna de las economías regionales.
En materia de mercados imperfectos, no obstante, el circuito de la yerba mate está un paso adelante de otras economías regionales, como pueden ser la vitivinicultura o la fruticultura, pues en 2002 se creó el “Instituto Nacional de la Yerba Mate” que determina mecanismos de regulación pública del precio recibido por el productor primario independiente, que en las dos provincias del circuito superan los 17 mil.
El salto de precios en las góndolas se produjo a partir de que el pasado 1º de abril entraran en vigencia los nuevos precios para el insumo: 1,70 peso para el kilo de hoja verde y 6,90 pesos para el de la yerba “canchada”, como se denomina a las hojas ya secas y preparadas para la molienda. La remarcación para el consumidor final rondaría el 25 por ciento en promedio sólo en la última semana, aunque en algunas marcas y según las asociaciones de consumidores llegaría al ciento por ciento en el último mes. A favor de las subas de los precios finales, los empresarios argumentan con algunos datos reales, como los mayores costos y la mayor escasez de la oferta.
La yerba mate es un producto de la industria alimentaria cuya evolución registra el Estimador Mensual Industrial del Indec, donde puede observarse una caída interanual de su producción en torno del 16 por ciento debido, como suele suceder con los productos de base agraria, a problemas climáticos en la pasada campaña. Aunque los aumentos de los valores para el insumo son para el producto de la próxima temporada, ello igual influye en la revaluación de los stocks. No podría ser de otra manera, nadie vende en base a costos del pasado. Desde el Ministerio de Agricultura comunicaron, sin embargo, que “no hay razones para los aumentos” debido precisamente a la existencia de stocks, y amenazaron con extremar medidas sobre fiscalización y exportaciones.
Más allá de la escasez y de la mejora circunstancial en la distribución del ingreso al interior del circuito, por la mejora de los precios primarios y salariales, las sospechas están en otro lado. Parece lógico poner la mira en las empresas del oligopolio, pues sólo existen alrededor de una docena de firmas integradas, de las cuales las primeras cuatro poseen más del 50 por ciento del mercado. La existencia de un oligopolio sólo supone un precio oligopólico, es decir, un precio que entraña un margen de ganancia mayor, pero también un precio que no alcanza para explicar procesos inflacionarios. La inflación es otra cosa: el aumento “sostenido” de los precios. Dicho de otra manera, el oligopolio sólo explica un precio más alto, pero no un proceso de aumentos continuos.
La mirada entonces se traslada a los remarcadores habituales: la cadena de comercialización que habría “sobreactuado” las señales de escasez y el traslado de los mayores costos. Pero los supermercados también se defienden. Sostienen que como la Secretaría de Comercio Interior impidió al oligopolio yerbatero aumentar más del 9,5 por ciento sus precios finales, las empresas habrían reducido al mínimo los envíos para presionar un alza superior.
Las conclusiones provisorias son dos. Primero, los aumentos se produjeron y, como demuestra la historia, una vez convalidados por el mercado será difícil que se retrotraigan. Luego, lo más obvio, la sintonía fina demanda mucha información y, una vez con ella, atacar múltiples frentes
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